19 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Los Medios Masivos en el Sistema Mundo Capitalista. Una visión desde el simulacro

Hacia un modelo de los medios masivos donde subviertan la dimensión fágica del "estado moderno" y desplieguen su poder en la construcción de una hegemonía revolucionaria.
“Los hechos han sido sustituidos por la
interpretación de los hechos”

Jean Baudrillard

“La humanidad  se ha convertido ahora
en espectáculo de sí misma.
Su autoalienación ha alcanzado un grado que
le permite vivir su propia destrucción
como un goce estético”.

Walter Benjamin
(La obra de arte en la era de la reproductividad tecnológica)

Los aparatos ideológicos del estado (a.i.e.) son órganos mediante los cuales se objetivan y reproducen las formas ideológicas dominantes – los patrones valorativos que regulan los diversos espacios de la actividad social – sin que el sujeto advierta su relación con los mecanismos de poder (1). En “Mapping the Ideology” Slavo Zizek define  “…la noción inmanente de la ideología como una doctrina, un conjunto de ideas, creencias, conceptos, destinados a convencernos de su “verdad”, y sin embargo, al servicio de algún interés de poder inconfeso” (2).  Los medios masivos (a.i.e.) en el capitalismo construyen un pensamiento unidimensional, contrapuesto a la acción transformadora, con el objetivo de proteger los dos grandes mitos que sustentan esa formación económico – social: el mercado y la “democracia liberal.

Vivimos un período pos – westfaliano, donde los centros del sistema mundo capitalista intentan controlar desde la ideología política de las élites la red mundial de relaciones (económicas, políticas, culturales) y sostener la segunda hegemonía financiera –imperante desde el fin de la crisis del 29 hasta la actualidad (3). Los medios masivos posicionan a través de sus mainstream ideas como el “derecho natural del más fuerte”, “nación elegida”, “la fusión estado – religión”, “la limitación de las libertades individuales como necesidad de la seguridad nacional”, “el orden de las diferencias”. Noam Chomsky describe a los mainstream, como megaempresas con alianzas al poder corporativo, que garantizan, por extensión, fuertes coaliciones con el poder político. Poseen recursos suficientes para imponer, en contubernio con las élites políticas, los temas de la agenda pública. De acuerdo con el politólogo norteamericano: “hablamos de una prensa que sirve de referente informativo al resto de los medios, y a una clase intelectual y política con posibilidades reales de influir sobre las corrientes de opinión predominantes en un momento dado” (4).

La economía constituye la base del desarrollo social y en el capitalismo nos induce al espectáculo. El tiempo libre se encuentra invadido por un bombardeo de imágenes que compulsan al consumo y mantiene al individuo inmerso en el ciclo infinito: venta de la fuerza de trabajo – espectáculo (publicidad) – consumo. La imagen del Gigante Briareo – personaje mítico en cuyas manos Marx deposita herramientas diferentes – , expresa en en El Capital la cosificación de seres humanos sumidos en la “fantasmagoría de la mercancía” y cuya libertad está condicionada a la necesidad de superar “la autoenajenación del trabajo”.

Marx no alcanzó a conocer la plena fetichización y espectacularización de la sociedad, aunque desentrañó la dimensión simuladora de la economía capitalista (5).

  • Encubre la plusvalía como instrumento  de  explotación.
  • El contrato social confiere legitimidad a la propiedad privada.
  • Aparenta que lo importante de una mercancía es el valor de uso y no de cambio en defensa de la lógica del mercado (ley del valor).

La articulación de estrategias que se mueven desde la “tolerancia represiva” a la “manipulación del consenso”, sumen al género humano en una perenne “guerra mental”. El corporativismo, la eliminación del parlamentarismo, la dominación del sistema de distribución material, de la producción cultural, de raza, género, étnia y preferencia sexual, constituyen preceptos rectores.  La sociedad en red trajo aparejada las netwars –guerras contra enemigos dispuestos en nodos o reds -, el “Teatro de Seguridad”, término acuñado por Bruce Schneider, aludiendo a medidas que no son visibles para la mayoría. El tránsito de la telefonía convencional a la celular y a la telefonía IP (Internet Protocolo) hace cada vez más controlable la vida de los seres humanos. Se apela a la idea del panóptico expuesta por Jeremy Bentham en el siglo XVIII – para Foucault la tecnología disciplinaria por excelencia – donde se atrapa a los individuos  en una cárcel donde son sometidos a una  vigilancia constante.

