28 de marzo de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Agitar antes de usarse

¿Cabría preguntarse si teniendo en cuenta la naturaleza del medio, las particularidades en Cuba y el público de la TV, las huellas artísticas de los espacios televisivos que existieron y existen clasificarían como verdaderas “autoría” según el significado de “autor”? ¿De qué manera pudiera verse?
La Televisión Cubana

La Televisión Cubana

Una problemática recurrente y material de discusiones en foros sobre la comunicación y medios masivos, ha sido el comportamiento exacto del modelo-tipo por el que funciona hoy la Televisión Cubana, no visto desde sus presupuestos políticos y humanistas que evidentemente la condicionan (también a cualquier otra TV), sino desde la repercusión social y cultural que tiene en el país a partir de dicho comportamiento.

La Televisión Cubana hace tiempo empezó a ser mucho más que una televisión, y analizar cualquier tópico propio sin esa gran dimensión es estar alejado de la realidad. A aquella Televisión, que nació hace medio siglo con los mismos propósitos que otras, fueron otorgándosele rápidamente nuevas y diferentes funciones. Fue transformándose abrupta y lentamente, convirtiéndose hoy, más que en un transmisor, en un legitimador y un medio de confluencias, sin dejar de ser todo eso en sí misma.

La aspiración a que fuese y sea más que una vitrina y un fabricante en términos espirituales de lo que se desea, ampliándose a lo que se necesita y se espera, ha marcado el rumbo y condiciona todos sus procesos. Su anchura, por lo que significa para casi todos los cubanos, la sobrevalora, haciéndola en muchos casos absolutamente culpable de todo lo habido y a su vez responsable de lo por haber, alimentándose día a día el conflicto mayor de su esencia como medio.

Desde que su morfología fue capaz de recomponerse -después de condiciones adversas, estremecimientos por encargos circunstanciales, cambios radicales en breves espacios de tiempo-, se ha llenado paulatinamente de contrastes mostrando durante años, en cada minuto de transmisión, que permanece en ella la tradición (…ojalá que siempre fuese la mejor); y también intemporalmente la modernidad (hasta donde es permisible entenderla).

Nuestra TV sigue debiéndose a las mayorías, pero no puede dejar de ocuparse de las minorías. Procura ser muy nacional (…no siempre entendido de la manera más amplia) pero se dimensiona en la misma medida que intenta contrarrestar el mercadeo clandestino de imágenes al transmitir lo mejor hecho fuera de fronteras. Cuida estratégicamente los balances, mas no le es posible producir lo necesario para ello, los recursos no abundan; pero no debe evidenciarlo y ha de mostrar buen talante además. Debe ser verosímil pero no siempre sabe como lograrlo.

Cuenta con instruidos, empíricos e ignorantes en casi todos sus sistemas, siendo éstas y otras incongruencias las que hacen que su marcha sea pesada, de altísima complejidad y con resultados sorpresivos, pues por la sumatoria de pretensiones es imposible imaginar cuál es el final de tan particular mezcla procesada, como es natural, por los artistas, técnicos y profesionales que se esfuerzan en entender el  laberinto y crear en la justa medida.

Este  aspecto es factor determinante del que se desprenden otros, a partir de las diferentes orientaciones y expectativas en esos artistas que casi nunca son colocados en el centro de las problemáticas. Muchos de ellos asumen el medio-TV envolviéndose en su dinámica y tratan de responder a sus requerimientos. Otros, fundamentalmente de generaciones más cercanas, encuentran el espacio que no hallaron en otro lugar y que les sigue siendo distante para la obra soñada, o al menos para los ensayos sobre ella, aún con el acceso que ofrecen las nuevas tecnologías a ciertas facilidades de producción.

La llegada de estos creadores al lugar donde tuvieron y tienen la oportunidad fue por una razón que podría denominarse “circunstancial”, acuñándose poéticas no por una táctica institucional, sino como resultado de una puerta abierta para el bien. Se fue aceptando el azar y sigue haciéndose todo lo supuestamente beneficioso que responda a las demandas artísticas, a la inevitable necesidad de renovación, la preferencia en la directiva dominante. Sin que en ese acceso exista inmunidad contra el mal o lo desacertado, balances periódicos, diseño de un sistema productivo específico que garantice un ciclo corto de producciones ¿atípicas? Y sin la integración orgánica al resto de la producción dentro de la programación.

Sobre esta corriente o intención descansa la tendencia a la “autoría” o al “autor” en la TV, manejada recientemente por especialistas de diferentes áreas, su estudio se basa en programas y productos concretos de los últimos años. Sin embargo es posible hablar de antecedentes en décadas pasadas, que al ser vistos sin profundidad pueden parecer resultado de un antiguo propósito institucional y no fue así.

Programas, estilos y obras representativas de épocas anteriores también surgieron por razones diversas, parecidas o similares a las actuales, teniendo en cuenta esas “circunstancias” antes mencionadas. La huella de Erick Kupp en el género Aventuras, Manolo Rifat, E. Pedraza Ginoris y Eduardo Cáceres Manso en eventos y programas musicales, así como Loly Buján, Silvano Suárez y Eduardo Moya en la ficción o dramatizados, entre los más notables y en etapas diferentes, dieron fe de una identidad artística dentro de la misma TV.

