2 de mayo de 2025

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Instituto de Información y Comunicación Social

Concentración de los medios de comunicación y orden global (parte II)

Concentración de los medios de comunicación y orden global (parte II)
comunicación

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 “… y el séptimo día Dios creó los medios de comunicación y entonces,

Dios se quedó sin oficio”.

 

Hasta los años ochenta la gestión de medios latinoamericanos tuvo una impronta familiar, patriarcal y artesanal, mientras que en las últimas décadas, y acompañando el proceso de conversión de la información en un recurso económico cardinal en la estructura de las sociedades, la gestión de los medios se ha profesionalizado y sofisticado mediante la incorporación de las estrategias de management en boga en el mundo occidental, entre las cuales la publicidad constituye una importante fuente de ingresos para buena parte del sector de la información y la comunicación.

En este contexto, los medios están suplantando progresivamente a los partidos políticos, al sistema judicial y al debate social. Según Pascual Serrano[1], ya los políticos no debaten en los parlamentos, sino en shows de medios de prensa. De tal suerte, éstos se han convertido en departamentos de imagen de los grupos de poder y de los grandes emporios económicos. Detrás de los medios hay una gran banca, una aseguradora, una gran empresa de telefonía, una empresa de armamento, etc., por lo que ni siquiera tienen que ser rentables porque la prioridad es dedicarse a ser un departamento de imagen, de valores y de política de un emporio económico cuyos intereses están muy por encima del ámbito de la comunicación, lo que indiscutiblemente pone en entredicho la supuesta neutralidad y objetividad de los medios.

Asimismo, la evolución en el continente europeo no dista sustancialmente de lo acontecido en EEUU y América Latina respectivamente. Un señor como Murdock, conocido por su influencia como magnate mundial, afianza su imperio desde Australia, pasando por la asimilación de los medios en Inglaterra hasta llegar a EEUU.

De esta manera puede hacer que una misma información se transmita al mismo tiempo por la radio y la televisión americana, europea y asiática, con alcance desde Israel hasta Japón vía satélite, poniendo de manifiesto las implicaciones reales del libre comercio y el libre mercado, como marcos generales de reproducción a gran escala del capital trasnacional.

Conectados con las grandes trasnacionales de la información existen grupos en el continente, como el de los Berlusconi, por ejemplo, que funcionan a favor del consenso pro-sistema, el de Asencio y Polanco en España, entre otros, que se encargan de darle cuerpo y solidez a un proceso de concentración y de articulación de los grupos locales o continentales con los grandes conglomerados internacionales.

La concentración de medios en Europa ha sido tema de debate en los últimos años, sobre todo en cuanto al dominio de los mercados por parte de empresas nacionales e internacionales. La legislación europea intenta impedir la creación y el abuso de posiciones dominantes, pero también asegura la entrada de nuevos actores a los mercados. Según informes de la Comisión Europea, las políticas de competencia no tienen por qué hacer aumentar el pluralismo, ya que una limitación en la concentración de los medios no implica necesariamente más pluralismo.

Desde hace alrededor de quince años las empresas de medios europeas han dejado de centrarse solo en sus mercados nacionales para expandirse también a otros países en un contexto de concentración empresarial transfronteriza. Este proceso -en el caso europeo- debe analizarse en una doble dimensión, intercomunitaria e internacional.

En cuanto a la dimensión intercomunitaria, las empresas de Europa occidental han invertido significativamente en los países que entraron a la Unión entre los años 2004 y 2007. En cuanto al ámbito internacional, los inversores no europeos han logrado una influencia creciente en el panorama mediático: News Corp. y el imperio de prensa y televisión de pago de Rupert Murdoch; la compra de los canales de televisión del grupo alemán Kirch por parte del magnate norteamericano Haim Saban; la aparición de la SBS, de propiedad norteamericana que controla diversos canales de televisión al norte de Europa y que se está expandiendo por el sur; etc.

En los últimos años el proceso de fusiones en el continente se ha acelerado. Bertelsmann, primer editor mundial, ha adquirido RTL Group y controla, en Francia, la radio RTL y la cadena M6; Silvio Berlusconi posee las tres principales cadenas privadas de Italia y maneja, en cuanto presidente del consejo, el conjunto de cadenas públicas.  En España, la firma Prisa controla el diario El País, la cadena SER de radios, la cadena Canal+ y un polo de casas editoriales (Santillana, Aguilar, Alfaguara, Alamah, Taurus y Punto de Lectura), cuyos ingresos, de más de 60 millones de euros provienen, en un 63%, del continente americano[2].

