27 de julio de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Una nueva etapa de la radio cubana

En su libro La Radio en Cuba, el radialista cubano Oscar Luis López sugirió cuatro etapas para estudiarla y sistematizarla. El presente artículo propone una nueva clasificación de la radio nacional

Oscar Luis López

Cuando las transnacionales de las primeras décadas de la pasada centuria descubrieron el potencial de la radio en los países industrializados, ocurrió un fenómeno bautizado como “marconización” de la sociedad. La radio comenzó a asumir responsabilidades que le permitieron ganar legitimidad como medio de comunicación en aquellos estados que la asumieron.

Toda invención que perfeccionara el naciente medio era patentada. Las grandes ganancias que prometía la radiotelefonía aseguraban el incremento de la competencia, con el fin de explotar los adelantos científicos en este campo. De esta manera, el gran aporte de Guglielmo Marconi a la humanidad evolucionó desde el punto de vista tecnológico.

Lo anterior da lugar a una verdad irrefutable: como en todo medio de comunicación, entre los cambios se establece una relación dialéctica; pues, si se modifica el factor estructural, este afecta los modos de producción, trasmisión de las señales y hasta las condiciones de recepción. De ahí que puedan establecerse etapas en la evolución del medio, identificadas y descritas por el hombre de radio Oscar Luis López.

En La radio en Cuba, publicada por primera vez en 1981, el cubano refirió cuatro etapas principales: artesanal o romanticismo radial, comercializada, monopolista y de transición.

El primer periodo se caracterizó por trasmitir y recibir el sonido mediante aparatos rústicos operados por un aficionado, en ocasiones desde su propia casa. Predominó la lógica experimental, mientras se exploraban las reacciones de la atmósfera, las condiciones de receptividad. Se registró un incremento del número de amateurs que operaban los radiorreceptores.

La edad de oro de este medio, según muchos autores, se ubica entre 1930 y 1940. Hacia estos años Luis López ubica la etapa comercializada, la cual desplazó a la anterior y asumió a la radio como un negocio. En ese periodo coexistieron estaciones pequeñas con emisoras consolidadas.

Mientras la primera concebía la radio, en muchos casos, como un ejercicio individual de emisión y recepción, la comercializada consiguió que los emisores trabajasen con responsabilidades definidas y los radiorreceptores lograran reunir a la familia en torno a un artefacto tan grande como elegante, capaz de armonizar con la decoración de los hogares.

Con el paso de los años, la coexistencia de emisoras grandes y pequeñas obligó a fusionar varias plantas en una sola. Así, se crearon las llamadas “cadenas de radio”, características de la etapa monopolista del medio.

Este tercer período las agencias de publicidad y los anunciantes laboraban de conjunto con las estaciones, un trabajo en equipo que hizo de la radio un medio de comunicación más comercial. Los fabricantes de prestigio invierten en países subdesarrollados, cuyas emisoras se benefician con dispositivos de trasmisión más potentes. Entre las principales firmas pueden citarse a General Electric, Motorola y RCA Víctor.

Se transformó la manera de hacer radio e inició la era de la división o segmentación de la programación. Los radiorreceptores cambiaron de tamaño y se hicieron más cómodos de trasladar. El surgimiento del transistor posibilitó que cambiasen los hábitos de recepción de la radio.

Luis López ubica la etapa monopolista de 1941 a 1959, pues aplica el modelo a la realidad cubana. En 1960 comienza la denominada etapa de transición, coincidente con los primeros pasos del nuevo sistema social cubano, la cual se extiende hasta nuestros días, según el autor.

UNA NUEVA ETAPA: LA DIGITAL

Sin embargo, a treinta años de publicada, la eminente propuesta parece incompleta. Si bien con el triunfo revolucionario en la Mayor de las Antillas comienza para la radiodifusión una nueva etapa de desarrollo, a nivel internacional el periodo de monopolio radial se extiende hasta bien entrada la década de los 80, cuando se impuso la necesidad de evolucionar en materia tecnológica.

El cambio ha sido paulatino. Al instaurarse Internet como medio de comunicación, la radio, junto a la televisión y la prensa escrita, se introdujo en una etapa de transición a nivel global. Al monopolio radial sucede la era digital de la radio, que ha alcanzado su clímax en la actualidad.