¿Cabría preguntarse si teniendo en cuenta la naturaleza del medio, las particularidades en Cuba y el público de la TV, dichas huellas artísticas clasificarían como verdaderas “autoría” según el significado de “autor”, y de qué manera pudiera verse?

A primera instancia todo indica que sí, y podrían existir otras maneras de mostrarla, pues en los productos creados específicamente para TV existen especialidades singulares con identidad propia que siendo aceptadas por el Director (en Cuba) se desarrollan como individualidades. Una muestra evidente es la animación y conducción si recordamos que Eva Rodríguez, Consuelo Vidal, Mireya de la Torre, Germán Pinelli, Manolo Ortega, J. A Cepero Brito, Héctor Fraga y de alguna manera Hilda Rabilero entre otros, hicieron desde sus estilos trayectorias de identidad en espacios con formatos tradicionales dentro de los géneros  intrínsecos  de la TV, que no han sido olvidados por la impronta de sus personalidades.

Este enfoque está presente  en todas las televisiones y un punto de partida suelen ser los denominados “líderes de opinión”. La permanencia de espacios durante largos períodos y en todas las etapas, ha facilitado seguir la trayectoria de un creador, y en esos casos sí se coloca al artista como eje del debate, pues tiene mayor fuerza la voluntad cultural personal que la verdadera resonancia en el público; sobre todo si el proyecto sintoniza con propósitos institucionales, o es apoyado por algún sector social o constituye una alternativa de cualquier tipo.

La “autoría” en la TV nunca formó parte de los planteamientos teóricos sobre el medio. Su origen y antecedentes están en el cine, donde predomina la mirada personal, íntima y de búsqueda estética, teniendo como público potencial a los interesados en los retos artísticos. Cine verdaderamente independiente, hoy en extinción y que siempre tomó distancia del que se prefabrica comercialmente, con un estándar determinando aún con altos niveles de artisticidad. Pero la nueva relación cine- televisión  o televisión-cine, con  fronteras ya desenfocadas por razones técnicas y comerciales, está alimentando el estudio de conductas, complejizándose el entendimiento del fenómeno y teorizando sobre viejos y nuevos comportamientos.

La “autoría” no solo es manejada en la Televisión Cubana. Las reformulaciones sobre el tipo y forma de producto a emitir en  canales trasnacionales buscando ser más competitivos, también han hecho mirar hacia el “autor” como mejor receta para la novedad y calidad luchando por la supremacía en la teleaudiencia. La búsqueda de autores, por ejemplo, para la invasión mundial de los nuevos seriados, donde la factura, los temas, la elaboración argumental y el sello artístico son cartas de presentación, la creación de algunos programas con formatos más o menos renovadores y la presencia de artistas consagrados de todas las manifestaciones en nuevos proyectos o incorporándolos en los existentes, son algunas de las estrategias, pero en cualquiera de las opciones, y casi como regla general, son atraídos al medio por el  interesado.

Sin embargo en Cuba y durante años no se ha procurado su presencia asidua, aunque se conoce de la  utilidad para una mejor proyección conceptual. También es cierto que los considerados históricamente autores, sean consagrados o de promociones recientes, generalmente no se acercan voluntariamente a la TV, pues la consideran medio inferior. Por eso los llamados “autores” en la TV son nacidos en ella misma ratificándose el motivo de su existencia.

La llamada “autoría” no es una definición asumida por los creadores de la TV cubana, incluyendo a los que clasifican para el término según teóricos y especialistas. La mayoría, inconscientemente, lo sustituye por la defensa a ultranza de “mi manera de hacer”, al tener el amparo de un eslogan envolvente: “Una TV culta e inteligente” y el derecho a trabajar sin límites estrechos ni pautas estéticas concretas y prefijadas (es una suerte que sea así).

No abundan los creadores que pueden fundamentar y proyectar su estrategia artística, notándose poca conciencia sobre esta posición ante la creación, por ende no se aprecia mayoritariamente el valor de poder aspirar al arte aunque llegar no sea posible. Resulta más frecuente encontrar defensores con reflejos involuntarios que reaccionan cuando sienten miradas alrededor de lo que hacen.

La idea de lo utilitario como premisa fundamental para el trabajo neutraliza una mayor proyección, pero no evita que en determinados proyectos se aprecie un estilo y por qué no un tipo de “autoría”, digamos, diferente. Espacios establecidos y de géneros diversos que han descansando en una idea personal, al abandonarse cambian sustancialmente su esencia o en muchos comienza a morir hasta que desaparece.

De manera que resulta importante el debate sobre las “autorías” sean de un tipo u otro, pues constituyen en el mundo una alternativa a  la hegemonía de la TV chatarra; en Cuba una importante posibilidad o virtud dentro de la gama de contrastes antes mencionadas, y lo seguirá siendo por la inevitable evolución del medio, la influencia internacional y la consolidación de un estilo de trabajo aún por reformar; pero que ofrece oportunidades únicas en el terreno de la creación.

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