20 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Dirección de arte: una especie en extinción

La mayoría de nuestras producciones se conforma con la improvisación en esta función vital para la puesta en escena. Ello atenta contra la dinámica productiva y creativa
Juan Carlos Travieso

Juan Carlos Travieso

Las alas del corazón –mejor dicho, las del oficio–, se me cayeron cuando por rutina investigativa me acerqué a una directora del Canal Educativo, para conocer su trabajo con directores de arte.

Suponía que quien ha dirigido más de ocho programas y lleva once años en el medio audiovisual, conocía del tema. ¡Cuán equivocada puede llegar a estar una casi recién graduada!

“En este canal no creo que exista esa plaza, al menos en la práctica. Si quieres ahondar en la teoría sobre qué hace un director de arte en una emisión y su importancia, ahora mismo te doy una clase, te recomiendo bibliografía… Pero no pidas mi experiencia, pues no la tengo. No sé si constituye un problema de presupuesto o desconocimiento; pero la ausencia es real, y se siente”.

Con una breve alocución clausuró mi curiosidad, y luego me solicitó omitir su nombre.

Así fueron otros intentos, –fallidos, por cierto–, hasta llegar a una figura emblemática de la especialidad en la televisión cubana: Tomás Piard, y a Juan Carlos Travieso, joven realizador que pese a su edad, no resulta anónimo.

Según Piard, “el director de arte coordina el trabajo entre las especialidades de escenografía, ambientación, diseño de vestuario, maquillaje y peluquería. También pueden intervenir los efectos especiales y visuales con el fin de, siempre a juicio del director, establecer una unidad de criterios en correspondencia con las funciones ideológicas, psicológicas, dramatúrgicas, narrativas y estéticas de una obra audiovisual, a partir del guión original”.

Por su parte, Travieso opina: “En la televisión cubana no se tiene muy en cuenta al director de arte. En muchas ocasiones, somos los directores generales quienes asumimos este rol.

“Esto atenta contra la dinámica productiva y creativa, pues el director de arte debe ser un especialista que aporte criterios, desde sus conocimientos y bagaje cultural, al equipo –siempre he defendido el trabajo televisivo en equipo, como concepto–. Además, señala elementos puntuales de escenografía, vestuario, maquillaje… Dichos saberes les son obligatorios, no así para otros miembros.

“A veces me he sentido incapacitado para tomar ciertas decisiones en términos de dirección de arte, porque no soy un especialista en la materia; también por respeto a personas de una prestigiosa trayectoria.

“En la dinámica productiva de la televisión, por lo general, no existe esta especialidad dentro de los programas. Solamente se concibe en algunos dramatizados. Sin embargo, la necesitan los musicales, los habituales, los infantiles; pues de ella depende un producto decoroso.

“Incluso una conductora dialogando con el público constituye una puesta en escena, y requiere de un entendido que sepa cuáles elementos utilizar o no. Tal situación pasa, asimismo, por un problema de presupuesto. Muchas veces un programa habitual no cuenta con el financiamiento para contratar un director de arte. Entonces, solo algunos dramatizados se pueden dar ‘el lujo’.

“Resulta preciso un nivel de pensamiento que muchas veces el medio pasa por alto, lo cual influye en muchos fracasos, debido a la ausencia de una dirección de arte rigurosa”.

¡Y nunca antes la palabra rigurosa fue tan oportuna! ¿Recuerdan cuando analizamos el diseño de vestuario y mencionamos uno de los talones de Aquiles de la institución?

La improvisación, que en pugna con su semántica se erige como columna del medio, conquista territorios tan exquisitos como el de la dirección de arte.

Travieso vuelve a la carga: “Hay personas encargadas de estos menesteres, formadas en cursos rápidos, que no estudiaron Historia del Arte con profundidad.

Al final no están preparadas para enfrentarse al trabajo. Puedo decir, desde mi experiencia, que en cada uno de mis programas siempre he tenido una persona asignada por el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) para asumir las responsabilidades en cuestión. No obstante, he debido prescindir de sus servicios, pues no ha estado a tono con la profesionalidad requerida”.

Piard concuerda con Juan Carlos, e insiste en las exigencias paralelas a la dirección de arte: “Muy pocas producciones cuentan con una dirección de arte ejercida por un verdadero especialista.

Cualquiera no puede practicarla. Se deben poseer profundos conocimientos de Historia del Arte, del mobiliario, vestuario, teoría y psicología del color, diseño, entre otros conocimientos”.

Con tales pros y contras, resulta fácil imaginar qué sucede cuando frente a un colectivo de diseñadores de vestuario, ambientadores, escenógrafos, luminotécnicos, una persona orienta y decide con insuficiente preparación profesional en dicho ámbito. Eso en el menos grave de los casos.

¿Cómo será entonces, un equipo –como bien refiere Travieso–, sin director de arte y con diseñadores de vestuarios, ambientadores, escenógrafos, luminotécnicos, de las “nuevas y rápidas escuelas” con que cuenta nuestra televisión?

Otros matices tiñen el problema. Viene una y otra vez, como elipse, el asunto del presupuesto: “Muchos directores de arte dependen solo de los recursos que posee el ICRT.

Conozco a quienes trabajan con el Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográficos, por ejemplo, y no quieren trabajar con el ICRT, debido a los menguados presupuestos de un programa  de televisión.

No solo por el pago, sino porque además, deben conseguir elementos con gestiones personales. Luego, usualmente, se complican los trámites dentro del organismo”.

Sin dilaciones innecesarias, Juan Carlos Travieso resume y concluye, no con el punto final, y sí con la reticencia.

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