28 de marzo de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

La radio cubana en la dinámica cultural de los años 20 en la República

El vínculo de productores radiales y radioyentes fortaleció a la radio como organización cultural
La radio cubana

La radio cubana

La cultura  cubana en los años 20 denota una indudable crisis: una variación de las claves culturales dominantes durante las dos primeras décadas de la República, las cuales se remontan, quizá hasta 1880, a un discernimiento de la cultura nacional que incorpora, al menos parcial o de forma selectiva, las manifestaciones afrocubanas.

Antonio Benítez Rojo ha planteado que en Cuba “el siglo XX comenzó dos décadas después, cuando la música del son, recorriendo la isla de Oriente a Occidente, tomó La Habana por asalto, enlazando a toda Cuba a través de las bocinas de las vitrolas y los primeros aparatos de radio”. 1

La radio había iniciado su decurso en los albores de la etapa precedente. Cuba fue una de las primeras en América Latina en desplegar la radio, pues desde 1922 y auspiciada  por la Internacional Telephone and Telegraph (ITT), en el archipiélago cubano se instaló la primera planta radial.

La primera emisora que transmitió en Cuba fue la 2LC de Luis Casas Romero, el 22 de agosto de 1922. El 10 de octubre de 1922, la primera transmisión de la PW, es considerada como el inicio de la radiodifusión, momento en que se transmitía -en español y en inglés- un discurso inaugural del entonces Presidente de la República, Alfredo Zayas (1921-1925). Desde el inicio de la radiodifusión hasta la década de los años 30, la radio mantuvo una programación basada fundamentalmente en la información y el entretenimiento.

A finales de 1923 el número de emisoras ascendió a 25 y llegó a 61 en 1930, no solo en La Habana, en la que había un total de 43, sino además en ciudades de provincia (Pinar del Río, 2; Matanzas, 4; Las Villas, 6; Camaguey, 4; y Oriente, 2), a las que se sumaban las que entraban de Estados Unidos, como zona de confluencias e interinfluencias entre las dos culturas, cubana y norteamericana; además de medio eficaz para promover la música de ambas latitudes geográficas.

Las publicaciones periódicas radiales también recrearon el espíritu de la época, recordemos a Radio Gráfico, que comenzó a salir a fines de 1923 y la revista Radio Club, en los años 30. Las propuestas estéticas que denotaron estas revistas, así como las contribuciones que ofreció al mundo radiofónico del momento, son una muestra del legado patrimonial musical de la Cuba republicana.

En la radiodifusión del período se transitó de manera vertiginosa de los programas recreativos a los de contenido mixto, en los que se incorporaban noticias. Las nuevas dinámicas tecnológicas se insertaron también en los anuncios, los cuales revitalizarían no solo la vida radial, sino además otras manifestaciones artísticas como el teatro, la literatura y la música.

Si revisitamos la investigación de Osar Luis López2 podemos apreciar el registro de los trabajos de literatura radial hasta 1935; narraciones infantiles de Félix B. Caignet en la CMK, de Santiago de Cuba, en las medianías de 1930, comedias de Franco M. D´ Oliva (1931), la comedia En las costas de Gran Bretaña (1930), radiada por la CMK en La Habana. De manera paulatina se crearon los cuadros de comedias, revelando los orígenes en esas presentaciones.

El movimiento radial demostró ir encauzando las vías en pos de un modelo definidor de la ética y la seriedad entre los productores radiales y el público radioyente, que se fusionaron gradualmente para fortalecer a la radio como organización cultural de su tiempo. Esto demuestra los niveles de sostenibilidad del proyecto desde las bases mismas de su creación, promoción y difusión entre sus públicos y directivos.

A esto se suma el movimiento asociativo radial que germinaría en la etapa y se consolidaría en los años posteriores de la República, lo cual condicionaría una movilidad organizativa también en los radioyentes. Los directivos radiales en sus asociaciones organizarían actos culturales y excursiones para arbitrar fondos, que fueran compatibles con los principios de cada asociación y que no contravinieran los Estatutos de las mismas.

Los asociados  de las instituciones radiales que estuvieran en las circunstancias referidas anteriormente, se les retiraban sus derechos, previo el pago de las cuotas que adeudase. En estos casos, el adeudo de cuotas atrasadas en dos o más mensualidades, conforme a lo que sobre ellos acordara la Junta Directiva o de Gobierno, atendiendo a las circunstancias en cada caso, así como administrar o rebajar el importe de las cuotas pendientes.

Una de las valoraciones más agudas del papel de la radio en la etapa, la ofrecieron los investigadores Enrique Saínz y Ricardo Hernández Otero, al plantear:
“Como todo hallazgo tecnológico, la radio no solo satisfizo las ambiciones de propietarios y comerciantes, ni benefició solo a los interesados en importar e imponer modas y modos de cultura extranjera, pues se convirtió de manera vertiginosa en un medio idóneo para difundir valores de la música y de  las letras cubanas y fue generando conjuntamente otra manifestación artística como resultado de la fusión de elementos diversos; incluso como portador de estilos y obras extranjeras realizó además la de difusor de corrientes estéticas que se conocieron con rapidez gracias a las emisoras. Junto a las casas editoriales norteamericanas que se dedicaban  a la venta de música cubana […], la radio colaboró en el conocimiento del acervo cultural de la nación fuera de los límites del país, si bien de manera muy escasa en esos años, como era de esperar de una manifestación en su fase inicial de desarrollo”. 3

Pero además, el consumo de la radio al convertirse en medio masivo, tuvo desde sus inicios una vital resonancia en los sectores populares, los cuales moldearon sus gustos, preferencias y sus modos de vivir y de expresarse. La cultura popular se fue construyendo de manera identitaria, donde la radio no escapó de ese escenario de transformaciones que incentivaron  el ambiente epocal.

Desde su nacimiento la radio cubana acudió a la movilización de las estructuras y condiciones de la producción radiofónica; a los discursos radiofónicos, desde la construcción de la cotidianeidad y su personalización sonora a partir del espacio doméstico como articulador de lo cotidiano;  y a los procesos de difusión radiofónica, es decir, cómo se insertaron en las estrategias discursivas de los radios de audiencia popular,  la sociabilidad de los públicos, los lazos históricos y afectivos que podríamos denominar tradicionales; cómo se reforzó desde sus inicios lo particular y lo propio; cómo se le ofreció cabida a las demandas populares, a los modos de ser y a la cotidianidad de los receptores.

*Especialista del Departamento de Etnología en el Instituto Cubano de Antropología.

Notas y referencias:
1  Antonio Benítez Rojo: “Música y nación” (El rol de la música negra y mulata en la construcción de la nación cubana moderna), en Encuentros de la cultura cubana, Madrid, nos.8-9, primavera-verano de 1998, p. 46. Véase citado por Duanel Díaz: “Afrocubanismo, Vanguardismo, Origenismo”, en revista Unión, Revista de Literatura y Arte, no. 54, abril-junio 2004.
2 Oscar Luis López: La radio en Cuba. Estudio de su desarrollo en la sociedad neocolonial. Editorial Letras Cubanas; La Habana, 1981, p. 99. Véase citado por: Enrique Saínz y Ricardo Hernández Otero: “La música. La radio. El cine (1923-1935)”, en: Colectivo de Autores: Historia de la Literatura Cubana, Tomo II (La literatura entre  1899 y 1958. La República). Instituto de Literatura y Lingüística. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2003, p. 207.
3 Enrique Saínz y Ricardo Hernández Otero: Ob. Cit., p. 207.

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