“La televisión cubana en el contexto histórico-cultural de los sesenta”.
De ahí que las palabras de la doctora Graziella Pogolotti nos avalan este momento al destacar:
El triunfo de la Revolución Cubana se producía en un punto de giro de la historia, cuando los caminos parecían bifurcarse, y se inscribía, a pesar de haber surgido de manera autónoma, en un panorama internacional caracterizado por señales de cambio y por una identificación del debate de ideas. Proyectada hacia el mundo exterior, la Isla, hasta entonces circunscrita a su condición periférica, se convertía en una imagen simbólica de una realidad política con repercusiones en el campo cultural.
Los intelectuales cubanos provenían en la etapa naciente de la Revolución de disímiles grupos estéticos y político-sociales, construidos identitariamente desde la resistencia cultural en contrapunto con el modelo neocolonial. Armonizaban en el tiempo de edificar una sociedad para resemantizar en ella las estrategias de vivir y de coexistir.
Este período fue testigo, entre otros hechos trascendentales, del movimiento hippie norteamericano; del Black Power y la contracultura; los jóvenes franceses protagonizaron el mayo parisino; en Checoslovaquia se desató el violento enfrentamiento denominado Primavera de Praga; de la resistencia del pueblo de Vietnam ante el ataque de los Estados Unidos, en la Plaza de Tlatelolco, México, asesinaron a los jóvenes que defendían las reivindicaciones revolucionarias; son momentos del esplendor de Los Beatles; del casi estallido de una guerra nuclear en el Caribe; del auge del rock; de las dictaduras militares en Latinoamérica y los Movimientos de Liberación nacional, y el final de la década termina con la muerte del Che en Bolivia.
En el archipiélago cubano, son los años de las violentas luchas de clases, de la agudización del diferendo Estados Unidos-Cuba, de las acciones de Playa Girón, la Crisis de Octubre de 1962, de la lucha contra la contrarrevolución interna y de la emigración. En Cuba se produce una ruptura de las coordenadas estéticas de los intelectuales a través del surgimiento de las organizaciones culturales y la aparición de una nueva subjetividad compuesta por periodistas, maestros, artistas y sus hábitats institucionales. En tanto circuito de mediaciones, los intelectuales se proponen en la Revolución como indispensables tanto para el Estado como para la opinión pública. Desde el manejo de los capitales simbólicos, rubrican la construcción de un imaginario cultural en las instituciones nacionales y estatales, y presiden los procesos de legitimación y autorización de relatos de poder e intervienen en políticas de ordenamiento ciudadano.
En esta nueva dinámica de novedosa sensibilidad, la televisión no escapó de los corrimientos de la época. Una suma considerable de los trabajadores de la televisión después del 1 de enero de 1959 transitó a laborar en los programas revolucionarios. Manolo Ortega, por ejemplo, terminó con sus contratos con las entidades Bacardí y Hatuey. Junto a Eddy Martín tomaron parte en la construcción del primer noticiero fragmentado en tres emisiones diarias de 30 minutos cada una. En octubre del mismo año, el diario Revolución anunciaba la salida al aire del Noticiero CMQ con varias emisiones al día pero con noticias nacionales y extranjeras con nuevas dimensiones y secciones dinámicas.
Desde fines de mayo, Televisión Revolución y CMBF-TV, ya intervenida, comenzaron a transmitir conjuntamente determinados bloques de espacios. Días antes de la celebración del 26 de Julio en la ciudad de Santiago de Cuba, unieron nuevamente sus señales para originar una serie de programas especiales previos a la magna concentración. La fusión definitiva de ambas empresas se produjo en el mes de octubre.
El resultado fue el surgimiento de una nueva entidad, CMBF-TV Revolución, que unió a la programación eminentemente política y educativa que producía la primera los espacios musicales que difundía la segunda. De ese modo diversificó y fortaleció sus propuestas frente a la oferta tradicionalmente imbatible de CMQ- TV. Esta última fue incautada oficialmente el 5 de octubre.
En efecto, el día 31 de octubre el diario Revolución anunciaba los espacios que por primera vez se transmitirían a partir de noviembre. Entre ellos se encontraban «Páginas de Gloria», serie dramática por capítulos, con acontecimientos históricos de trascendencia nacional e internacional; «La Comedia del Domingo» y «Teleteatro Experimental», con adaptaciones de las mejores obras del teatro universal por los más capacitados dramaturgos cubanos; «Media hora con Nicolás Guillén», en la que el poeta recitaba sus versos y recordaba los hechos que lo inspiraron; «Imágenes», programa de intimidad, reservado para la danza, la poesía y la música de cámara; «Serenata Criolla», con controles remotos desde la plaza de la Catedral para disfrutar de canciones y guitarras cubanas en las voces de sus mejores intérpretes; «Cine Debate en TV», primer espacio de crítica cinematográfica de nuestra televisión, a cargo de Mario Rodríguez Alemán; «La Mesa está servida», sátira política con libretos de Caíñas Sierra y las simpáticas intervenciones de Eloísa Álvarez Guedes e Idalberto Delgado, entre otros; y el «Noticiero CMQ», treinta minutos de noticias locales y extranjeras con nuevas y dinámicas secciones.
