20 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Herejía a boca de jarro

La ley de la verosimilitud resulta imprescindible para el audiovisual y el disfrute de los espectadores

¿Steven Spielberg, Lars Von Trier y Quentin Tarantino en la Televisión? ¿Ocurren cambios en la escena mediática en el siglo XXI? Nombres de guionistas y directores cinematográficos figuran en los créditos de numerosas series estadounidenses. Ambos medios se convierten en vasos comunicantes en perpetua retroalimentación. Alfred Hitchcook fue un adelantado, al ganar en 1958 la Concha de Plata en el Festival de Cine de San Sebastián por la película Vértigo y el Globo de Oro por la mejor serie de TV con Alfred Hitchcook presenta.

Temporadas, homenajes, remakes, relaciones hipertextuales, coinciden en el universo audiovisual, donde los recursos del flashback y de vertiginosos laberintos narrativos, construyen tramas que remiten al emblemático mago del suspenso, Martin Scorsese (La edad de la inocencia), a Peter Bogdanovich (Luna de papel) y Christopher Nolan, (Batman, el caballero de la noche).

El cine encuentra una nueva plataforma en la televisión, su hermana menor por la edad. Al parecer, no hubo antes series tan originales y audaces como en la actualidad. Ciertamente, la sala grande pierde públicos, mientras millones de espectadores se arrellanan en el sillón de la casa en espera del próximo capítulo. El factor tecnológico ayudó de manera decisiva a propiciar la tipología de consumo cinematográfico cotidiano, que de manera ostensible facilita el camino hacia el apogeo de preferencias por las puestas televisuales.

En consecuencia, ¿se dinamiza la vía hacia una televisión de autor o de arte? No pocos creadores asumen el medio televisual desde contenidos inquietantes y audaces formas artísticas, en busca de seducir a los públicos activos, deseosos de recibir propuestas agudas, inquietantes. Estos presupuestos se ajustan a uno de los rasgos distintivos de la contemporaneidad: la estetización en el tejido de la vida, quedó atrás el concepto elitista de limitar la estética a la filosofía del arte y de la belleza.

En opinión del investigador Jesús Martín-Barbero: “los medios en América Latina movilizan hoy una profunda compenetración –complicidad y complejidad de relaciones–, entre la oralidad que perdura como experiencia cultural primaria de las mayorías y la oralidad secundaria, que tejen y organizan las gramáticas de la visualidad electrónica. Las mayorías acceden a, y se apropian de, la modernidad sin dejar su cultura oral, pues la dinámica de las transformaciones que calan en la cultura cotidiana proviene de la desterritorialización y las hibridaciones culturales que propician y agencian los medios masivos.”[1]

La estética como saber axiológico se nutre de la experiencia humana, va más allá de los límites objetivos y subjetivos, deviene enclave en la asunción y el desarrollo de la moralidad.

Juego de expectativas

Tanto en la televisión como en el cine, la ley de la verosimilitud forma parte del juego de las expectativas en la ficción. Este principio no significa, que la obra sea una narración de la realidad lo más exacta posible, según se pretende a veces. Lo verosímil es lo que impresiona por su verdad aunque nunca haya sucedido. El arte audiovisual es creación de la realidad o con la realidad, no la realidad misma.

Desde las reflexiones del filósofo griego Aristóteles, dicho precepto considera que el texto (lo dicho, el modo de contar la historia) debe adecuarse a “la verdad”, según los públicos, y la obra a las reglas del género dramático elegido en la narración. Son claves para lograr  credibilidad en filmes, series y telenovelas. De manera lamentable, prevalece la errónea tendencia de reconocer un género en el drama, sin tener en cuenta que este término abarca la dramaturgia, los seis géneros: comedia, pieza, tragedia, farsa, tragicomedia y melodrama.

De igual modo, el énfasis hacia partes feas de la vida: violencia, desamor, soledad, silencio, en ocasiones se asumen como puntos de vista escatológicos recurrentes, sin tener en cuenta cánones relacionados con la estructura y el desarrollo de la trama que, si apela constantemente a escenas caracterizadoras, se estanca, no avanza el relato. En esencia, la ley de la verosimilitud resulta imprescindible para el audiovisual y el disfrute de los espectadores.

En algunas producciones cubanas, se acude a la experimentación en la visualidad, propuesta válida, sugerente, siempre que se sustente en una buena historia, bien contada desde el punto de vista dramatúrgico. Este implica a las acciones subordinadas, –mal llamadas subtramas–, que abren infinitas posibilidades, en cuanto al tratamiento de disímiles conflictos y no siempre se aprovechan en toda su magnitud, en beneficio de la verosimilitud del relato. Ocurrió con el personaje de Marta (Aurora Basnuevo) en Casa de cristal, primera temporada de la serie Bajo el mismo sol. Marta lucha por llevarse a sus nietas (presa codiciada), llega a un acuerdo con el padre, pero la condición de conflictividad trágica durante el proceso de solución del conflicto, no se explora con el rigor que merece.

Similar deficiencia demostró la telenovela brasileña Páginas de la vida, en la cual más de una acción subordinada estaba en tragedia y se insistió de manera recurrente en la farsa, –aparición continua del espíritu de Nanda–, género no realista que altera la realidad y en dicha obra llegó al absurdo. Quizás una de las limitaciones más evidentes de Páginas… es la aberración desarrollista a la que acude el guionista principal de la historia, Manoel Carlos, autor de Por amor, telenovela en pantalla.

De forma deliberada, Manoel obvia la técnica que establece estructurar la historia sobre la base de incluir una catarsis cada tres capítulos. Tampoco tiene en cuenta, como debiera, que el melodrama aplica libremente el resorte de la acción dramática –su mecanismo más directo hacia la catarsis–, simplifica el naturalismo, no admite sutilezas o sobreentendidos: todo se dice, todo es previsible.

En el siglo XXI, la producción audiovisual prevalece sobre la escritura y la lectura. Es puente de entendimiento, de saberes que circulan fuera de la escuela y la familia, magma de construcción de imaginarios simbólicos. ¿Quién no se ha sentido parte de los relatos de William Shakespeare, Julio Verne, Gabriel García Márquez? No por azar inspiran a guionistas y realizadores de cine y televisión. Desde sus estéticas particulares, fascinan a diferentes generaciones.

En todas las épocas, el amor, la amistad, el romance, la solidaridad, entre otros valores, lideran en la ficción, mediante la sugerencia polisémica de la imagen, la riqueza expresiva del arte, que conmociona, tanto desde la pequeña como la gran pantalla. 


[1] Martín-Barbero, Jesús. Medios y cultura en el espacio latinoamericano. En Revista Pensar Iberoamérica. http: www.campus-or.org/pensariberoamerica.

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