En tu mochila
Este 13 de agosto, a 95 años de tu nacimiento, me resulta imposible hablar de ti en pasado. Te imagino entonces como en aquella foto que tanto me impactara en mi niñez y me reveló como ninguna otra tu invencible estatura de guerrero durante los días luminosos y tristes de la Crisis de Octubre: tu imagen en traje de campaña, fusil al hombro y mochila encima de tu espalda, cual si fuera el eterno equipaje del que jamás te apartarías.
Ahora sigues llevando en tu mochila cada uno de tus realizados sueños: la libertad y la soberanía conquistadas un enero, el campesinado dueño de su tierra, los cuarteles convertidos en escuelas, la primera victoria militar sobre el imperialismo en nuestro continente, la campaña que venció siglos de analfabetismo en unos pocos meses, la emancipación de las mujeres, la redención de los obreros, la dignificación de los ancianos, la sonrisa de los niños, la resistencia de un pequeño gran país que no ha dejado de ser un ejemplo para el mundo.
Cabe en tu mochila mucho más que en el grano de maíz que te atesora para siempre, porque en ella llevas esa humanidad que convertiste en tu propia patria con cada uno de tus gestos solidarios: el fin del apartheid o el comienzo de una nueva vida para quienes en otras tierras del mundo recibieron la luz de la enseñanza o pudieron recobrar la de sus ojos.
Tanto llevas, Fidel, en tu mochila, que en ella va el valor, la dignidad y la fe que le inculcaste a este pueblo que aprendió a saberte eterno y jamás podrá conjugar en pasado tu nombre, tu obra y tus lecciones, que nos siguen haciendo mucha falta. Esa mochila donde tú también atesoras el corazón de once millones de cubanos que agradecidos te acompañan en los nuevos combates del presente y hasta la victoria siempre.