La televisión la hacemos todos
Nunca antes los vínculos del ICRT han sido tan estrechos y sólidos como hoy con la UNEAC. Rompimos ese nudo gordiano, y aspiramos a ser aliados en la comunicación basada en el respeto a la autonomía de cada Institución. Pero no podemos ahora abroquelarnos en nuestros espacios. No somos dueños del espacio intelectual y mental de nadie. Tenemos que aplicar el diálogo y superar diferencias que puedan derivarse de incomprensiones y prejuicios. Yo siempre digo que la televisión cubana es la mejor de América Latina, a partir de la experiencia vivida en varios países. Sabemos que en el continente prevalecen la banalidad, la mediocridad y el populismo, que se muerden la cola.
No puede haber recelos entre nosotros. Tiene que prevalecer un espíritu de diálogo. Y eso demostrará una vez más la confianza y el respeto que nos tenemos. No es posible desarrollar el pensamiento crítico si no somos capaces de autocuestionarnos.
Creo que hoy estamos poniendo un granito de arena para entendernos mejor y colaborar con más solidaridad y entrega. La televisión la hacemos todos. Y la alta cultura, que no es otra que la que tiene su origen en las raíces populares, sí debe estar presente en nuestros medios. La televisión no puede dar la espalda a la tradición que se ha tejido a lo largo de la historia. Ojo con no discernir entre entretenimiento y vulgaridad. Toda manifestación de la cultura debe establecer un equilibrio entre educar y entretener.
Cuando dije que la televisión era educación, pero también entretenimiento, estaba defendiendo la posibilidad de llevar al público lo más atractivo de nuestras más genuinas expresiones artísticas, que nunca son aburridas. Pero ocurre que a veces algunos programas llevan una carga de veneno inconsciente. ¿A qué veneno me refería yo en aquel diálogo con el Comandante en Jefe durante la Feria del Libro con intelectuales de muchos lugares del mundo? Al mal gusto, a la banalidad, a la chabacanería, a la mixtificación folklorista a ultranza, la procacidad, y la profusión de géneros menores, que no responden a ninguna tradición. Me refería también a una visión ideológica monolítica, reduccionista, y no crítica. Somos protagonistas del cambio social y juntos debemos asumir esa responsabilidad.
La UNEAC no es el lobo feroz, ni tampoco La Caperucita Roja, pero sí,como ha dicho Magda González Grau, abogamos por el diálogo, porque los intelectuales y artistas tengamos la posibilidad de interactuar con nuestros homólogos de la televisión y la radio, con quienes la dirigen, en el espíritu martiano de que amar es criticar.
Trabajemos juntos el ICRT y la UNEAC. Nos debemos al público. Démosle lo mejor.
24 de marzo de 2011.