Argelia Pera: La radio es mi vida

Argelia Pera
Excelencia, rigor, sencillez y absoluta entrega por la profesión distinguen a esta singular entrevistada que, mientras agradece el haber sido reconocida por la obra de su vida, inspira e insta a las nuevas generaciones a comprometerse con la palabra desde la ética y el respecto hacia el otro. Desde estas líneas un recuento por su larga y fructífera trayectoria.
¿Por qué la radio en su vida y cuánto le representa?
“Definitivamente, la radio es mi vida porque es donde me he sentido, en término de actividad laboral, muy bien. Comencé en televisión a finales de 1969, hice muchos programas en vivo y grabados; fui dirigente sindical del Buró del organismo pero las cosas se complicaron cuando a alguien se le ocurrió maneras de hacer que yo no iba a cambiar y nos afectaban, en tanto apenas trabajábamos.
Llegué a creer que a ese paso, al cabo de un año, yo no iba ni a saber hablar porque era muy jovencita y no me podía jubilar. Entonces pensé en la radio. Hice pruebas de Consejo Artístico en dos emisoras y fui aprobada en ambas, pero me decidí por Radio Reloj desde 1990. Para permanecer en esa emisora sí hay que saber, cualquiera no se puede sentar ante esos micrófonos.
Vivo enamorada de mi profesión. Tenía 19 años cuando inicié el camino y me felicito al no haberme conformado y seguir estudiando y creciendo dentro de la profesión. Considero que el locutor no lleva apellidos, simplemente es locutor y la vida lo va situando en el medio ya sea radio, televisión, circo, cabaret. Sin ebnarho, cada lugar tiene sus diferencias: en radio tienes que darlo todo con la voz; en televisión quizás un gesto te apoya.
Yo solo dejé de hacer televisión en 2012, año en que me jubilé. Hasta entonces lo único que hacía era cabina y casi siempre me tocaba dar a conocer las malas noticias. Creo que ese trabajo debería retomarse porque es una experiencia y un ejercicio de mesura y preparación muy necesarios”.
Cincuenta años se dice fácil pero ¿cómo define el trayecto hasta hoy?
“Ciertamente el camino no ha sido fácil, ha resultado largo; pero cuando haces lo que te gusta no hay cansancio; el trabajo, entonces, se traduce en placer. Cuando tomé el curso de locución del ICR, luego de ser admitida por la prueba de aptitud, mi papá me advirtió que la locución no era un juego y que había que estudiar, escuchar consejos de los grandes, hacerlo bien, destacarse, no ser del montón.
Cuando de ese curso nos seleccionaron a Marianita Morejón, Jesús Esteban y a mí para la televisión, papi, exclamó: “Magnífico; pero sí puedes hacer radio, mucho mejor”. Mi papá estaba en lo cierto. Traté de cumplir con lo que prometí, aquello era lo que yo quería; y no, para jugar.
Mi papá fue mi primer maesro, el patrón que seguí. Pienso que tenerlo en la casa escuchando como leía un libreto o improvisaba influyó en mi vocación. De él provinieron muchos consejos, no solo de locución sino también de ética, respeto a los compañeros, a los jefes, o sea, disciplina en sentido general.
Para mi padre, siempre pude haber hecho mejor cada actuación, completamente bien, no lo logré ante sus ojos y sapiencia, siempre había un detalle y se lo agradezco aún. Nunca me calificó en el curso, ni en la evaluación, jamás me dio un empujón con nadie para que trabajara.
También tuve profesores muy buenos, todos estrellas, muy profesionales y pacientes; el de todos los días, Rafael Fábregas. Con el tiempo y la experiencia la vida te coloca en el lugar de reciprocar lo que otros antes hicieron conmigo, por eso no ha faltado de mí el consejo a muchos, con el mismo respeto que lo recibí en mis inicios. He impartido varios cursos en el Centro de Estudios de Radio y Televisión y soy miembro de la cátedra de locución».
¿Cómo define su relación con sus colegas y el público?
“Creo que los dos, mi mamá y mi papá deben estar contentos con la trayecctoria de mi hermana, realizadora de documentales, fallecida el año pasado, y con la mía. Hemos hecho bien las cosas, hemos sido reconocidas y más que certificados y premios tenemos el cariño de nuestros compañeros. Las dos hemos mantenido el apellido.
Y justo en ese sentido agradezco, infinitamente, las muestras de cariño de las personas que me saludan, me recuerdan. Me enseñaron tanto mis padres como mis maestros que para corresponder a esas muestras de afecto siempre hay que tener tiempo. A veces tengo alguna preocupación, hecho normal en cualquier persona, y si alguien me saluda o refiere conocerme de mucho tiempo atrás, eso me cambia el día para bien. Ese cariño del público es revitalizador, sin dudas, es el mejor de los premios».
Revista de la mañana, en televisión y Radio Reloj, dos de sus grandes casas. ¿Cómo es su vínculo con la noticia?
“ Siempre me gustó leer pero interpretando, narrando. Y eso es la noticia. Es lo que más me gusta hacer”.
Y hablando de noticia, ¿ cuál ha sido la más dificil de ofrecer?
“Pues cuando falleció mi amiga, la gran locutora Conchita García. Aún estando ella en la funeraria tuve que hacer el programa televisivo “Listo Estudio”. Dimos la noticia, hicimos el espacio con lágrimas en los ojos y frases entrecortadas. Ahí estuve dos años con el mismo dolor. Recuerdo que por entonces ella me estaba ayudando a preparar el primer añito de mi hijo, por solo pensar en uno de los tantos momentos que nos unieron”.
¿La noticia más feliz que ha dado?
“Pues estando en Radio Reloj anuncié cómo rescató la policía al niño Elián de la casa de aquellos familiares y se lo entregaron a su padre como tenía que ser”.
¿Cual desearía ofrecer de inmediato?
“La primera, poder decir que se encontró la cura para esa enfermedad horrible que es el cáncer; la otra que cesen los conflctos que ahora mismo existen en el mundo; que terminen esos enfrentamientos, no haya más muertos ni heridos, se respeten los acuerdos y por tanto que haya paz en el mundo”.
Una anécdota que la haya marcado para siempre…
“Bueno, en tiempos del programa “Para bailar”, uno de esos domingos yo estaba en cabina. Ese fue un espacio muy visto y antes de su salida se emitía un boletín de noticias que se llamaba “En tres minutos”. Yo me había puesto una presilla en el pelo para amoldarlo, claro, por un momento. Tenía el cabello muy largo y se me movía hacia la cara. Ya el jefe técnico me había advertido que se me podía olvidar quitar la presilla, y eso fue justamente lo que sucedió.
Yo creo que toda Cuba llamó al máster para decir que la locutora tenía algo en el pelo…yo escuchaba a mis compañeros hablar por teléfono, disculpándose. Aquello me lo pude quitar cuando se transmitió un video. Qué pena pasé. Se me caía la cara de vergüenza. A partir de ese momento fui más cuidadosa”.
Su principal consejo a las generaciones venideras…
“Pues uno que vale por cientos: les diría que pongan el corazón y su mayor interés en la profesión elegida. En el caso nuestro se trata de vivir para la locución; no de la locución. Eso trae como consecuencia que dentro de la profesión se torna indispensable querernos, respetarnos y escuchar los consejos de los que tienen más años; no por gusto ni por casualidad nos labraron este buen camino”.