La Radio, semilla de leyendas: homenaje a programas que cruzaron la frontera hacia la televisión

Evento Teórico Caracol
En el marco del evento teórico Caracol, organizado por la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, se desarrolló un panel profundamente evocador y analítico: “Programas simultáneos en radio y televisión”. Moderado por Bruno Suárez Romero, el espacio se convirtió en un viaje en el tiempo, un tributo a la radio como cuna creativa y a la valentía de quienes expandieron sus horizontes hacia la pantalla chica.
Los panelistas Reynaldo Taladrid, Luis Ríos Vega y Alfredo Pérez, junto con invitados especiales como Jorge Gómez y Guillermo (el inolvidable “Guille” de Perspectiva), tejieron una narrativa sobre la adaptación, la innovación y el amor por un público que los siguió fielmente de un medio a otro. La sesión comenzó con una verdad fundamental: la radio forjó una relación de intimidad y confianza única con el oyente. Esa conexión, ese “público que siempre acompaña a la radio”, como alguien apuntó, fue el capital más valioso que cualquier programa podía tener. Fue en este fértil terreno sonoro donde germinaron las ideas que luego deslumbrarían en televisión.
Dirigiéndose a Taladrid, Bruno Suárez destacó el caso emblemático de Pasaje a lo desconocido, un programa creado y conducido desde su origen por el propio Taladrid. Realizado para la televisión y con una versión radial –que salió al aire primero en Habana Radio y ahora en Rebelde– el espacio constituye una excelente propuesta para quienes están ávidos de profundizar en diversos temas. “Es un programa de público”, recalcó Suárez, explicando que, aunque las llamadas telefónicas directas mermaron, la esencia de interactuar con la audiencia se mantuvo y hasta se potenció a través de las redes sociales. Esta transición digital permitió que el programa se convirtiera en un espacio más contemporáneo, sin perder su esencia. La capacidad de Taladrid para crear segmentos con nombre propio y un lenguaje carismático, aprendido y perfeccionado en la radio, fue el puente natural que facilitó su exitosa adaptación a la televisión, aportando contenido nacido de las mismas demandas de su fiel audiencia.
Uno de los testimonios más emotivos llegó con la historia de Perspectiva, un programa que no solo cruzó el umbral mediático, sino que derribó barreras culturales. Jorge Gómez, su conductor, y Guillermo (“el Guille”), su alma máter y asesor, recordaron los orígenes del espacio. Jorge Gómez reveló que la génesis fue simple y poderosa: “Guillermo hablaba de lo que sabía de rock mientras ponían los discos”. Él era el erudito, el apasionado que compartía su conocimiento de manera espontánea, sin guiones, en una conversación que rompió todos los esquemas radiales de la época.
Por su parte, la figura de “el Guille” fue pintada como la de un coleccionista visionario. Un hombre “con varios discos debajo del brazo junto con revistas”, cuya curiosidad insaciable era alimentada por los integrantes del grupo Moncada, quienes durante sus viajes al exterior traían los discos nuevos e inéditos que luego sonarían en el programa.
Fue así como Perspectiva, en las ondas de la sacrosanta Radio Progreso, se convirtió en una “carpeta insólita” al sacar al aire, a finales de los 70, no solo a gigantes como Michael Jackson, Led Zeppelin y Pink Floyd, sino también músicas absolutamente inéditas para todas las radios cubanas. Su salto a la televisión en Cubavisión fue un impacto social sin precedentes.
“Fue la primera vez que el pueblo cubano podía ver a estos músicos tocando. Era un privilegio inolvidable”, se afirmó. Lo más revolucionario fue que lo hicieron con un respeto absoluto por el arte, presentando a todos los músicos por igual, sin censuras, incluso desafiando las normas de la época al incluir artistas homosexuales porque, en palabras de uno de los panelistas, “cuando se cree en lo que se hace, se hace aun en contra de los límites impuestos”.
Luis Ríos Vega llevó a la audiencia a la era de Sorpresa XL, un programa que nació de la radio en vivo y encontró en la televisión su máxima expresión de dinamismo. Mientras que el formato radial, de cuatro horas, dependía de un elenco estable y de la imaginación del oyente (usando ruidos de animales para adivinanzas), la televisión les abrió un mundo de posibilidades físicas.
“En Sorpresa podían hacer lo que no podían hacer en la radio”, afirmó Ríos Vega. Llevaron animales —burros, un ternero, un camello e incluso un león que una vez dejó paralizado de miedo al moderador—, construyeron una piscina en el set, e incentivaron una participación física que enamoró al público. Este cambio no fue solo de escala, sino de esencia: la televisión les permitió conectar con un público más joven y demostrar que el conocimiento podía ser tan divertido como espectacular.
Fue en este punto donde Reinaldo Taladrid introdujo una reflexión crucial: la necesidad de dignificar el entretenimiento. Subrayó que programas como Sorpresa XL demuestran que el entretenimiento no es un género menor. Criticó el “didactismo excesivo” que provoca rechazo y la paradoja de que se invierta más en programas de baja audiencia pero “educativos”, que en shows divertidos que, a pesar de arrastrar grandes audiencias y requerir un trabajo de producción monumental, son menospreciados por “solo ser entretenimiento”. “Es necesario para la población también”, sentenció, defendiendo el valor cultural y social de hacer reír, sorprender y emocionar.
Para cerrar este recorrido, Alfredo Pérez habló con devoción de Nocturno, un ícono de la radio cubana que cumple casi 60 años al aire. Su director, Burgo, y luego Alberto Fernández Arias, lograron llevar a la televisión un programa cuyo poder siempre radicó en lo sonoro, en ser la compañía para un público que no tenía una referencia física de los intérpretes que amaba. Su incursión televisiva, inicialmente pensada para los veranos, fue un éxito tan rotundo que se mantuvo por dos años.
Pérez no ocultó las dificultades, señalando la mala calidad de los gráficos y videos, consecuencia directa del poco apoyo institucional para la búsqueda de materiales, un trabajo que en muchas ocasiones ha tenido que realizarse desde casa y con recursos propios. Aun así, la esencia de Nocturno prevaleció, demostrando que la fuerza de su vínculo con el público podía trascender cualquier limitación técnica.
El panel dejó una conclusión clara y emotiva: la relación entre la radio y la televisión en Cuba no fue una simple migración, sino una simbiosis creativa. La radio fue el laboratorio, el espacio de confianza donde se forjaron las voces, los formatos y la lealtad de un público. La televisión fue el amplificador, el escenario donde esas ideas cobraron dimensiones visuales y un impacto social más amplio.
Programas como Perspectiva, Sorpresa XL, Pasaje a lo desconocido y Nocturno no son solo piezas de la historia mediática cubana; son testigos de que, cuando el talento y la pasión por conectar con el público son la fuerza motriz, es posible cruzar cualquier frontera y crear leyendas que perduran en la memoria colectiva de una nación.