HISTORIETA DE UN VERANO EN TELEVISIÓN
Hijo de pintor, y aunque mi amor por las artes lo aseguró la escena musical tras iniciarme en las artes plásticas y como escritor, y en menor grado, en coros y escenificaciones, no es casual que comenzando mi adolescencia, creé mis propios cómics, nombre que desconocía, sin duda alguna influenciado también por todo el entorno de cómics que en aquella Cuba entre los años 60 y 70 proliferaban.
Me cautivaba revistas, sobre todo para niños, sistematizadas como pasquines seriados: Aventuras, Muñequitos, Dindón y Fantásticos; y también por los diversos programas de televisión que disfrutaba, básicamente las Aventuras, así como las postalitas y álbumes que pude crear como coleccionista.
No sabía que estaba heredando la tradición que ya eran en todo el mundo los cómics o historietas, que emparentados con la caricatura, algunos remontan a 14 mil años con las pinturas rupestres narradoras, y a jeroglíficos y milenarias pinturas murales egipcias o griegas y relieves romanos.
Portaban bastante ciencia ficción, al punto de que muchos simplistas las homologarían, pero la trascendían con creces. Otros remontar los comics a la imprenta (1446, primer medio de difusión masiva) con los aleluyas de su propaganda religiosa, y a la litografía (grabado en piedra) que en 1789 reproducen masivamente las imágenes de Épinal (localidad y comuna del centro oriente francés, cuyo nativo Jean-Charles Pellerin lanzaba sus estampas populares de vivos colores, luego imagen naïf al decantar solo lo bueno), con antecedentes en el Medioevo y sus vitrales de iglesias, manuscritos iluminados, códices precolombinos, Biblia pauperum, etcétera.
Hacia los cómics
Se ha citado al inglés Thomas Rowlandson como el creador del primer cómic: Los viajes del Doctor Syntax (1809), al ser una aventura seriada.
Ya el primer flipbook o folioscopio, o kineógrafo, “imagen en movimiento” (septiembre de 1868), del inglés John Barnes Linnet, antecedido a su vez por el motuscopio (del latín y griego «contemplar movimiento»), del francés Philippe Jacob Lautenburger (1760), animaba en secuencia lineal de imágenes, en vez de circular como el viejo fenaquisticopio; libro con imágenes que varían gradualmente de una página a la siguiente, que al pasar rápidamente, simulan moverse u otros cambios; en 1898 el inglés Henry William Short cambió los dibujos por fotografías.
Ilustrados usualmente por niños (de ahí que se homologara con la infancia y subvaloraran ambos), sirven también a adultos, basándose en la persistencia retiniana para crear la ilusión de movimiento continuo en lugar de una serie de imágenes discontinuas sucesivas: con el libro en una mano, el pulgar de la otra pasa las páginas; de ahí su nombre alemán Daumenkino, o sea: “cine de pulgar”.
Con el desarrollo cada vez más acelerado, en la primera mitad del siglo XIX se señalan pioneros del cómic como el suizo Rodolphe Töpffer (1837: Las aventuras de Obadiah Oldbluck), y Ally Sloper, el primer personaje de historieta inglés, por Charles Ross (1867); y despega al apogeo a fines del siglo XIX en Europa, ya entonces con la cartelería, carteles en las fachadas, las placas esmaltadas, las columnas publicitarias, los hombres anuncio, los carruajes con carteles, los escaparates de los grandes almacenes… las calles de antaño eran el medio publicitario por excelencia, con pintores de renombre como los franceses Eduard Manet, Toulouse-Lautrec o Chéret, y españoles como Riquer y Ramón Casas. En New York, Estados Unidos, se publica el primer cómic moderno: El chico amarillo, 1896, y el pueblo empieza a llamarlos cómic.
Los primeros cómics paralelos al cine
Surgía el cine, y en la prensa escrita despegan definitivamente las historietas o cómic en Europa y luego en Estados Unidos, donde se implanta definitivamente el globo de diálogo por series mayoritariamente cómicas (de donde se les llamó “tiras cómicas”) y de grafismo caricaturesco; ya en 1897 se cita The Katzenjammer Kids (vigente, travesuras de dos gemelos, con antecedentes en Max und Morritz, 1865, de Wilhelm Bush, Alemania), por Rudolph Dirks, inmigrante alemán en New York, donde entre 1911 y 1913 aparece Krazy Kat (un perro policía ama a un gato de sexo indefinido, y este a un gruñón ratón, todos antropomórficos, luego re-editado) de George Herriman, y en 1913, Bringing up father, de George McManus, sobre un inmigrante irlandés enriquecido con esposa dominante.
