Gráfica en TV: hacer de la imagen una ventaja
Asegura el refranero popular que una imagen vale más que mil palabras. Una sentencia que, sin dudas, podría traer provechosas ventajas hoy día para nuestra Televisión. Sin embargo, la posibilidad de aportar una estética visual a sus propuestas dista mucho de ser la mayor fortaleza de la producción audiovisual cubana.
El diseño gráfico de cada programa es una excelente primera oportunidad para atraer la atención del televidente, pero en los últimos tiempos por lo general se ha obviado tal principio para dar más peso al contenido, sin pensar que la forma también es válida a la hora de ganar adeptos.
Las presentaciones de programas, los créditos, cortinillas, la infografía (distribución de los elementos en la pantalla, datos, por ejemplo), constituyen algunos de los puntos débiles de la gráfica presentes en nuestra TV, cuyo diseño adolece, en su mayoría, de una identidad coherente con los principios básicos de esa disciplina.
Dañada visualidad
La mayor parte de los entrevistados para este reportaje coinciden en que el estado actual de la gráfica en la pequeña pantalla cubana se aleja bastante de un ideal completamente realizable. Hay quienes se atreven, como Tarek Julio Gerpe, profesor del Instituto Superior de Diseño, a catalogar de deficiente más del 80 por ciento del trabajo gráfico en la pequeña pantalla nacional, lo cual genera una comunicación de baja calidad, que no responde a las necesidades de los públicos.
Por su parte, Alien Ma, diseñador de los estudios de Animación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, considera en ese sentido que, a pesar de los pequeños avances, todavía no se cumplen las expectativas de los diseñadores. Un colega, René Roca, comparte la opinión, al calificar de incipiente el trabajo gráfico realizado actualmente en el medio, aunque señala: “en los últimos cinco años se ha visto algún cambio, por ejemplo, ya se aplica el diseño cinético por personas entrenadas para ello”.
Sin embargo, más de un factor atenta contra la concepción de una buena imagen para la programación televisiva cubana. Para realizar un trabajo de esa magnitud, explica Alien Ma, ellos deben recibir del director del programa un estudio con las características de la propuesta, los horarios de transmisión, el público al que va dirigido, entre otros aspectos medulares que muchas veces quedan en el aire o bajo la responsabilidad del diseñador. Por muy profunda que sea la investigación del creador de la imagen de un proyecto televisivo, nadie como su creador puede esclarecer el mensaje que se quiere llevar al público. Los consejos siempre son válidos pero deben partir de una primera idea esencial.
Glenda Riverón, diseñadora del Sistema Informativo de la Televisión Cubana, toca un tema muchas veces tabú por las características particulares de nuestro país: cuando comparamos el trabajo de los medios nacionales con las televisoras extranjeras, la diferencia es clara y roza lo abismal. A su juicio, la comparación sí es necesaria, aunque las diferencias económicas nos separen de esos medios; pues solo así, dice, “podremos saber si el trabajo que hacemos es válido o no”.
Entonces, sale a relucir un impedimento ya inevitablemente habitual: la larga distancia tecnológica que separa nuestra televisión de la internacional. Y no se trata de señalar culpables, solo consecuencias como las señaladas por Ricardo Almeida Alemañy, ingeniero especialista en Sistemas de Televisión, quien apunta que “nos hemos quedado casi una década atrás en lo que al equipamiento para diseñar se refiere, principalmente ahora que la digitalización se impone en el mundo”.
Este ingeniero pone como ejemplo cuánto pierde la imagen de nuestra pequeña pantalla al no tener la posibilidad de mantener los logos de los canales en cada programa, o de ofrecer información gráfica constantemente en forma de cintillos, al menos en los canales nacionales, opción en la que se destaca como pionero al Canal Habana, que opera con otra tecnología.
Ahorros caros
Pero detrás del consabido atraso tecnológico se esconde otro obstáculo que, constantemente, pide la palabra en señal de protesta: el presupuesto, límite casi inseparable de las buenas ideas que pudieran favorecer la producción audiovisual.
El pago a los diseñadores, discordante con el rigor que exige su trabajo, sale a relucir cuando indagamos en las causas de que la plantilla de varios departamentos del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), como el canal Cubavisión, adolezcan de estos profesionales. Al respecto, Glenda Riverón comenta que por esa causa “muchos diseñadores se han ido a trabajar de manera independiente, pues no les pagan lo suficiente y eso provoca falta de disposición para incorporarse a la institución, pues les resulta más fácil cobrar más y trabajar desde su casa”.
Queda entonces una buena parte de la programación televisiva a merced de los cuentapropistas, que ofrecen sus servicios a los directores por sumas muy superiores a las establecidas en una nómina común y que, finalmente, en busca de una mayor calidad y eficiencia, se pagan sin miramientos.
