19 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Cuando lo bueno pasa

Desde hace algunos años, público y expertos sienten que las propuestas musicales han perdido calidad y protagonismo dentro de la programación televisiva cubana.
Gloria Torres, directora de programas musicales

Gloria Torres, directora de programas musicales

En la Cuba de hoy, cuando música e imagen se imbrican ante los ojos de los televidentes, no pocos dejan plantada a la pequeña pantalla en busca de otras opciones. Para muchos, el espectáculo musical televisivo ha apagado sus luces y la posibilidad de elegir géneros e intérpretes, antes placentera, ha tomado visos de incertidumbre.

Desde hace algunos años, el público cubano -entre ellos los expertos en el tema- sienten que las propuestas musicales han perdido calidad y protagonismo dentro de la programación televisiva. Más que diversión, la música es ahora mismo una preocupación.

El poco atractivo de los programas, muchos formatos similares, la desatención de las necesidades de los consumidores, cuya opinión ha quedado relegada, y la escasa variedad de propuestas, son algunos de los elementos que lastran la óptima aceptación del musical televisivo.

Sin peros, muchas razones

“Sinceramente considero que esta es una de las peores etapas que ha atravesado la programación musical de la televisión”, confiesa Gloria Torres, directora de programas musicales; criterio secundado por su colega Víctor Torres, quien piensa que “el impacto de nuestras producciones para la televisión ha descendido mucho con relación a otros períodos”.

¿Causas? No solo materiales. Son muchas las razones que detienen el avance de las buenas ideas y las mejores intenciones de productores, directores y técnicos en general.

Cierto: la escasez de recursos descuella en cada comentario como la mayor dificultad para la realización de musicales. El déficit de material escenográfico, de alta tecnología para optimizar la producción y otras condiciones de trabajo, casi imprescindibles para dar forma a cualquier proyecto, mellan desde hace un tiempo las producciones musicales de la Televisión Cubana. No obstante, el atraso ha devenido en pretexto para justificar fallas más notables.

Nuestra música en televisión se encuentra en un bache que la mantiene aletargada y sin ritmo, casi aplastada por la presión de un público descontento. Víctor Torres afirma que “No hemos tenido en esta última etapa programas de televisión que arrastren tras sí un boom musical y provoquen un salto productivo para satisfacer esa demanda. Como resultado hay una especie de pequeños abismos entre los que la gente está consumiendo y lo que nosotros estamos produciendo”.

Si bien realmente en la actualidad existen varias propuestas musicales, muy pocas han marcado pautas para nuevos proyectos o han quedado en la memoria del televidente como un recuerdo valioso. Las últimas generaciones tienen poco que contar sobre el tema.

Con esta opinión coincide Gloria Torres, quien reconoce que el problema material influye pero no determina. A su modo de ver, en la división de musicales el mayor desatino es la ausencia de análisis y de una guía desde el punto de vista organizativo y creativo.

La directora de programas como A moverse recuerda momentos estelares de la producción musical hace más de una década, cuando existía en el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) un departamento llamado Política Musical.  Ese grupo contaba con tres musicólogos, encargados de analizar la estructura de todos los programas, las agrupaciones que utilizaban, su calidad y las estrategias para no repetirse. Era una labor esencial con el fin de garantizar el éxito de cada producción. Hoy este colectivo, según los realizadores, solo mantiene su nombre, pues casi ha desaparecido, a pesar de que en otros departamentos permanece vigente ese método.

Por su parte, Guillermo Vilar, también director de programas musicales de radio y televisión, tiene una opinión similar, aunque aborda otra arista de la situación: “se intenta poner una programación diversa para tratar de abarcar diferentes espacios, y casi siempre ponen los de mayor rating en horarios estelares; pero no siempre son los más felices”.

La gloria que se ha perdido

Más de un elemento de los que se necesitan para atrapar al público ante la pantalla chica está fallando actualmente en el propósito de llevar la música a los hogares a través del audiovisual.

Un índice aproximado de audiencia de 4,3 por ciento, que califica en la categoría de muy baja en una escala de cien, es más elocuente que cualquier opinión personal. Lo que pudiera parecer una cifra inofensiva da la voz de alarma sobre la disminución notable de la aceptación del televidente, dato que confirman los estudios realizados en el Centro de Investigaciones Sociales (CIS) del ICRT.

La búsqueda de la exclusividad ha perdido importancia y la ha ganado la repetición una y otra vez de artistas e ideas. Para Víctor Torres “ahí empieza el otro conflicto de la TV, cómo hacer que su ejercicio pleno esté en esa capacidad dinámica de poder estar  en el lugar que haga falta, con inmediatez cultural e informativa, para crear la vanguardia”.

Así, eventos como el concurso Adolfo Guzmán, el festival Boleros de Oro y otros de factura nacional, cuya evolución ha seguido tradicionalmente un determinado público, han dejado de transmitirse. Similar sucede con los conciertos de artistas del patio, que pierden el sabor de la actualidad, al ser ofrecidos al televidente mucho tiempo después de sucedidos.

