18 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

¿El ajiaco cuece dormido?

Aproximación al concepto de cultura en el medio televisual
bola de nieve

Bola de nieve

“Mestizaje de cocinas, mestizaje de razas, mestizaje de culturas. Caldo denso de civilización que borbollea en el fogón del Caribe”. (1). Así reconoce el sabio cubano Fernando Ortiz (1881-1969) cómo se construye “nuestro nacional ajiaco”. Ningún otro medio como la Televisión consigue la armonía de ver juntos. Entonces, ¿por qué no aprovechar más su dimensión socializadora e incorporar la Cultura, en su amplia acepción, como un mecanismo de producción de textos nuevos?

El enfoque de la Cultura en la pantalla, con frecuencia suele restringirse a reseñas o informaciones sobre festivales, exposiciones, presentaciones de libros, conciertos, espectáculos y talleres. De hecho, constituye una mirada parcial, pues no siempre tiene en cuenta la diversidad de procesos y acciones, cuya actividad varía en dependencia de los campos de resonancia -vida cotidiana, tradiciones literarias y artísticas, políticas institucionales, mercado, consumo-, en los cuales se inserta para designar manifestaciones simbólicas y expresivas, que desbordan el universo de racionalidad productiva del ámbito económico-social.
Notables estudiosos, entre ellos el investigador colombiano Jesús Martín-Barbero, destacan cómo la tecnología, convertida en ecosistema comunicativo, rearticula en la actualidad las relaciones entre Comunicación y Cultura haciendo pasar al primer plano la dimensión y la dinámica comunicativa de las culturas, y la envergadura cultural que en nuestras sociedades adquiere la Comunicación.

Precisa el experto: “La Comunicación en el campo de la Cultura deja de ser entonces un movimiento exterior a los procesos culturales mismos, -como cuando la tecnología era excluida del mundo de lo cultural y tenida por algo meramente instrumental-, para convertirse en un movimiento entre culturas: movimiento de exposición y apertura de unas culturas a las otras, que implicará siempre la transformación y recreación de la propia. La Comunicación en la “era de la información” nombra ante todo la conflictiva y creativa experiencia de apropiación e invención”. (2)

Efectivamente, cuando se excluyen en no pocos programas musicales, dramatizados y de otros perfiles, la riqueza del mestizaje de lo cubano, confrontaciones de ideas, ocurren sesgos limitantes que, lejos de estimular lo diverso, limitan la cosmovisiva filosófica de los públicos y, en consecuencia, su interés, el dinámico desarrollo de un pensamiento renovado.

La estrategia debería orientar su brújula hacia la concepción de cada programa como un texto, donde se lee desde el punto de vista lingüístico, estructural, metáforas, símbolos, intenciones, presupuestos estéticos. “El texto es un tejido de citas provenientes de miles de fuentes de la cultura”, (3) define el semiólogo francés Roland Barthes (1915-1980). Justamente el texto televisivo constituye un discurso, o mejor un conjunto de discursos, y no hay dudas de que la conciencia del lector/espectador se construye por diversos discursos, a través de los cuales cobra sentido su experiencia social.

En la Televisión, y en el audiovisual en general, no basta con la semántica: lo que se dice. La dimensión altamente conflictiva de la Comunicación, implica de manera definitiva a la sintaxis: cómo se cuenta el relato. La eficiencia de este proceso reside en la pericia dramatúrgica, estrechamente relacionada con la estructura, la correcta elección del género dramático, el tipo de solución del conflicto que lleva la anécdota al clímax, la búsqueda de puntos de alta tensión en los espacios informativos, en el retorno al equilibrio necesario, la eficiencia discursiva en el spot.

Tan antiguo como la historia de la humanidad es el relato. Forma parte de mitos, epopeyas, noticias, policíacos. Desde hace mucho tiempo, el relato ya no queda relegado a pueblos y comarcas; son los medios de comunicación los que narran, y sus consecuencias trascienden entornos cercanos y lejanos.

Sin distinción, para que el producto televisual sea artístico, cultural, ha de conmover. Es una condición indispensable para que cumpla su eficiencia. Tan conmovedor y reflexivo debe ser un capítulo de Sala de urgencias (Canal Habana, 11:30 p.m.), como La otra mirada (Canal Educativo, martes, 10:10 p.m.), o el Noticiero Nacional de Televisión (Cubavisión, 8:00 p.m.). No son paradójicos estos ejemplos, todos están vinculados a la creación que requiere todo espacio en la Televisión y, como acertadamente apunta el filósofo alemán Hediegger (1889.1976): “la creación no es otra cosa sino la fijación de la verdad mediante la forma”. (4)

De ningún modo basta con seleccionar textos clásicos, proponer buenas ideas, recrear lo humano que acontece a diario, habida cuenta de que la forma concede artisticidad al contenido. Es necesario velar por la creativa utilización de los recursos técnicos y expresivos en la Televisión. Se trata de lograr una combinación ingeniosa en el arte de contar, aprovechar el carácter polisémico de la imagen, relatar la diversidad, teniendo en cuenta que los espectadores son consumidores activos.

En concordancia con Martín-Barbero: “al asumirse como nueva experiencia cultural, la propia Televisión abre el camino a hacerse alfabetizadora de la sociedad en los nuevos lenguajes, destrezas y escrituras audiovisuales e informáticas que conforman la específica complejidad cultural de hoy. Este rasgo delimita una tarea estratégica que pocos medios pueden llevar a cabo como la Televisión: la socialización extendida de los nuevos modos de aprender y saber, de leer y escribir, a los que se hallan asociados los nuevos mapas mentales, profesionales y laborales que se avecinan, y también las nuevas sensibilidades, estilos de vida, gustos.”(5)

El ajiaco criollo que simboliza la formación del pueblo cubano no cuece dormido. “La cubanidad no está solamente en el resultado sino también en el mismo proceso complejo de su formación; desintegrativo e integrativo, en los elementos sustanciales entrados en su acción, en el ambiente en que se opera y en las vicisitudes de su transcurso”, como diría Fernando Ortiz (6). La Televisión exige en el siglo XXI, el carácter formativo del amplio concepto de cultura, la incorporación de saberes, pensamientos y proyecciones, que nutren su  sabia significación.

(1) Ortiz, Fernando. Ensayos etnosociológicos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991: 10.

(2) Martín-Barbero, Jesús. Pensar la Educación desde la comunicación. Nómadas 5, Bogotá, 1966.

(3) Roland, Barthes. La mort de l auters, 1968.

(4) Hediegger, Martin. Programa Filosófico. Multimedia 1975.

(5) Barbero, ídem.

(6) Ortiz, ídem.

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