20 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

La conducción infantil, huellas en el tiempo

Han sido numerosos los programas que desde el surgimiento de nuestra primera televisora –el 24 de octubre de 1950- han dejado su huella en el público infantil, donde la conducción se ha erigido como anfitriona del buen gusto y la popularidad.

Conducción durante diecinueve años en Amigo…, junto a Consuelo Vidal

En materia de comunicación lograr empatía (término que proviene del griego y significa entrar en sentimiento) por la comprensión afectiva entre receptor y emisor,  o persuadir para llegar a convencer, son elementos importantes en la eficacia de un producto televisivo. Sin embargo, para los niños abrir las puertas o cerrarlas no está condicionado por la concienciación de conceptos o teorías; espontáneamente disfrutarán o rechazarán el programa, y dentro de él, la/s figura/s que conduce/n, por la sublimidad o no de su arte, entre una de las razones más poderosas.

Diversidad de duendes, payasos, maestras, títeres, personajes de diferentes texturas dramáticas han trascendido como conductores, ligados al equipo de guionista, director y actores. Después de 1959, la televisión  ha trabajado, sobre todo en las tres décadas siguientes, muy unida al Ministerio de Educación, conocedor de las necesidades y aspiraciones del público infantil.

Punto de partida

A partir de 1960, con la nacionalización de los medios, comienza en la televisión una etapa de servicio público. La década del cincuenta tuvo un enfoque comercial, pero de alguna manera no ocurrió un corte radical con ella en los estilos narrativos de los programas infantiles que le siguieron: se toma la experiencia anterior con un sentido más nacional. En coordinación con el Ministerio del Educación, la programación infantil es reorientada en pos de un enfoque hacia lo cubano, para alcanzar un favorecido producto estético. La nueva forma de hacer televisión con el triunfo revolucionario Vicente González Castro la caracteriza:

“Se produjo desde entonces un proceso interesante y único: los mensajes se ajustaron a los nuevos contenidos que deman­daba la socie­dad y se conformaron nuevos lenguajes comunica­tivos que surgieron de la mezcla milagrosa de fór­mulas viejas pero aceptadas, de tendencias clásicas encontradas en los manuales de materialismo y de la inteligencia creativa de los comunicadores”.[1]

Es en 1961 que aparece El mundo de los niños, con transmisiones de lunes a viernes. La casa de Carmen Solar sirve de escenario principal para que ella y actrices de la talla de Gina Cabrera y Leonor Cabal, entre otros talentos,  exhiban sus dotes especialmente para los niños. Como personaje invitado, también protagonista diario, el payaso Trompoloco, caracterizado por ese inolvidable y multifacético actor que fue Edwin Fernández.

Después de este gran álbum de fantasía (base de productos posteriores) y por interés del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), fundado en 1962, se rediseña la programación infantil que contará con la caracterización de la semana televisiva de cinco de la tarde a ocho de la noche; un buen paso para que el público infantil y juvenil pudiera encontrarse o, mejor, identificarse con los “habituales”, que al cabo de los años han estado referidos en sus historias personales y colectivas como pilastras formativas en cuanto a cultura y educación.

Una programación con buen tino

Recordar los programas infantiles de los años sesenta, setenta y algunos que alcanzaron los primeros años de los ochenta,  es pensar en una época de gloria creativa para la televisión cubana. Esta demostró una eficacia en la diversidad y con los recursos que los tiempos  imponían se estructuraron espacios monotemáticos que cubrían la semana televisiva para los niños.

Los conductores alistaban la imaginación e interactuaban con su público. Entre ellos,  inolvidable y de gran audiencia fue Amigo y sus  amiguitos que en los martes ocupaba la tarde con Amigo, un títere-conductor, y Estrellita, una conductora -maestra de profesión- llena de ternura y amor. Juntos convirtieron su pequeño “retablo” en el punto de encuentro de la amistad.  La propia Estrellita —Hortensia Soto— habla de aquel ejercicio de conducción durante diecinueve años en Amigo…, junto a Consuelo Vidal,  la voz del carismático títere.

