19 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Salvar y enriquecer la cultura que nos define

Resulta indispensable que nuestra radio y televisión propongan contenidos no solo alternativos, sino culturalmente superiores
La Corte Suprema del Arte

La Corte Suprema del Arte

Desde el comienzo de las transmisiones radiales (1922) y televisivas (1950) en nuestro país, primó la voluntad de utilizarlas para difundir lo mejor de la cultura nacional. Los más importantes artistas y literatos cubanos tuvieron en ambos medios una plataforma para ofrecer a la ciudadanía sus mejores creaciones e ideas.

La Corte Suprema del Arte, célebre programa de aficionados dirigido por José Antonio Alonso, entre fines de los años treinta y los cuarenta, llegó a ser considerado el concurso más famoso en la radio de habla hispana de la época. Fue la cantera de donde surgieron muchos artistas que trascenderían como Rosita Fornés, Elena Burke, Olga Guillot, Tito Gómez y Celia Cruz, entre muchos más.

El derecho de nacer, novela de Félix B. Caignet, trasmitida por primera vez en 1948 a través de CMQ Radio, reeditó su acogida extraordinaria en la televisión en 1952, cuando conmocionó a todo el país antes de extender su legendario éxito a otras naciones.

Un intelectual insigne como Jorge Mañach logró con su Universidad del Aire, en la emisora radial CMBZ, en los años treinta, reunir en vivo a las más destacadas personalidades culturales para ofrecer conferencias sobre diversos temas.

El típico humor criollo alcanzó cimas con La Tremenda Corte, San Nicolás del Peladero y Alegrías de Sobremesa, espacios que calaron en el gusto e imaginario popular, tipificaron momentos de nuestra historia y enriquecieron el gracejo cubano. A su arrollador éxito van indisolublemente ligados nombres como Leopoldo Fernández, Enrique Arredondo, Antonio Cepero Brito, Consuelito Vidal, Germán Pinelli, Marta Jiménez Oropesa, Aurora Basnuevo, entre otros.

Radionovelas de corte histórico, programas de crítica de artes plásticas, literaria, musical, danzaria, deportiva y audiovisual; espacios para estimular el conocimiento como Escriba y Lea, emisoras para forjar un mejor gusto musical como CMBQ Radio Enciclopedia o CMBF Radio Musical Nacional, o la más reciente creación de los canales educativos, apuntan a ese objetivo cardinal que es fomentar una cultura general integral en los cubanos. 

Radio y televisión, junto a su otro hermano, el cine, atesoran el conjunto de imágenes y sonidos que permiten reconstruir una parte importante del decurso nacional. En tanto reservorios de la memoria de la nación, permitirán a las futuras generaciones reencontrarse con sus orígenes y (re)pensar sus asideros y posibles rumbos.

Aliados del desarrollo cultural
Los medios constituyen espacios de socialización de conocimientos, ideas, actitudes. Producen ideología y estimulan determinados comportamientos. De ahí la importancia de estrategias coherentes y cohesionadas a fin de convertirlos en aliados del desarrollo intelectual, artístico y hasta político de la nación.

Esta idea cobra mayor importancia en la actualidad, ante la emergencia y popularización de medios alternativos y plataformas desde las cuales, sobre todo las nuevas generaciones, producen y comparten contenidos, permeados por sus rutinas, hábitos y formación cultural muy particulares.

Si en tiempos de crisis lo primero que debe preservarse es la cultura, como escudo y espada con el cual enfrentar el arrollador paso de un proceso globalizador que tiende a la homogenización y el embrutecimiento, resulta indispensable que nuestra radio y televisión propongan contenidos no solo alternativos, sino culturalmente superiores.

Para ello deben convivir –nunca perseguir o prohibir–, con un amplio mercado informal que se nutre del polémico Paquete Semanal y las cada vez mayores posibilidades de acceso a Internet, sobresaturados de productos audiovisuales y musicales, desde los de impecable factura hasta aquellos con escasos valores.
Diversos estudios constatan que el 94 por ciento de los cubanos ven televisión a diario, sin importar sexo, edad, profesión, raza o zona de residencia.

Por ello, puede afirmarse que sentarse frente a la pequeña pantalla es la práctica de consumo cultural más importante del país, argumentó Cecilia Linares Fleites, investigadora del Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello (CIDCC) durante los debates de la XXXVII edición del Concurso Caracol 2015, organizado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).

De igual forma, y sobre todo en zonas del centro y oriente del país, persiste la arraigada costumbre de escuchar radio durante varias horas del día, ya sea para mantenerse informados, escuchar música o disfrutar de múltiples espacios dramatizados.

Estas potencialidades deben aprovecharse en función de estimular proyectos enriquecedores, novedosos, amenos, que no decepcionen la fidelidad de las audiencias. En opinión de Pedro Emilio Amorós, investigador del CIDCC, ello exige un fortalecimiento de las capacidades culturales para convivir con las nuevas prácticas de consumo simbólico, mediante una mayor y mejor producción nacional.

Otra fortaleza radica en la amplia red de telecentros territoriales (14) y corresponsalías, así como emisoras municipales y provinciales (97), muchos de ellos con transmisiones de 24 horas, donde debe potenciarse aún más el talento local, como rostro y sentir de las comunidades a lo largo y ancho de la isla.

La radio y la televisión hechas hoy en Cuba deben parecerse cada vez más al tejido social al cual se deben, en tanto medios de alcance público y sin fines de lucro. Ello implica responsabilidad en la facturación de programas, a tono con las expectativas de los públicos, amén de ser atractivos y audaces al proponer contenidos y estimular el debate, sin olvidar su misión formadora de valores.

En los medios, tanto nacionales como territoriales, deben encontrar un espacio cada vez más amplio y frecuente lo más selecto de la intelectualidad y la vanguardia artística del país, unido al talento de realizadores, guionistas y asesores formados durante años de ejercicio de la profesión, muchas veces anónimo.

Orlando Vistel, presidente del Instituto Cubano de la Música, refirió hace pocos años que la defensa del proyecto cultural de la nación “es un tema de máxima actualidad y la máxima responsabilidad nos toca a los de Cultura. Porque en el fondo estamos hablando de la cultura que nos identifica y nos define. En la medida en que nos apartemos de ciertos presupuestos culturales elementales, estamos arriesgando muchos; y a veces perdemos el pulso de la identidad en nuestro proyecto social”.

Mirar a la raíz y nutrirse con la savia de quienes derrocharon talento y sacrificio en cabinas, sets o estudios es una máxima para que la radio y la televisión cubanas nunca dejen de enriquecer el caudal de la cultura cubana.

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