19 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

A tiempo para buenas cosechas

El diseño gráfico tiene una carga cultural, educativa con la cual tenenmos una responsabilidad
Reynaldo González

Reynaldo González

 Basta una lectura rápida a las entrevistas o artículos de opinión que sobre nuestras producciones editoriales, cinematográficas o televisivas, han aparecido en los últimos meses en las publicaciones cubanas, para advertir una preocupación latente entre críticos y creadores: la escasa atención a la forma en tales productos culturales, esto es, a la primera garantía de atraer el interés de un lector o espectador hacia un libro o una propuesta audiovisual.

Cuando corren tiempos de la mayor convergencia de signos que ha conocido la humanidad, y nuestra circunstancia no es más la del barrio, sino una aparente circunstancia global, ¿cómo presentamos la nueva serie televisiva de aventuras, una teleclase, etcétera? En jaque por el extraordinario desarrollo de las comunicaciones mediadas por computadoras, más participativas y dinámicas ¿cómo conquista la televisión un sitio entre la sobreabundancia de referentes? Para los diseñadores gráficos, responsables en primera instancia de la visualidad de estos productos, se trata de un desafío sin precedentes.

La larga cosecha del diseño gráfico en Cuba

Recuerda el escritor Reynaldo González, Premio Nacional de Literatura y amante furibundo del arte gráfico cubano, aquella época en que nuestra isla, hija adorada de España y una suerte de novia deseada de Estados Unidos, recibió de esas partes del mundo el sentido emprendedor de sus adelantos técnicos y los desarrolló con una prioridad en algunos aspectos superior incluso a la metrópoli peninsular. Desde los años de la conquista, la capital cubana se benefició de su situación geográfica y de constituir un punto de entrecruce cultural hacia un cosmopolitismo imparable. A partir de entonces, rememora el editor de La Siempreviva, el grafismo no se detuvo.

La televisión llegó a Cuba, por tanto, cuando en la mayoría de los países del continente la pequeña pantalla era cuento para niños. El extraordinario desarrollo del diseño gráfico permitió la confluencia en el nuevo medio de expresiones de todo tipo. Menos de una década más tarde, “al llegar la Revolución, cesó la publicidad en la radio, la televisión y la prensa: el nuevo orden privilegió la enseñanza y, dentro de ella, la artística. Por un período inicial comulgaron las escuelas más contradictorias, el conductivismo de un arte supuestamente proletario y el expresionismo abstracto, participante en una muy arriesgada maniobra junto a los innovadores de la primera etapa, que ofrecieron una tranquila resistencia. Tantas generaciones como tendencias coincidieron en la palestra del arte y del diseño, con insoslayables contaminaciones”.

Desde mediados del pasado siglo confluyen en la Televisión Cubana “talentos surgidos de exigentes escuelas, con una formación plural, más completa que la de sus antecesores, y talentos experimentados (…) En la actualidad, luego de períodos de grandes hallazgos y profundos declives, de atravesar crisis económicas que mermaron la producción (…), el arte gráfico cubano se recompone y busca nuevos horizontes. Su salud peligra por un persistente drenaje de talentos, competidor de la reposición, también persistente. Asiste a un dilema de permanencia, imprescindible para desarrollar métodos y oficios, aunque dispone de fuentes contrapuestas y plurales, confrontaciones que lo enriquecen e impiden la rutinaria reducción de los hallazgos. El diseño cubano ha capeado algunos temporales y tiene a su favor períodos dorados. Sin embargo, de nuevo se implica en una carrera de relevos, diferente del maratón deportivo, y requiere un imprescindible tiempo de siembra para futuras cosechas”.

El audiovisual, terreno fértil

El “dilema de permanencia” mencionado por Reynaldo matiza su gravedad cuando el relevo avanza, con aires de conquista. “Considero al diseño un arte”, dice Raupa, uno de los más reconocidos profesionales dentro de la joven promoción. Incluso antes de su graduación del Instituto Superior de Diseño Industrial, encontró en el audiovisual ―especialmente en la televisión― un espacio de legitimación, donde se distingue su trabajo como una propuesta de valores comunicativos y artísticos particulares.