Es válido aclarar que la etapa de digitalización no se refiere únicamente a la emisión y recepción del sonido. También incluye el cambio de infraestructuras en los países que no han asumido aún el novedoso sistema, aunque utilizan computadoras para grabar o editar sonido, si bien la señal se transmite o recibe de manera analógica.

La radio digital añade valores en los aparatos de recepción y personaliza más la transmisión. La señal se recibe en aparatos pequeños o de bolsillos y puede ser escuchada con audífonos con una calidad inigualable; al mismo tiempo permite visualizar mensajes sobre la situación meteorológica, las condiciones del tráfico o la noticia de último momento.

Pero regresemos al singular caso de la radio cubana. Como se explicó, en los sesenta sobrevino una etapa de transformación con reajustes en la programación y modos de recepción de los oyentes. Con el triunfo del Ejército Rebelde, los medios de comunicación audiovisuales orientaron sus objetivos a la preparación intelectual del pueblo y a trasmitir valores íntegros y revolucionarios, acordes con la moralidad socialista.

Se dijo adiós a la radio de contenidos frívolos para recibir una con un objeto social definido. Los cambios infraestructurales continuaron sucediéndose, aunque quizás carecían del suficiente impacto socio-tecnológico.

Ello cambió hace poco más de diez años al llegar la revolución tecnológica a las emisoras cubanas. Las cintas para grabar y editar sonido se sustituyeron vertiginosamente por programas de grabación y edición digitales, con múltiples opciones que garantizan la calidad del audio. Las máquinas de escribir dieron paso a los ordenadores, e Internet devino espacio alternativo para que el sonido producido en Cuba se escuche fuera de sus fronteras. Las grabadoras de casetes grandes y pesadas se decantaron a favor de las digitales, pequeñas y livianas, las cuales facilitan el trabajo de edición de materiales periodísticos.

A fines de los 90 la etapa de transición de la radio cubana llegó a su periodo de madurez, pues las prácticas comunicativas en torno al modo de producción radiofónica alcanzaron un alto grado de legitimidad.

La revolución social ha ido de la mano junto con la evolución de los contenidos en los medios de comunicación. Por tanto, la denominada etapa de transición pudiera entenderse como de la radio cívica, pues desde el triunfo de 1959, realizadores, periodistas y públicos buscaron un objetivo común y primigenio.

Los dos primeros actores se avocaron a construir una radio que difundiera bienes y servicios alternativos; en tanto, los terceros, orientaron los intereses de recepción en función de sus necesidades: verse reflejados como seres humanos en la radio que escuchaban.

Los inicios de la revolución tecnológica en la radio cubana pudiera denominarse como transición dentro de la radio cívica, si se tiene en cuenta que ocurrió de manera gradual. Primero se equiparon las emisoras nacionales y posteriormente, y de modo paulatino, las de carácter provincial y municipal.

Aun cuando el país se empeña en mejorar las condiciones de trasmisión y recepción radiales, la realidad tecnológica continúa imponiéndose. La etapa de digitalización comienza a dar frutos en varios países donde se ha sustituido la radio analógica por la digital. Esto trae consigo nuevos desafíos: necesidad de un mayor equipamiento de las emisoras, cambios de formato y de las maneras de escuchar, entre otros aspectos.

Si bien el surgimiento de la radio digital es resultado de un proceso con ciertos intereses hegemónicos, cada nación debe considerar los provechos y menoscabos que puede traer la implantación de alguno de los sistemas digitales para la agenda de país que construye. Por ello, en sociedades como la cubana, puede cuestionarse la pertinencia de la oficialización de la radio digital en momentos cuando no tiene una demanda social.

Nuestro caso demuestra que pueden asumirse ciertos adelantos tecnológicos sin estar obligatoriamente a la vanguardia y continuar trasmitiendo señales analógicas, aun cuando mejoren los modos de producción del sonido. No es necesario invertir en implantar una tecnología, cuya razón de ser primigenia se debe a las presiones de grandes bloques económicos mundiales.

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