En Francia, la crisis del mercado publicitario, la baja en las ventas de diarios y la llegada de los periódicos gratuitos incitan al reagrupamiento de los títulos de prensa, favoreciendo la entrada de industriales en el capital de las sociedades de prensa en apuros. En ese contexto, el grupo Dassault, presidido por Serge Dassault, (hombre de derecha elegido alcalde con los votos del Frente Nacional, que controla ya Le Figaro y numerosos periódicos regionales) ha podido adquirir el semanario L’Express, la revista L’Expansion y 14 otros títulos, convirtiéndose, bajo la firma Socpresse, en el primer grupo de prensa.

Además, el grupo Legardere, presidido por JeanLuc Legardere, hombre igualmente de derecha, próximo a Jacques Chirac, primer editor de Francia (Hachete, Fyard, Grasset, Stock…) que posee ya periódicos regionales (NiceMatin, La Provence), domina las revistas de prensa (Paris Match, Elle, Tele 7 Jours, Pariscope) y controla la distribución de periódicos vía los quioscos Realy y las Nouvelles Messageries de la prensa parisina (NMPP), ha comprado el grupo de edición VUP (Larousse, Robert Laffont, Bordas…), convirtiéndose en uno de los gigantes europeos de la comunicación y sin ocultar ya su ambición de absorber el Canal+, es decir, la cadena pública France.

Estos dos grupos, Dassault y Lagardere, tienen en común la inquietante particularidad de haberse constituido alrededor de una firma central cuya actividad es militar (aviones de caza, helicópteros, misiles, cohetes, satélites…), de manera que algunos de los más grandes medios de comunicación en el continente están en manos de los “comerciantes de cañones”[3].  Ello supone, con certeza, el apoyo de éstos a las campañas y aventuras militares de EEUU (en algunos casos secundadas por la UE) en el mundo.

Por su parte, en la mayoría de los países europeos, la privatización en radiodifusión ha conducido a un proceso contradictorio de diversificación de sistemas de distribución, y a la concentración de la propiedad de empresas.  Esto tiene sus mejores ejemplos en los casos de la Europa meridional: la falta de regulación ha llevado al surgimiento de nuevas instituciones de radiodifusión, pero al mismo tiempo, los grupos de medios de comunicación más poderosos pueden dominar con facilidad el mercado en una forma de oligopolio.

Asimismo, la situación en Europa Oriental está lejos de ser homogénea y los casos quizás más representativos son los de Polonia y Hungría.  Las diferencias claves evidentemente tienen que ver con la distinta evolución de dos tipos de sociedad ideológicamente opuestas a partir de la Segunda Guerra Mundial.  En algunos casos medios de comunicación de reciente cuño son el producto de la oposición política a los antiguos regímenes comunistas. Además, hay una apreciable falta de capital nacional disponible para el desarrollo de los nuevos medios de comunicación que surgen, los que además deben enfrentar el desafío de la invasión económica de Europa Occidental, al principio carente de una clara estrategia al respecto, pero en la actualidad, con una influencia creciente y sólida sobre las nuevas economías capitalistas.

De ahí que las estructuras de medios de comunicación en el continente en general, serán determinadas, posiblemente, cada vez menos por las acciones exclusivas de los Estados nacionales, y más, por las fuerzas transnacionales, entre las cuales las empresas multimedios habrán de desempeñar un papel de crucial importancia.

En definitiva, nuestros días se ven ampliamente manipulados por la información “uniformizada” que recibimos a través de los medios, revisada y manejada por los grupos más poderosos e influyentes en el ramo, poco interesados, además, en la diversidad de culturas que componen nuestras sociedades, y alentados por la motivación del denominado imperialismo cultural y su capacidad de influencia.

El poder que genera los amplios niveles de concentración de los medios y su capacidad de incidir en la opinión pública, sobre todo cuando se aglutina en manos de pocas corporaciones, lleva fácilmente y de manera casi natural a la censura y a la conformidad de pensamiento y cultura. De tal suerte, la descentralización constituye el espacio por excelencia donde se realizan los intereses del gran capital, mientras, los medios de comunicación se convierten en el instrumento trasmisor del pensamiento único: el libre mercado.