Durante la década de 1960 los programas informativos se descollaron dentro del teleperiodismo revolucionario. Los noticiarios tuvieron especial trascendencia porque convirtieron, por primera vez, al pueblo en sujeto protagónico y trasladaron a la pantalla cada hecho emprendido por el proyecto emancipador.
En marzo de 1960 sale al aire el Noticiero Revolución cuando se nacionaliza el Canal 2 situado en P y 23, en el Vedado. Contaba en un principio con dos emisiones de media hora, una en la mañana y otra a las 7 de la noche. Representaba mayormente la masa obrero-campesina y funcionaba como vehículo de los cambios en el país. Le dieron la tarea a Rafael Lechuga de ser el propagandista y organizador del nuevo movimiento revolucionario en el orden de la prensa y la noticia.
Quedaron eliminados en estos nuevos espacios informativos los anuncios comerciales para lograr agilidad y profundización en los contenidos. El objetivo fundamental era la difusión de las transformaciones llevadas a cabo en el país. Las constantes agresiones sometidas a Cuba como el sobrevuelo del espacio aéreo cubano en la primera mitad de la década era condenada en los noticieros. En todos los canales televisivos se retomó La Cadena de la Libertad alternando las marchas patrióticas y el rechazo del pueblo al gobierno norteamericano.
Mediante la resolución 3687 del Ministerio de Comunicación y con la idea de supervisar directamente los medios de comunicación, surge la Oficina de Orientación y Coordinación de la Radiodifusión el 19 de junio de 1961. Así, se adquirieron algunas emisoras como la COCO, propiedad de Guido García Inclán y fueron compradas con el acuerdo de sus dueños que apoyaban a la Revolución. Las agencias de publicidad que hasta el momento producían las emisiones radiales y televisivas son nacionalizadas y nace la Oficina de Publicaciones, denominada Consolidado de la Publicidad. Reorganizar la programación y encauzar los contenidos de los medios por el camino transformador constituyó objetivo inminente durante el año 1961.
Los programas educativos sustituyeron a las crónicas rojas y a los habituales concursos banales. Elevar el nivel cultural del pueblo y fortalecer la unidad y comprensión de las fuerzas revolucionarias constituyó el propósito constante de los programas seriados. Los espacios informativos, principalmente los noticieros Revolución y CMQ, quienes después se funden en el Noticiero Nacional de Televisión reajustaron sus mensajes.
La Comisión de Orientación Revolucionaria (COR), creada en 1962, tomó partido del trabajo ideológico en los medios de comunicación del país dirigida por César Escalante Dellundé. Se produjo la unificación del antiguo Noticiero Revolución y del Canal 6. Entonces, ese medio sirvió para poner a las personas al tanto de los cambios producidos en el país. El Comandante Fidel Castro comparecía con frecuencia ante las cámaras. Se transmitían los actos masivos y eventos sobre la alfabetización, la reforma agraria, y las denuncias sobre las agresiones imperialistas, entre otros tópicos.
En 1962 surge el Instituto Cubano de Radiodifusión (ICR). Le confieren todos los recursos de la radio y la televisión estatales con el fin de redistribuirlos por todo el territorio. Entre sus funciones estaba organizar entidades encargadas de rectorar sus respectivas actividades en los espacios locales y a nivel nacional, mejorar la programación y fortalecer la representación de Cuba en los medios internacionales. Durante ese año se intensificó la redistribución de las señales televisivas, especialmente en la provincia de Pinar del Río, que no contaba con ella. Años después, en 1965, se extendieron las transmisiones hasta Guantánamo y Baracoa.
El 2 de noviembre de 1961 se fusionan los noticieros Revolución y CMQ, y se funda el Noticiero Nacional de Televisión que sería trasmitido por ambas emisoras. Ya existía entre ellas la coordinación necesaria para evitar que programas similares compitiesen en los mismos horarios, de modo que nacía un noticiero de carácter único en el teleperiodismo cubano. En sus inicios contó con tres emisiones diarias. La primera, a la una de la tarde, la segunda, a las ocho de la noche y la última de sólo quince minutos denominada «Al Cierre». Este noticiero constituía el espacio informativo más importante de la televisión cubana con una estructura productiva relativamente independiente.
El panorama de los años 60 en la televisión es parte del diseño de política cultural cubana de aquellos tiempos; la cual descansó en un campo gravitacional de diversas estrategias y prácticas discursivas que contenían las transformaciones realizadas.