En 1915 se funda la agencia de prensa estadounidense King Features Syndicate que, propiedad de la Hearst Corporation, ha devenido el mayor distribuidor de cómics en el mundo.
Tras 1929, empiezan a triunfar las tiras de aventuras de grafismo realista, como Flash Gordon (1934, que propicia una miniserie de televisión en 1936, mientras despegaban los comics de ciencia ficción desde 1928 con Buck Rogers) o Príncipe Valiente (1937). Todo ello alimentó en la cultura popular múltiples manifestaciones, como los juegos de postalitas, que al margen del comercialismo, la publicidad y la propaganda, se multiplicaban en cada revolución mediática.
El cine de cómics a su pleno desarrollo
En los años 30 el auge del cómic trasciende más en la cultura, y en 1937 la compañía Dell Comics adaptó una película “del oeste” a publicar como historieta: Romance de las Rocosas, e inmediatamente otras; nace así un cine de cómics: Mandrake el Mago (1939), Aventuras del Capitán Marvel (1941); Batman (1943, serie cinematográfica, formato pionero de las actuales series de televisión), El Fantasma (1943) y Superman, que surgió en cortos animados desde 1941 y serie de películas en 1948 y 1950, su primer largometraje fue en 1951, llamado hoy el primer superhéroe desde su cómic en 1938, a pesar de antecedentes como Buck Rogers y Flash Gordon; y en 1944 El Capitán América.
La mayoría de estas películas se diseñaban para niños hasta los años 60, lo que empieza a cambiar con el éxito de Superman: la película (Reino Unido de Gran Bretaña-Suiza-Panamá-Estados Unidos, 1978, que iniciaría el hoy llamado cine de superhéroes como otro supuesto género), y sobre todo Batman cuando en 1989, fue la película más taquillera. La Máscara (1994, con Jim Carrey) inició los antihéroes en el protagonismo. Añadamos entre otras X-Men desde 1962, Men in Black (1997-2019), y en 2009 Iron Man inició el Universo Cinematográfico de Marvel (MCU) con sus superhéroes, que desde 1939 ha creado cerca de 8,000 personajes, adaptaciones que han devenido eventos en sí mismas.
Impactos en la televisión cubana y en el mundo actual
Muchas de estas películas y sus cartoons (dibujos animados) para la televisión, los hemos podido disfrutar en la pequeña pantalla de cada hogar cubano, como El gato Félix, personaje en evolución desde 1919, Betty Boop desde 1926 o Popeye el marino, desde 1929, entre muchos más.
En Cuba, ya de 1919 se cita el corto Conga y chambelona, y en 1937 el primer dibujo animado sonoro cubano: Napoleón, el faraón de los sinsabores, de Manuel Alonso, a partir de las tiras cómicas homónimas en las ediciones dominicales del periódico El País Gráfico, cortometraje de apenas dos minutos de duración, filmado con medios muy rudimentarios en los Laboratorios Piñeyro, ayudado por los dibujantes Ñico Luhrsen y Lucio Carranza, y musicalizado por el maestro Lorenzo Pego, que aunque entonces no recibió la acogida esperada, sí impulsó a Alonso como un imprescindible en el cine cubano antes de 1959, mientras triunfaban las historietas del profesor Timbeke del villareño Horacio Rodríguez Quesada entre los años 1930 y 1940.
Los cómics han logrado su propia estética que los identifica en todo el mundo y también a sus derivados cinematográficos y televisivos, pero además inciden ética y culturalmente en la formación de su público, para bien y para mal, como toda cultura, pero siempre con un impacto decisivo en la formación integral de toda la sociedad, lo que lejos de obviarlo, nos exige más incorporarlo, para estimular sus mejores valores y aportes.
Se comprende entonces, la vasta e imprescindible producción universal, sobre todo en el actual mundo del ciberespacio, que nos recuerda que mucho de lo que antes fue ciencia ficción ya no lo es: hoy son realidades y demostración del valor de soñar, y de luchar por nuestros sueños.
Su subvaloración al reducirlo como “arte para niños”, reduce también a los niños, atrofia, y la urgencia de su justa valoración fundamenta que trascienda audiovisuales, eventos, publicaciones, del verano a todo el año y de espacios como Cuadro a cuadro en nuestra televisión, a evidenciarse en la programación más insospechada, como Lucas entre los musicales, educándonos a todas las edades a continuar creciendo como Peter Pan, con ese niño interno que nunca debemos perder, y que tanto alimenta a la imaginación y creatividad para un mundo cada vez mejor en su mayor desarrollo.