Al sumir al sujeto en un proyecto de vida individual, se acentúa constantemente la desconexión social. Los medios masivos (a.i.e) actúan como las nuevas drogas expansoras descritas por Timothy Leary, capaces de destruir los límites entre  realidad y  fantasía.  La posición espectatorial del sujeto le impide transitar de la contemplación a la acción organizada y lo mantiene atrapado – según Baudrillard – bajo condiciones que potencian los espacios de simulación (6):

  • La reducción de toda la naturaleza a abstracción formal.
  • La sustitución del movimiento corporal y físico por el uso de lenguajes tecnificados.
  • La miniaturización o la ampliación de los objetos representados en las pantallas, así como la simulación de sus posibles comportamientos.

El control se desarrolla con apego a la psicología gestaliana –realidad desvirtuada. Al eliminarle los referentes históricos, se condiciona la conversión del sujeto en un “ser esquizoide”, sin pasado ni porvenir. “La simulación y la paradoja, el pastiche y la banalización, la desconexión y la falta de referencias fiables, la desaparición de los grandes tópicos argumentales y  el predominio de la valorización sobre la información” pueden atraparse a la manera de la cristalización nietzscheniana (7). En la obra “Cultura contra simulacro” Baudrillard sentencia: “El simulacro no es el que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad. El simulacro es verdadero”. En un contexto supeditado a la lógica del capital,  la verdad se expresa sobre la base de los preceptos de Jules Henry (8):

  • Verdad es lo que se hace vender.
  • Verdad es lo que uno quiere que la gente crea.
  • Verdad es lo que no es falso legalmente.

Durante la década de los sesentas del pasado siglo, el capitalismo enfrentó una crisis de deslegitimación partidista, contrarrestada a través de un proceso de despolitización social, expresado –según tesis de Giddens- en un “desanclaje de lo político” y de corrimiento desde el estado como articulador de la vida de la sociedad hacia el mercado, evidenciado a partir de la década de los setentas con la progresiva implantación del neoliberalismo (9).

Los medios masivos durante los decenios siguientes, simularán una redistribución  del poder desde una aparente “democracia informativa”, diseñada usando las nuevas tecnologías y encaminada a la globalización de la economía y la cultura de las élites –o refuncionalizada por ellas – sobre la base del neoliberalismo como ideología política. El mercado de las ideas se diseña de forma asimétrica, para legitimar la hegemonía de la “democracia liberal”, donde temas como la corrupción, el narcotráfico o el robo, pueden ser “refuncionalizados”, pues no arriesgan la  reproducción capitalista, al articularse de modo coherente en el proceso de acumulación (10).

La desideologización defendida por Daniel Bell en los años sesentas, señala el triunfo de una ideología sustentada en los principios de la teoría de las élites, movilizadora –cuando lo demanden las circunstancias – del “rebaño adormecido”, en defensa de los intereses del capital, evitando además la desconexión de las periferias y la adscripción a las políticas de ajuste como “obligada opción de supervivencia”. La sociedad nos hace imaginar que poseer un cúmulo de información desconectada entre sí –información chatarra -, nos puede conducir a la subversión social. El  individuo no logra trascender desde su posición de sujeto individual a su rol de sujeto histórico, truncando el tránsito dentro de la sociedad desde la crisis hasta la revolución.

