Cuando se nos fue Botaperro
Estimados compadres, muy queridas comadres:
Yo no sé si se trata de que me bendijera Jehová de los Ejércitos. O que me cayó arriba una maldición gitana.
De todas maneras, “no es jamón” —según dice el pueblo— vivir, coño, cotidianamente, en medio de esa bola de “chivadores cubiches” que me escoltan.
Por eso, no le di importancia a la llamada. Que decía: “Socito, se nos rompió ese bicho, Botaperro”.
Y pensé que el interlocutor era él mismo, en una de sus habituales “jodederas”.
Después vino la demoledora confirmación. Aquel monstruo se nos había ido, cuando recogía a sus descendientes en una escuela, con el miocardio hecho astillitas.
Sí, él, a quien no le tembló su vozarrón cuando dijo que el cerco de los vecinos norteños era, también, “un bloqueo al pensamiento”.
Y, ¿qué va a pronunciar este humilde emborronacuartillas, ante el hecho desgarrador?
No. Que hable el hermano común, Carlos Padrón, quien descorazonado dijo:
“Eras una fiesta: de fantasía, de amor, de vínculo indestructible con esta nuestra mataperreada profesión.
“Te admitían en todas partes, incluso allá, en la otra orilla de la que es una sola Cuba, aunque parezcan dos, donde hay colegas que por avatares de la política dejaron de hablarnos, puede que hasta odiarnos.
“Eras el más indicado para escribir las memorias de lo desconocido en el teatro y el audiovisual cubano de la Revolución. Desde la anécdota más hilarante hasta la revelación de lo escondido tras cualquier trágico suceso. Y lo sabías casi todo de cada uno de nosotros; también de los que vinieron después.
“Socio, como te gustaría decir, de los verdaderos socios. Fuiste, además, un amigo real de quienes te consideraron un amigo. Fiel hasta el peligro.
“Serías tú el primero que viniera en esta hora a sacarme de esta congoja: “Sácate eso, hermano, yo viví mi vida”.
“Y contigo puedo disfrutar de esa certeza. Fue una vida a toda mecha, con tu abnegada profesión por delante. Amaste, gozaste y bebiste. ¿Hay algún pecado en eso? ¿Son mejores los que nunca violaron una de esas absurdas prohibiciones?
“Querido Roly: No creo, como sabes, en el Paraíso ni en el Infierno, por lo que será harto difícil que nos reencontremos cuando me llegue el turno. Pero hasta entonces tú, hermano, estarás siempre en este agobiado corazón.
Carlos Padrón
“En La Habana, en el aciago jueves 23 de noviembre de 2017”.