“Han aumentado las transmisiones de enlatados, y eso facilita en alguna medida la demanda; pero no se concreta en el ejercicio pleno de nuestras funciones, como la producción y creación de prototipos y estereotipos musicales a partir de una intención”, sostiene Víctor.

El director del otrora popular programa Mi salsa alerta, por otro lado, que debe cuidarse más el (ab)uso de los materiales extranjeros, a los cuales, advierte, se les tapa muchas veces la gráfica original y, en consecuencia, se desvirtúan las fuentes utilizadas en la producción.

Con la producción en serie de espacios que abarcan solo una parte de la música tanto nacional como internacional, quedan fuera de la mencionada intencionalidad quienes prefieren no precisamente “lo último que se escucha”. Los encargados de diseñar ese tipo de programación suelen olvidar que en cada horario existe una gama de televidentes de todas las edades y generaciones, que a veces esperan algo más que la yuxtaposición de videos musicales o recitales de los artistas más sonados del momento.

Muy detrás de esa parcialidad quedan los clásicos, los grandes espectáculos, los espacios de variedades tan gustados, las canciones que hacen recordar a abuelos y padres, y ayudan a conocer otros tiempos a jóvenes, adolescentes. Tanto la especialización como el popularismo, sin importar la época, siempre serán bien recibidas. Como aclara el director de A Capella, el Guille Vilar, es difícil crear un equilibrio, pero debe intentarse porque “una parte de la población trata de estar al tiempo de lo que pasa en el mundo, en el sentido más comercial, y la TV trata de complacerlos; pero otro segmento necesita que se mantengan los parámetros musicales que para ellos son los adecuados”. Debiéramos de evitar, entonces, tirar de una sola cuerda.

Obtener creaciones de gran impacto, con ritmos e intérpretes de ayer y hoy, no es difícil. La calidad no mide edades. La esencia está en reconocer en el audiovisual una industria que genera fuentes estéticas novedosas, reconoce Víctor Torres.

La producción nacional de musicales ha de asumir un reto que, en general, atañe a todos lo géneros: la competencia generada por el vertiginoso desarrollo de las tecnologías y su rápida socialización. La coincidencia en el escenario audiovisual nacional con productores independientes no tan reconocidos, pero que pueden ser muy profesionales, impone ganar en efectividad para ofrecer al público lo que hoy se le escapa a la industria y los medios criollos.

Dar más

Vivimos muy rápido y no nos damos cuenta de lo que tenemos, comenta el Guille Vilar. Para él, a pesar de los evidentes vacíos, subsisten algunas propuestas que captan la atención de los televidentes por su factura y su temática.

Sin embargo, por la misma necesidad de explotar al máximo todas las capacidades que hoy funcionan a medias, los comentarios redundan en la urgencia de recuperar la originalidad, la distinción que hace trascender a un espacio, crear una imagen única de cada programa ante el público televidente.

De acuerdo con Víctor Torres lo más importante es “hacer programas inteligentes”. ¿Cuántos géneros existen en la música que no utilizamos a cabalidad? Se pregunta y añade: “No existe una ley que diga que no puede usarse en un programa de variedades lo mejor y más diverso de nuestra música”. Para Gloria Torres la solución es recuperar lo perdido.

Por otra parte, la opinión pública es una arista poco explotada, que contribuiría sobremanera a enriquecer la creatividad de los directores. Todos nuestros entrevistados expresaron que los estudios de recepción no les llegan de la manera apropiada. Según ellos, un por ciento de aceptación o disgusto no es significativo para quien busca las preferencias de los diversos públicos, complacerlos a todos y nutrir sus ideas.

No es menos cierto que las tablas utilizadas para medir la audiencia sólo contienen números, que según explicó la Jefa del Grupo de Mercado del CIS, Caridad Suárez, incluyen los índices de gusto y aceptación por grupos de edades. No obstante, esos estudios se realizan semanalmente y se le envían a los jefes de las divisiones de programas y a la dirección de la institución.

Entonces, la consulta frecuente de esos datos por los directores de programas puede ofrecer una idea, al menos, sobre el avance o el deterioro de las propuestas, y motivar  la reflexión sobre lo que falta o sobra en cada una de ellas. Asimismo, la investigadora señala que existe la posibilidad de hacer estudios de programas específicos, cuando la división interesada así lo solicite. Sin embargo, afirma, los encargados de diseñar y dirigir los musicales de la Televisión Cubana acuden muy poco a esa opción.

Así sería más fácil llegar a la tan ansiada solución exigida a coro: diversidad y audacia en la programación musical, “lograr un equilibrio de contenido y dinámicas de producción que le permitan a la Televisión ser lo más variada y oportuna durante el transcurso de la semana”, propone Torres, quien se declara enemigo de la programación pensada solo para el verano y fin de año.

“Espero que en algún momento las personas tengan la potestad de decidir que quieren ver y la Televisión pueda moverse más libremente y ser como una fuerza de opinión, de acuerdo con los distintos intereses que inciden en los gustos”, dice el Guille Vilar.

No debemos olvidar que Cuba es toda música y ninguno de sus matices se puede tapar con un dedo.

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