En sentido general, gran parte de la sociedad está, de hecho, condenada a un limbo informativo que incluye una actualidad insustancial, manipulada para una población de la que se espera mantenga atrofiada su capacidad de discernimiento.  Del mismo modo sucede con la denominada libertad política[4], viciada por el espectáculo, los efectos y la estetización del mundo.

La combinación entre la información mediática y los nuevos procedimientos audiovisuales está dando lugar a nuevas formas de control social cuya base es la espectacularización de la realidad social, de los conflictos, la estetización de éstos, y la ritualización del mundo político. Por ello se conoce a la denominada era de la información como la era de la producción industrial de estados mentales, que abarca también el control sobre las sensibilidades, sobre todo a partir de la conocida publicidad.

De ahí que algunos expertos hayan planteado la necesidad de la recomposición experimental de la subjetividad, hoy dominada por el centralismo descentralizado de la información y por la promoción del individualismo de masas que podemos encontrar tanto en la televisión como en la radio de nuestros días.

Los medios de comunicación -en general- se han transformado en los grandes aparatos ideológicos del estado transnacional.  De manera que se impone, no solo la construcción de una realidad alternativa a los desarrollos sociales, económicos y políticos de la actualidad, sino, la conformación de una voluntad sensible de ser orientada en beneficio de las grandes masas.

En sentido general, nuestro país y asimismo, nuestra producción audiovisual, se ven influidos notablemente por los desarrollos de un mundo, mayoritariamente dominado por los intereses estéticos del gran capital. Los riesgos de asimilación, distorsión, y enajenación de la realidad, por tanto son mayores, a lo que ha contribuido sobremanera en los últimos lustros el creciente avance de los medios informáticos y telemáticos.

De ahí que las denominadas estrategias de contención en este sentido, desde y para las grandes masas, no deben limitarse a intentar frenar la divulgación de las grandes producciones occidentales de entretenimiento trasmisoras de conceptos orientados a la estimulación y reproducción del consumo, sino potenciar, en la medida de lo posible, la concreción de estrategias regionales que promuevan la producción audiovisual sobre la base del estímulo crítico de las audiencias, en correspondencia con sus realidades concretas y necesidades inmediatas.

Se impone entonces, un acercamiento al mundo del entretenimiento desde una posición de clase, con inquietudes y aspiraciones de satisfacción estéticas y éticas, una proyección desde el denominado Tercer Mundo que no ceda en profesionalidad, independencia y solidez, ante un público cada vez más ávido de esparcimiento pero también mejor preparado culturalmente.

La hegemonía del capital trasnacional, lesionado en los últimos años a consecuencia de la crisis económica-financiera, ha hecho, de la manipulación de los medios, uno de sus principales instrumentos de dominación. Las inquietudes que esto debe suponer en las sociedades progresistas y de izquierda en el mundo suponen, en sí mismas, un desafío creciente de inestimable trascendencia, con implicaciones en el imaginario público a nivel global.

 


[1]. Nació en Valencia (España) en 1964, Licenciado en Periodismo en 1993 en la Universidad  Complutense de Madrid. En 1996 fundó junto con un grupo de periodistas la publicación electrónica Rebelión (www.rebelion.org), que hoy funciona como diario alternativo en Internet. Es miembro fundador de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad, creada en México en 2004.

[2]. Ramonet, Ignacio. La concentración de los medios de comunicación. En: Revista A primera Plana (edición digital), julio 29 de 2009. (http://www.prisa.es/memoria/grupo2001)

[3].En un contexto en el que se han producido algunos cambios en el complejo militar industrial. El antiguo complejo estaba formado principalmente por las grandes industrias de armamento, fabricantes de aviones, munición, y ese tipo de industria pesada… Ellos siguen ahí, pero el centro del complejo militar-industrial ha cambiado bastante. Ahora sería más una combinación de fuerzas académicas, intelectuales o universitarias junto a la alta tecnología, que es precisamente donde reside el poder… la industria farmacéutica, biomolecular, y sus lazos cada vez más estrechos con las Universidades; y por supuesto las investigaciones sobre ordenadores e inteligencia artificial. Ése sería hoy el centro decisivo del complejo militar-industrial, el que podría denominarse complejo militaracadémico-industrial de alta tecnología («military-university-high-tech complex»). Ha habido una penetración corporativa y como consecuencia cambios patentes de este tipo en las Universidades en los últimos 15 años.

[4] La libertad política no es el derecho a ejercer la voluntad, sino el derecho a controlar el proceso de formación de la voluntad.

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