“Me sentía como una maestra que trabaja con sus niños, pero nunca como una animadora de programas de televisión. Yo le hablaba a Amigo como les hablaba a mis alumnos. Es posible que el éxito sea obra del amor. Siempre me gustaron mucho los niños, los quería y los quiero. Los libretos los escribía Celia Torriente y de la música se encargaba Enriqueta Almanza.

“Celia me conocía y escribía de modo que me resultaba fácil. La conducción está muy ligada al guión. Eso fue una buena parte del éxito de Amigo… Tenía mucho que ver con esta empatía entre lo que me daban para decir y mi manera real de hablar y de conducirme.”

Los jueves llenaba la pantalla Tía Tata Cuenta Cuentos que regalaba cierta dosis de “misterio” al estar guiado por una voz de mujer (Carmen Pujol) que solo mostraba en cámara las piernas. Chispita era el niño-títere que la acompañaba y lo interpretó Nilda Collado quien nos recuerda:

Tía Tata… comenzó con Consuelo Vidal y Marta Falcón. Este programa fue idea de Mirta Muñiz que era la directora de Radio Liberación. Cuando se dividen en emisoras, Consuelito pasó para televisión, Marta Falcón para Radio Progreso y Carmen Pujol entonces será la Tía Tata que todos recuerdan.  Era un programa radial y también televisivo. Los niños desayunaban con Tía Tata y lo oían por la radio antes de ir para la escuela.

“Chispita lo interioricé como un niño normal y corriente que hacía maldades como todos los niños, pero que era obediente, educado y estudioso. Un programa —y es mi experiencia en la  radio— donde la amistad y el amor a la familia sustentaban el guión.”

De este período otros programas como Variedades infantiles, los miércoles presentaba a Centurión  y su muñeco Francisquito, niños, payasos, narradores, mimos que desarrollaban su juego, así como el duende Chano e Imaginación, una máscara animada por la siempre querida Marta de Santelices.

Muchos son los espacios que pudiéramos destacar y, en mayor o menor medida, tuvieron sus seguidores. Sábado 37; ABC se recuerda por sus muñecos conductores, Cúcara (Ana Nora Calaza), 2 X 3 (Cristina Palomino) y Melao (Manolo Mesa), aquí se realizaban competencias entre las escuelas, pero esta vez de conocimientos.

Un aparte para dos especiales

Son dignos de mención otros programas, sin embargo entre ellos, Arcoiris musical y La Sombrilla Amarilla refrendaron la máxima del poeta escocés Thomas Campbell al expresar que: “Vivir en los corazones que dejamos tras nosotros, eso no es morir”. Y ocurre que al igual que los programas del período antes mencionado, estos, distanciados entre sí en el tiempo se verán como propuestas especiales de la programación infantil que merecen una evocación individualizada.

Arcoiris musical -que aparece en 1985 y estuvo al aire más de quince años-  fue una propuesta donde dos  títeres, Alegrina y Tristolino, eran los animadores-condutores, interpretados por Luisita Roque y Ana Nora Calaza respectivamente. Ana Nora  trae sus memorias y algunas analogías:

“Recuerdo que cuando Jesús Caldas, el director y guionista, empezó a escribir Arcoirirs… se fue por la línea de Amigo… y las críticas que le hicieron en el departamento de infantiles de la  televisión fueron  que se parecía a los programas de antes y él dijo: ‘Entonces me están llenando de gloria’.

“Alegrina y Tristolino hacían un preámbulo para dar lugar a un tema, pero Amigo no, Amigo lo mismo podía venir con una poesía que hablaba con Estrellita o le pedía un cuento, una historia, pero también le cantaba una canción. Tanto Alegrina como Tristolino cantaban o recitaban y hasta muchas veces manipularon títeres y se pusieron caretas interpretando obritas cortas. Esto se hizo por primera en la TV, que unos títeres hicieran guiñol; también, como Amigo…, Arcoiris… llevaba artistas invitados y eran entrevistados… En esa época, lo primero que buscaban era que el artista infantil supiera cantar, recitar y hacer de todo, nadie lo doblaba.”

Luisita Roque, la Alegrina, también trasmite sus vivencias: “Cuando Jesús Caldas me enseñó el personaje, vi la muñequita y  le dije: ‘Sí, creo que sí, que la puedo hacer, pero si tú me dejas crear  ese personaje yo te lo agradecería, déjamelo a mí’. Estuvo de acuerdo e hicimos una  pequeña grabación. Le puse mucho de mí.

