A Sigfredo Ariel, para que nunca prescindamos de su alegría
Conocí a Sigfredo Ariel hace mucho tiempo, cuando rutilaba con luz propia en la constelación de hacedores de programas –o más bien de prodigios– en Radio Ciudad de La Habana, y desde entonces me cautivaron el talento, la simpatía, la cultura de ese entonces muy joven poeta-radialista que –como le dije años después– fue mi mejor inspiración al asumir yo misma el fascinante oficio de engendrar programas.
Tuve la dicha de compartir incontables veces con Sigfredo libaciones, canciones, confesiones, emociones, y de esos maravillosos momentos atesoraré por siempre el recuerdo de las enseñanzas que me aportara con tanto desenfado alguien tan sabedor de la poesía, de la música, del amor, de la amistad.
El amanecer del 26 de julio del 20202 trajo consigo la noticia de su partida hacia ese lugar donde desmienten la muerte los imprescindibles… y el Sigfre fue y seguirá siendo uno de ellos, por su perenne consagración a la radio, a toda la cultura nuestra.
Quizás alguna vez nos reencontraremos él y yo el alguna inefable dimensión, y tendré que reprocharle esta ocurrencia suya de marcharse tan de prisa. Mientras tanto, solo me es posible hacerle llegar desde mi corazón sus propios versos:
“Si acaso la fortuna me permite estar
presente en tu funeral algo haré
para impedir que te conviertan en un lindo
monigote de papier maché y vaya
al tanque de basura tu alegría”.