Pero la cadena de acontecimientos fatídicos no se detiene y, ante la ausencia de profesionales en el medio, aparecen soluciones alternativas que solo resuelven el problema a medias. En ese punto se abre paso el empirismo y la sustitución de una labor muy seria por un intento, fallido en más de una ocasión, de llegar al nivel requerido.
Como afirma René Roca, actualmente no todo el que maneja una herramienta de diseño es un diseñador, ni el resultado es óptimo. Al mismo tiempo, señala el también profesor de la Facultad de Diseño, se está tratando de generar un ambiente donde se respete la profesionalidad del diseño, pero ese proceso que debe crecer en calidad y cantidad.
¿Está entonces el diseño en manos de la persona equivocada? Cabe señalar que son los editores quienes generalmente han asumido ese papel sin tener una preparación suficiente. Para Eduardo Ascue, se trata de una subestimación de la importancia del diseñador e, incluso, de la comunicación visual en la pequeña pantalla. Con él coincide Glenda, quien agrega como una posible solución abrir cursos de preparación metodológica para los editores, que les brinden las herramientas necesarias para vincular el diseño y la edición. De lo contrario, sostiene, se abre margen a la improvisación y a que quizás, en ocasiones, no se puedan cumplir todas las exigencias de los periodistas o los directores, quienes cada día esperan una mayor calidad de acuerdo a los actuales avances tecnológicos.
Una buena primera impresión
Quizás algunos consideren el tema como un asunto banal. Un color que sobre o falte, una tipografía más o menos acentuada no hacen la gran diferencia, pensarán. Pero seguramente otros coincidirán en que la imagen que ofrece un programa, el primer encuentro de la propuesta con el televidente, influye en buena medida en su recepción por el público.
René Roca está de acuerdo en que el valor del interés visual es fundamental a la hora de proponer al televidente, tanto un dramatizado, humorístico o informativo, como un mensaje de bien público o un anuncio promocional.
Para Alien Ma, “la gráfica es la introducción del programa, si este tiene una mala visualidad es muy probable que el televidente cambie el canal”. Precisamente uno de los primeros elementos que tiene en cuenta el público a la hora de juzgar un programa es su presentación o ambiente gráfico, bien pudiera comparársele con la “envoltura” del producto televisivo. Esa primera imagen hablará por sí sola y decidirá, en gran parte de los casos, los niveles de preferencias.
Educar la vista
Quizás la escasez de referencias sobre el tema en las publicaciones especializadas se deba a que el público no suele quejarse de los problemas de la forma y hacen mayor énfasis en el contenido.
Pero restarle importancia al asunto no sería la estrategia adecuada para enfrentar el desconocimiento respecto a lo que debe ser el buen diseño gráfico de una propuesta televisiva. ¿Analfabetismo audiovisual? Pudiera ser en principio; pero la deficiente formación se debe a que tanto directores como los demás miembros del equipo de realización, así como la institución en general, no han sabido mostrar una línea coherente de creación para cada tipo de programa.
René Roca asegura que una cultura audiovisual no se logra por decreto, es un proceso de formación que conlleva un crecimiento paulatino. Alien Ma concuerda y comenta que, justamente por la poca costumbre a propuestas de buena factura, el televidente no es tan exigente en cuanto al diseño. Una manera de respetar a ese espectador es mostrar una mayor preocupación en ese sentido y darle a la gráfica el valor que merece, apunta.
Actualmente se trabaja en ello, aunque aún existan pocos resultados visibles. Un ejemplo de tal avance es el nuevo logotipo que la identifica y el trabajo realizado con los sets digitales y las tablas de posiciones utilizadas en la 50 Serie Nacional de Pelota, que -vale aclarar-, es obra de un diseñador contratado.
Explica Roca que “por interés de la vicepresidencia del ICRT está en desarrollo un proyecto que va a analizar cada espacio, su proyección, si la concepción del diseño es acorde al contenido; se quiere con ello llegar a crear una identidad para cada canal. Esperamos que el resultado sea significativo para la calidad visual de la programación”. La idea del nuevo logotipo está respaldada por una relación de cooperación con el Instituto Superior de Diseño, muchos de cuyos estudiantes y graduados se han vinculado a la institución.
El cambio debe ser para bien. Esperemos entonces que se estreche el margen para la improvisación y la tendencia sea a la atracción de un personal más preparado y estimulado a permanecer en cada departamento. Se evitará así la necesidad de buscar fuera lo que se puede lograr dentro del propio Instituto. Un poco más de empeño y preocupación por “diseñar” adecuadamente nuestra Televisión podría señalar el camino correcto para hacer de cada imagen una ventaja a favor de todos.