“Ana Nora y yo llegamos a tener una química tan grande que ya nosotras tomábamos el libreto y no teníamos que ensayarlo. Lo leíamos a primera vista y lo grabábamos. Nos metíamos de lleno en el personaje y empezábamos a dialogar, nos salía espontáneamente. Lo hacía con tanto amor, con tanto deseo por  trabajar para los niños.”

A la sombra del “sol”

En cuanto a La Sombrilla Amarilla se estrena  en julio de 1999 y la tercera y última temporada se produjo entre el año 2002 y el 2003. Como en El mundo de los niños y la casa de Carmen Solás, aquí la casa de Marcolina será el lugar donde los amigos se dan cita para recrear y compartir una historia nueva en cada encuentro. Marcolina, la anfitriona, tendrá la sección “Aprender, vamos a aprender” donde le enseña siempre algo de diverso carácter —manual, culinario, etc.— a los pequeños televidentes. Es una manera de conducir sui generis en la que todos por la “complicidad” dramática llevan su pedacito. En relación con la labor de conjunto y las complejidades de trabajar para niños, el actor  Michaelis Cué (Enrique Chiquito) expresa:

“Hay una incomprensión de las complejidades del trabajo del actor, ignorancia de lo que es una caracterización. Hay muchos que piensan que se trata de “maquillaje”; se necesita de especialistas con una sensibilidad especial, no etérea, sino de raíz pues todo el equipo tiene que entrar en el espíritu del programa, tienen la misión de divertir y enseñar a los niños.”

La directora, Mariela López, reflexiona, no solo sobre  las causas del éxito sino también sobre cómo se ve un conductor: “La magia está en la sinceridad de apreciar lo cotidiano, en la verdad de la creación que no es más que verlo, cuidarlo hasta estar conformes con la perfección imperfecta y disfrutarlo.

“La conducción para y/o hecha por niñas y niños  requiere de una técnica y un dominio del lenguaje. Hay que saber entonar, sentir lo que se dice, saber de qué se está hablando y decirlo partiendo de uno, para que parezca una conversación. Es un arte y un don.”

Y si de niños conductores hablamos, con acierto en su desempeño puede mencionarse a Ana Galá, quien desde el 2008 junto a otros muchachos de su edad conduce el programa musical Alánimo que se trasmite por Cubavisión y Cubavisión Internacional. Ella apunta: “Como soy una niña, pues solo debo ser yo, una niña. He trabajado también en la radio en un programa de la COCO todos los sábados a las siete de la mañana, Pirámides de campeones. Me gustan los dos medios, pero la radio me gusta porque es más cómoda, no tienes que expresarlo con él cuerpo, solo con la voz. La televisión es más difícil, complicada; bueno,  la radio también es difícil porque darlo todo con la voz…”

Lograr que los niños puedan comportarse como tales y dimensionarse desde sus edades debe ser una aspiración actual de nuestra televisión en materia de conducción.

Sin fórmulas pero con el corazón

En la búsqueda de las experiencias sobre la conducción infantil no hay conceptos de sus protagonistas. Ha imperado el amor,  la sensibilidad, el talento y el arte, pero a su vez estar consciente del destinatario, del receptor, del público para quien se trabaja. Un vocabulario adecuado, la descomplejización de los mensajes, las connotaciones positivas para motivar al televidente, la segunda persona del singular o a veces la primera del plural con lo que se logra un acercamiento, una imagen propia para cada espacio, son algunos de los recursos que pueden hacer notable el discurso visual, sin descontar la vocación de dar.

El emisor (conductor) también es portador de valores e ideales, conocimientos y cultura de manera implícita o explícita. La  televisión, como escribiera Vicente González Castro, es “el más caudaloso medio de difusión, de educación, de entreteni­miento” y la obra si es  asumida con rigor y  responsabilidad, siempre hallará un espacio plausible en el presente y en el futuro no prescrito.

[1] González Castro, Vicente: “Medios de difusión y patrones culturales en Cuba”, Temas, no. 20-21, La Habana, enero-junio de 2000, pp. 56-65.

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