19 de abril de 2024

envivo

Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Género y video clip, más allá de la pantalla. Segunda parte.

Representaciones al margen
dúo Buena Fe

dúo Buena Fe

Como parte de las representaciones sociales de género podemos encontrar, también, el uso del cuerpo como sujeto y objeto de violencia. No obstante, el modo en el que muchos videos muestran la representación del hombre como sujeto de violencia, partiendo de un interés crítico y con una intención claramente antropológica, los ubica en una periferia representativa dentro del discurso audiovisual del clip.
Las nuevas tecnologías han propiciado la realización de videos musicales con una mirada surrealista —y hasta futurista— de los sujetos genéricos.  Un triste ejemplo —desde la representación del cuerpo femenino, pues desde el uso de los efectos especiales en función de la puesta en pantalla constituye una pauta en la historia del video musical contemporáneo cubano— es el clip “Nalgas”, de Julio César Leal e Ismar Rodríguez, para el dúo Buena Fe.

En él se lleva al paroxismo la fragmentación  y cosificación del cuerpo femenino, utilizándolo como mera escenografía.
La mujer no aparece como una identidad o sujeto; partes de su cuerpo son tomados como escenario. Constituye el espacio donde se desarrollan los acontecimientos; representado como una montaña. Sobre ella se suceden y ejecutan las acciones respondiendo solo a los estímulos de los aventureros —quizás una de las secuencias más reprochables es aquella en la cual uno de los protagonistas deshollina la vagina de esta mujer-escenográfica, provocándole un orgasmo.

Durante la escalada final, ellos plantan victoriosos  su bandera de Buena Fe en una de sus nalgas.
No existe un conflicto en este video, salvo algunos obstáculos que dificultan  el ascenso. Las dimensiones cambian según la perspectiva. Por ejemplo, para los hombres diminutos, la habitación, el cuerpo y toda la atmósfera se recrean como un gran espacio abierto; no obstante, el cuerpo desnudo de la “joven escenográfica” está constreñido a una habitación cerrada.

El trabajo de postproducción permite el uso de efectos visuales de extrema calidad; no obstante, el argumento responde claramente a la letra de la canción.

Cada una de estas miradas se encuentran profundamente vinculadas a las estéticas e intereses de los realizadores. Las ideologías profesionales y la experiencia de vida constituyen factores a tener en cuenta en próximos estudios. Una mirada somera arroja la poca presencia de directoras de videos clip y nos hace preguntarnos sobre los posibles cambios en las estéticas y sus maneras de hacer.

Por ejemplo, Ana Margarita Moreno recurre continuamente a la construcción virtual y profundamente plástica de la imagen; también vale la pena destacar el lente documental y libre que utilizara Gretel Ec harte en la realización del video “Mama”, para Raúl Paz.

Por otra parte, tenemos el clip “El Revólver” del cineasta, Alejandro Gil, estructurado —desde un interés antropológico— como un pequeño corto, lleno de acción, donde la figura masculina es la protagonista y la violencia guía la trama, generando varios conflictos que responden a la triada de la violencia definida por Michael Kaufman como violencia de los hombres contra las mujeres, hacia otros hombres y hacia sí mismos.

Aunque desde estéticas e intereses diferentes, el clip “El Revólver” comparte con obras de otros realizadores una mirada hacia la cotidianidad, la marginalidad y el hombre negro. Así, sobresalen X Alfonso con un trabajo casi permanente sobre estos temas, y Bilko Cuervo, quien en la construcción de sus atmósferas va manifestando un interés creciente al respecto.

Con una mirada también documental se destacan trabajos del dueto conformado por Orlando Cruzata y Rudy Mora, visible en clips como “Chino Guaguau” y “La Conga”, realizados a Los muñequitos de Matanzas y Sur Caribe, respectivamente.

Vale señalar que, dentro de las representaciones sociales de las masculinidades en el clip, el hombre negro no queda circunscrito a espacios marginales, aunque lo marginal sigue siendo representado como espacio “negro”. Todo depende del papel protagónico y la concepción de estrella que posean los artistas dentro del clip.

¡Orden en pantalla!

Un tema álgido en el debate sobre el video musical cubano es si este puede reflexionar o no sobre nuestra realidad. Respeto las diferentes opiniones. En la lectura audiovisual median nuestros propios raseros, la reflexión varía de acuerdo a conceptos y experiencias propios, a nuestra familiaridad con los códigos y niveles de lectura. Todo esto produce una pluralidad de miradas y criterios que pueden discrepar y contradecirse en sus argumentos, pero que no por ello dejan de ser válidos y aportar al debate de las representaciones sociales, los clips y el género.

En mi criterio, el video clip como género audiovisual no cuenta con ninguna característica propia que limite la representación social y el acto creador. Al nutrirse de las más variadas formas artísticas, posee una capacidad creativa que le permite sumar a sus textos los más diversos códigos, estructuras dramatúrgicas y significaciones del mundo, el arte y, por supuesto, los sujetos sexuados.

En el caso cubano, el nivel o grado de diálogo, análisis, crítica o reflexión respecto a cualquier asunto debe partir de un objetivo propuesto por los sujetos de la representación y demás factores mediadores de la realización, que van desde el mensaje y argumento de la canción, los intereses del artista y la disquera, las decisiones éticas y estéticas, hasta las ideologías profesionales del equipo creativo, las condiciones de producción.

Cualquier análisis en el video clip estará circunscrito a su manera breve y fragmentada, los cuadros cargados de significaciones y contenidos —subyacentes o no en la letra de la canción—, la comunicación fática y sensorial por la cual suele apostarse, los simbolismos y relectura de otros textos, su repetición en los medios de comunicación masiva; entre otras múltiples particularidades de los videos musicales cubanos.

También del grado de realización y, según el uso certero y comprometido de las estrategias discursivas, códigos dramáticos y audiovisuales dependerá el nivel reflexivo que puedan proponer los videos, tanto en sus escenas como en la lectura de las y los espectadores.

Al clip cubano se le reconoce como un producto con connotaciones culturales relevantes que, además de responder a los intereses comerciales de un artista o agrupación, se ha instituido como un medio más para la expresión de múltiples cuestiones sociales, como la cultura urbana, las problemáticas raciales, la marginalidad. Aunque las cuestiones de género no parecen figurar, en la mayoría de los videos, como tópicos centrales sobre los cuales discurrir.

Una mirada más diversa, menos estereotipada y sexista estará más apegada a la pluralidad de manifestaciones genéricas y cambios que se suceden en la sociedad cubana actual. Transformaciones que ocurren no solo a nivel visual del cuerpo sexuado, sino también en el posicionamiento social alcanzado por las mujeres, roles y expresiones que trascienden las orientaciones sexuales y las leyes del patriarcado. Reivindicaciones que, desde el género, se lograron en Cuba hace ya casi medio siglo y de las cuales aún el video clip no se hace eco.

Sin querer ser absoluta —pues en cuanto al género y los discursos postmodernos, la última palabra parece nunca estar dicha— no creo que sean sus códigos los que “condenen” al clip al ostracismo en el debate sobre lo femenino y lo masculino. Pues un género que vive constantemente desdibujando las fronteras, que huye de todo tipo de clasificación o encasillamiento, tiene las potencialidades de establecer discursos varios: unos que continúen con la exposición tropicalizada y lúdica de la realidad nacional; otros que construyan un mundo “virtual”; algunos que intenten un “viaje a la semilla”, e infinidad de otros que jueguen y experimenten, como infinito y diverso puede ser el acto creativo.

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