18 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Un recuerdo de La Universidad del Aire

Acerca del decurso histórico de la radio en sus relaciones con la cultura

Destacados intelectuales cubanos participaron como conferencistas en las emisiones del programa La universidad del aire.

En las tardes de domingo, Radio Progreso tiene un programa dedicado a la difusión de la cultura. Ahí escuché una agradable remembranza del que fue un estelar servicio de la CMQ, hasta 1952. Aunque no se trató el por qué dejó de salir al aire, mi memoria sí lo trajo a colación.

Se había producido el Golpe de Estado del 10 de marzo en ese año y una férrea censura amordazaba a la prensa. La Universidad del Aire se mantenía como rector de temas vinculados a la Educación y la Cultura, además de abordar otros de interés universal y problemas de carácter nacional.

Moderaba cada domingo este programa, en horas de la tarde, el Doctor Jorge Mañach, prestigioso intelectual de su tiempo, profesor universitario y columnista del Diario de la Marina y de la Revista Bohemia. En cada edición participaba como invitado un profesor o intelectual prestigioso que exponía sus conocimientos sobre determinado asunto y generaban después un rico debate con la participación del público en el estudio radial.

El análisis de cuestiones inherentes a la historia y la vida pública cubanas molestó al régimen usurpador y  una pandilla de malhechores que se proclamaban Juventud Batistiana, mezclada en el público, atacó a los asistentes con manoplas y otros instrumentos de golpiza, incluso el Dr. Mañach fue objeto de agresión física.

El jefezuelo de la pandilla fue un joven santiaguero con una trayectoria de torturas que se había proclamado fanático partidario de Batista. Su nombre, Puly Tamayo, recibió como premio un cargo importante en la Aduana de Santiago de Cuba.

La CMQ suspendió el programa dada la falta de garantías para su permanencia. El espacio de Radio Progreso contó con el aporte de una investigadora, que imagino joven, que destacó como algo significativo que la radio entre los años veinte y cincuenta se preocupara por difundir la cultura.

Tal observación merece un cierto desglose de informaciones y detalles. Es cierto que a partir de los años veinte, los años de fundación del medio, artistas e intelectuales quisieron tomar la radio como vía para hacer llegar a los públicos el arte y la cultura. Este propósito tuvo cierta fuerza hasta algo más de la mitad de la década siguiente y el tiempo que abarca es lo que algunos historiadores hemos llamado Período Romántico de la Radio Cubana.

En 1934 queda abolida la Enmienda Platt y se firma un nuevo tratado de reciprocidad comercial que hace posible el incremento de la presencia de productos norteamericanos en el mercado cubano. De un 25% que tenía en los años veinte se produce un salto más allá del 85%. Esos productos, sobre todo de primera necesidad, entran al mercado en libre competencia de manera que con ellos aparece la publicidad comercial que escoge a la radio como su instrumento más eficaz. Se inicia con ello el período comercial del medio que aniquila la etapa romántica.

En la década de los cuarenta la radio es ya un gran negocio y aparece una emisora potente que domina el dial: RHC Cadena Azul, cuya programación sometía a la audiencia nacional con un alto volumen de  mensajes publicitarios.

Cadena Azul atiende necesidades preventivas de un público ansioso de distracción y de estímulos culturales y estéticos. Atiende así la variada integración etaria de la audiencia pero no solo infantes, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos, como obreros, amas de casa, estudiantes, profesionales, también quiere abarcar a intelectuales y eruditos. Crea, apoyada en anunciantes, un programa que se titula La Bolsa del saber. En este figuraba un panel de notables intelectuales: Pablo Medina, Juan Luis Martín y algún invitado, bajo la moderación de Luis Aragón.

La Bolsa del saber se convirtió rápidamente en un mensaje popular de alto vuelo con su estructura sencilla, participaban los oyentes que enviaban sus preguntas de temas diversos para que el panel diera respuestas. Cuando estas no se producían Aragón accionaba un mecanismo semejante a una caja contadora y anunciaba el envío de dinero al remitente de la pregunta.

Para que se tenga una idea más cercana les aporto este giro anecdótico. La pregunta del oyente pedía el nombre de una reina de otros tiempos que coincidía con el de una bebida universalmente conocida. El panel se exprimió los sesos y no daba con la respuesta y cuando Aragón iniciaba el efecto de la caja contadora, Pablo Medina gritó: “¡Aguante el dedo Aragón, que ahora me acuerdo de la reina Ginebra”. Aragón detuvo su acción y reconoció que esa era la respuesta pedida.

Los anunciantes que promovían La Bolsa del saber aprovechaban al máximo su popularidad e imprimían folletos con las preguntas y sus respuestas, que se vendían en los estanquillos de periódicos y revistas.

En esa misma década la CMQ se enfrentó en una especie de guerra abierta a Cadena Azul. Lentamente pero muy segura fue retando la programación o poniéndole espacios que contenían fuertes ganchos de interés.

Los jerarcas de la CMQ entendieron que debían retar a La Bolsa del saber y entonces, sin patrocinio comercial  ni respaldo publicitario, sino por empeño propio de la emisora, trajeron a colación la Universidad del aire, que había tenido una presencia efímera en el período romántico. Como es sabido, la contienda de las ondas radiales en una etapa fue ganada por la CMQ, pues la Cadena Azul quedó en ruinas , para no ser menos que La Bolsa…, La Universidad del Aire editó también un cuaderno que contenía las conferencias y los debates. Se vendía en librerías y otros lugares.

La relación que existió entre lo comercial y lo cultural venía dada por la necesidad de crear un nivel de expresión que abarcara la mayoría de la audiencia para que los mensajes publicitarios encontraran un eco amplio y estimularan el consumo.

En un tiempo relativamente corto, la C.MQ vio saturados sus espacios de anuncios. El sólido prestigio que alcanzó la convirtió en uno de los vehículos más caros al que tenían acceso los anunciantes más solventes. Pero existía un grupo minucioso de medianos y pequeños  productores que deseaban tener su oportunidad en la potente emisora.

Como el conjunto representaba un número no despreciable, la CMQ decidió atenderlos y obtener por esa vía apreciables ganancias. Así creó la emisora Radio Reloj Nacional, que a un bajo costo le ofrecía la hora, noticias y anuncios comerciales. Inició sus operaciones en 1948.

Mientras La Universidad del Aire atendía intereses de estudiantes, profesionales y estudiosos, la emisora tenía cubierta la gran mayoría de su audiencia nacional pero quedaba un sector no tan numeroso, pero sí de un alto poder adquisitivo, al que podían interesar los productos suntuarios y de un elevado costo.

CMQ decidió avanzar sobre ese terreno y creó entonces otra emisora, la CMBF Radio Musical Nacional, que promovió el uso de la música instrumental a medio tono de forma indirecta en mansiones, residencias, oficinas, clubes, etcétera, y en cuyas emisiones se hacía la publicidad de los productos suntuarios en el mismo tono mesurado de una escogida locución.

Como informaciones introdujo notas sobre arte, ciencia y cultura general, especialmente en la música clásica.
Espero que este aporte contribuya a perfilar una idea más clara del decurso histórico de la radio en sus relaciones con la cultura.

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