La clave, quizá, radique en que este joven diseñador no subestima un trabajo por encargo o unos pocos segundos en pantalla: para la presentación de un programa o para un spot audiovisual, “tenemos que ilustrar, dibujar, incluso escribir un guión, hacer un story board y construir el mensaje a partir de una dramaturgia”.

Más allá de la estéril discusión acerca de si el diseño gráfico es o no un arte, quien se dedique a esta profesión ha de “saber bien lo que quiere, y muchas veces los realizadores no lo saben con claridad y recurren al cliché. La frontera entre arte y no arte, no es dura”. Investigador y Doctor en Ciencias Filológicas, el criterio de Mario Masvidal acerca de los spots televisivos para jóvenes enlaza con la experiencia de Héctor Villaverde, presidente del Comité Prográfica Cubana y desde 1998, diseñador gráfico del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, uno de los pocos espacios que ha abierto sus puertas al análisis de este quehacer:

“Aparte de su función propagandística, la más reconocida, el diseño tiene una carga cultural, educativa, con la cual tenemos una responsabilidad. Puede haber valores culturales en el diseño de un producto cuyo tema no sea la cultura o las manifestaciones artísticas propiamente; puede tener, incluso, un contenido cultural mucho más rico”.

Como en toda producción colectiva, el diseño audiovisual implica “establecer propuestas, trabajar de conjunto para que el producto final se vea bien, desde la primera impresión hasta los créditos, pero todo con la aprobación del director”, explica Raupa. Con la experiencia de la imagen promocional de la Muestra Joven y la serie de cortos publicitarios de bien público, ambos para la Televisión Cubana, entre muchas otras creaciones, admite que tal soporte no es la preferencia de todos los profesionales egresados de la escuela de diseño, a pesar del desarrollo alcanzado en los últimos años:

“En los medios hay cosas realmente malas, en cuanto a concepto e imagen. ¿Por qué hacer un material corto, educativo, criticando determinada conducta y elogiando otra si entre ambas siempre hay un montón de matices? También hay buenos materiales, de unos pocos diseñadores o artistas”.

Las escasas posibilidades de trascendencia en el medio televisivo, por ejemplo, es uno de los factores que aleja a los diseñadores gráficos. La garantía de la permanencia residiría en la capacidad comunicativa de estos productos.

“En Cuba, en los últimos 15 años, ha crecido una generación con una mayor claridad de estas ideas―aclara Villaverde―. Ha habido receptividad. El hecho de que una obra sea por encargo no anula esos valores… o al menos no en un diseño serio. En el Renacimiento, las obras eran encargadas, por la iglesia en su mayoría. Eso de ninguna manera debe limitar las posibilidades de un diseñador de insertar valores positivos en función de la sociedad, es parte de la responsabilidad del diseñador, más allá de promover. A uno le encargan, pero la conciencia social no puede evadirse. Los recursos invertidos en ese sentido son necesarios, porque la cultura marginal invade la cultura visual, la del diseño”.

“La educación estética y visual en edades tempranas es vital, porque moldea parte de la sensibilidad, quien la recibe se forma en una cultura visual rica en valores educativos, formativos, responsables ―continúa el Premio Nacional de Diseño Raúl Martínez―. Por suerte, no solo en Cuba, sino en muchos otros países, ya se advierte una tendencia en los diseñadores jóvenes a defender los valores culturales y comunicativos del diseño gráfico”.

La mayoría de estos nuevos diseñadores, preocupados por la trascendencia de sus obras, han encontrado en la televisión un laboratorio para sus búsquedas. Especialmente, en programas concebidos para o desde un público juvenil. El interés por reconocer y legitimar los valores del diseño en televisión deviene todavía un camino poco explorado, pero en andas, de formación de una cultura del diseño entre las nuevas generaciones. Un primer paso que, a la larga, transforma sociedades.

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