En su novela 1984 George Orwell profetizó: «El que controla el pasado controla el futuro. Y quien controla el presente controla el pasado”. Los procesos revolucionarios son mostrados desde una dimensión transhistórica,  en un intento –adscrito a la tesis de Hanna Arent – de atribuir características a actos y acciones que no pueden separarse de la condición humana. Es más fácil alienarse y desprenderse de algo que no creemos repetible (11). Como asegura Kant existe una “disposición moral” para el cambio, pero absorbida por un contexto signado por la aculturación y donde la ruptura con el pasado, impide interconectar sistemicamente pasado – presente – futuro desde una dimensión subversora. Diseñando una y otra vez el consenso desde ilusiones de cambio como el “yes we can”, que atrapó  multitudes a escala global. En ocasiones se apela a la saturación informativa, como mecanismo para disminuir la capacidad de respuestas sociales, pues el individuo “informado” se percibe como sujeto activo, pero no logra trascender el marco virtual de representación. El bombardeo informativo a que es sometido el individuo dentro de la sociedad genera – según Robert Erich – una “patología de la desorientación”.

Los medios masivos sobresalen en la imposición de una ideología política. Sin embargo, la imposibilidad del sujeto de trascender las barreras por ellos fijadas y desarrollar una revolución, según expresa Althusser, es cuestionable en el devenir histórico. La visión reduccionista del filósofo francés obvia los postulados sobre el cimiento aglutinador social implícito en el pensamiento gramcsiano (12). Sin embargo, sólo desde un profundo análisis de la estrategia de los medios masivos en el capitalismo se podrá construir un modelo donde subviertan la dimensión fágica del «estado moderno» y desplieguen su poder en la construcción de una hegemonía revolucionaria.

  1. Aunque en este trabajo analizamos a los medios masivos como uno de los principales Aparatos Ideológicos del Estado, también se incluyen entre ellos las instituciones jurídicas, escolares, políticas, sindicales, de información cultural, etc. Tomado de Ideología y Revolución. Cuba 1959 – 1962. María del Pilar Díaz Castañón. Editorial Ciencias Sociales 2001.
  2. Mapping Ideology.  Slavoj Zizek (editor)
  3. El tratado de Westfalia o  de Münster/Osnabrück, que data del 24 de octubre de 1648, puso fin a la guerra de los Treinta Años que ahogó a Europa en guerras sangrientas por motivos religiosos. El tratado definió los principios de la soberanía nacional, convirtiéndose en la constitución del nuevo sistema de Estados en Europa.
  4. Antonio Pineda Cachero. Revista ÁMBITOS. Nº 6. 1er Semestre de 2001. El modelo de propaganda de Noam Chomsky: medios mainstream y control del pensamiento.
  5. Fabelo Corzo José. La vida humana ante los desafíos del capital (III): la sociedad del espectáculo. Revista Cubana de Filosofía. Edición Digital. No. 19. Octubre – Febrero 2011. ISSN: 1817-0137 http://revista.filosofia.cu/
  6. Jean Baudrillard. Cultura y simulacro.  Editorial Kairós, Barcelona, 1978.
  7. Rodrigo González Martín1996. Publicidad, modernidad y postmodernidad. http://www.cervantesvirtual.com
  8. Jules Henry. La publicidad como sistema filosófico. Referencias 1/72. P. 411.
  9. Giddens Anthony.  Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza 2001.Giddens define el “desanclaje” como “el “despegar” de las relaciones sociales de sus contextos locales de interacción y reestructurarlas en indefinidos intervalos espacio-temporales”.
  10. Federico Engels en su obra “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, señala que la primera forma de revuelta del proletariado moderno contra la gran industria es la criminalidad. Un mayor entendimiento de la tesis de Engels necesita ser desarrollado con amplitud, solo subrayar que el castigo a una conducta generada por la deformación intrínseca del sistema también constituye un freno a la transformación revolucionaria de la sociedad.
  11. Arendt  Hannah.  La Condición Humana, Paidós, 1996, Barcelona.
  12. Castañón, María del Pilar Díaz Ideología y Revolución. Cuba 1959 – 1962Editorial Ciencias Sociales 2001.Esta obra, citada con anterioridad, realiza un interesante análisis del tema, donde se exponen estas y otras ideas medulares para entender la temática
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