28 de marzo de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Apuntes para la efectividad comunicativa en la radio

Múltiples factores se conjugan para lograr un diálogo efectivo entre comunicador y destinatario, a fin de satisfacer las necesidades de la población a través de la radio
la nueva Radio

la nueva Radio

La radio combina elementos de percepción auditiva y despierta la imaginación hasta de los escépticos. Los más apasionados la dotan de un carácter mágico; otros, simplemente la catalogan de especial. Desde su surgimiento cumple una doble función en las sociedades: entretener e informar. Por ello, los realizadores deben atender los distintos elementos que permiten lograr una efectividad comunicativa.

El medio segmenta su público y a pesar de los tipos de programación que prevalecen en las emisoras (total, segmentada, especializada y radio fórmulas), existen espacios dirigidos a sectores específicos de la población.

Debido a su carácter acústico, el lenguaje radial es único lo cual facilita la interacción emisor-receptor. Las formas sonoras, la musicalidad de la palabra, la importancia de las respuestas afectivas del oyente y el lenguaje simbólico y connotativo se conjugan de manera armónica y atraen a los escuchas. Por tal motivo este medio exhibe una dualidad comunicativa y estética.

La efectividad comunicativa no solo atañe al campo de la comunicación. La lingüística, en especial la retórica, ha enriquecido este concepto. Algo válido, sobre todo, teniendo en cuenta que el lenguaje oral, a través de vocablos, expresa sentimientos, pensamientos y percepciones de la realidad objetiva y subjetiva, e influye en los destinatarios. Del sistema expresivo radiofónico, la palabra es el elemento más importante, el de mayor capacidad comunicativa, recurso del cual no debe prescindirse en la creación de los mensajes.

Este medio debe parecerse más a quienes la escuchan. De ahí que el comunicador adquiere vital importancia, con capacidad de usar un lenguaje específico para cada público a fin de seducir, impresionar y persuadir.

Si una producción se orienta a la juventud, los comunicadores están obligados a utilizar códigos comprensibles por este sector poblacional, y así conseguir su identificación con los mensajes. Asimismo, deben cuidar la selección de los temas y la manera de presentarlos, en aras de la a menudo deseada efectividad comunicativa.

Utilizar un lenguaje claro e íntimo durante la trasmisión de los conocimientos, reflexiones y aclaración de dudas, convierte a los comunicadores en un puente que asegura una mejor comprensión y decodificación de los mensajes. Esto identifica las tres partes de una trilogía indisoluble: emisor-medio-destinatario y, a su vez, garantiza la atención e interés de un segmento de la audiencia que probablemente influya en otros.

La interpretación e intencionalidad puede distorsionar la imagen de la realidad contenida en el mensaje. Debe evitarse el manejo de palabras inusuales y la construcción de frases largas, porque ello dificulta la comprensión de quien comunica y de quien escucha.

 Comprender la subjetividad de los públicos

La mayor parte del discurso radiofónico se construye sobre la base de la improvisación. Ello exige concisión y coherencia por parte del comunicador, “hacerse” partícipe en la historia que cuenta. Así, suena creíble y evade los fantasmas de la inseguridad, la anfibología y las posibles dudas en los oyentes.

¿Qué otros elementos son indispensables para lograr una comunicación efectiva? No basta tener una buena dicción, locución fluida y voz de barítono; existen otros indicadores que, de desatenderse, pueden atentar contra las reacciones esperadas en los radioescuchas. Por ende, este trabajo no ha de imputársele cierto trasfondo conductista.

Mientras mejor llegue el mensaje al público, mayor resulta la efectividad del programa. El nivel profesional del comunicador se encuentra sometido a un constante escrutinio: debe mostrar su caudal informativo y cultural sin subestimar a la audiencia.

En 1933, el intelectual cubano y hombre de la radio Alejo Carpentier, apuntó que el medio elevaba el nivel cultural del individuo porque despertaba apetencias intelectuales mediante el intercambio, fenómeno hoy conocido como retroalimentación o feedback.

Tal intento de mejoramiento mutuo y superación constante persiste en nuestros días, pues si al público llegan espacios de mayor factura, más elevado resulta el nivel de exigencia.

Las estrategias de comunicación adquieren resultados positivos de forma más fácil cuando se tiene garantizada la audiencia. Esto se relaciona con la selección de los temas, la forma de tratarlos, así como tener claro qué se desea lograr. Las prácticas comunicativas deben elaborarse teniendo en cuenta las características socio-culturales del destinatario, entre ellas los elementos de tradición, historia y otras condiciones subjetivas y objetivas.

Se impone entonces una regla de oro para el comunicador: conocer de manera profunda al público, sus inquietudes y costumbres, carencias y abundancias, sueños y añoranzas.

A fines de 2009, una tesis de maestría de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana tuvo como objeto de estudio a una revista de la emisora Radio Cadena Habana. La investigación reveló que era imposible lograr la efectividad comunicativa del programa debido a que, entre otros aspectos, iba dirigida a la mujer y la familia de la entonces provincia de La Habana; pero los conductores y realizadores habitaban en municipios capitalinos.

En visita por los municipios de la ex provincia, todos los oyentes coincidían en lo mismo: no se identificaban con la revista porque no se sentían parte de un mundo construido desde la capital para un territorio ubicado en la periferia. Con tales argumentos, ¿podría considerarse efectivo el programa?

La respuesta puede inferirse. Los comunicadores desempeñaban su trabajo de manera excelente, pero carecían del conocimiento del público meta. Necesitaban interactuar con él.

Esta experiencia quizás constituya un ejemplo único y quién sabe si irrepetible, pero la práctica investigativa nos orienta a repensar el modo de construir la realidad social a través de la radio.

En el principio, se erigió como un medio de comunicación capaz de aglutinar a las masas. Basta recordar los cientos de personas que fallecieron o enloquecieron en Estados Unidos en 1938, cuando Orson Welles difundió la magistral versión del clásico de H. G. Wells, La guerra de los mundos.

En la actualidad, con el crecimiento de un mercado mediático competitivo, ha tenido que reajustarse. Ello puede entenderse como un singular reto, ante lo cual a la radio le corresponde fusionar de manera armónica sus recursos, donde la palabra oral continúa siendo el pilar. No obstante, queda latente un aspecto frecuentemente obviado: convertir al medio en el espejo desde donde la ciudadanía pueda estirar la imaginación para visualizar su reflejo.

La radio cubana debe satisfacer necesidades educativas, culturales, informativas y de entretenimiento de la población. Esto exige una constante retroalimentación. El medio requiere una profunda preparación de sus comunicadores, así como una correcta selección temática, de códigos, formas de expresión y trasmisión de contenidos. Debe incluso, de ser necesario, modificar las estrategias comunicativas, cuestiones que posibilitarán materializar la intención de todo proceso comunicativo: ser efectivo.

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