Los enfoques de la comunicación en la realidad identitaria cultural de Latinoamérica
La alternativa latinoamericana posee una historia marcada por los procesos pluriculturales, que han hecho uso de la creatividad para insertarse en condiciones convulsas.
Se trata de una historia transcultural, marcada por el diálogo con otras culturas y de refundación de la memoria identitaria, de pensamiento crítico y educativo como factores indispensables.
Los estudios de la comunicación en Latinoamérica han atendido a esos mandatos culturales de cada período, por ende han atravesado las múltiples regiones del continente.
La trayectoria de la tradición ha sido difícil, y se ha manifestado entreverada de contradicciones y debates que han potenciado y enriquecido este arduo bregar de los teóricos.
Como asevera el estudioso cubano José Ramón Vidal, “en la primera mitad del pasado siglo los estudios de la comunicación en América Latina se limitaban a investigaciones descriptivas y documentales de carácter histórico y jurídico, fundamentalmente centradas en la prensa y, desde la década del treinta en la radio”.1
La televisión se instaló en América Latina desde 1950, pues se establecieron las trasmisiones en México, Cuba y Brasil. Casi finales de la década siguiente, culmina la instalación de la televisión en todo el continente. Amparada en el modelo norteamericano, salvo las excepciones de Chile y Colombia, su proceso de consolidación se desarrolló en paralelo, y en cierta medida coronó de manera simbólica y efectiva la dinámica migratoria interna y la concentración en los grandes núcleos urbanos. La televisión surgió como un fenómeno eminentemente metropolitano.
Los primeros intentos examinadores del área partieron del estudio de la crisis que suscitó en el modelo de modernización y la consiguiente inestabilidad que este produjo en la realidad del continente.
Se condenó la dependencia investigativa de los esquemas funcionales norteamericanos Desde finales de los años 50´s y en los 60´s, los teóricos empezaron a reflexionar sobre esta realidad, entonces, empezaron a alejarse del quehacer investigativo de estas décadas.
¿Cómo comprender este proceso de replanteamiento? Podemos destacar que se acentuó la modificación y el despliegue de las sociedades latinoamericanas con el objetivo de introducirlas en una economía de mercado y, por ende, modificarlas en copia de los patrones de los países desarrollados.
Dicho modelo de desarrollo contrajo la puesta en marcha del proceso de difusión de innovaciones dentro del ambiente de los estudios sobre modernización. El modelo difusionista se tornó así en un modelo de investigación de las agencias estatales, y se conformó un volumen apreciable de acercamientos sobre la transferencia tecnológica y la variabilidad de actitudes propiciada por el empleo extensivo de los medios de comunicación.
Con el difusionismo se proporcionaron tentativas deliberadas de acción transformadora, especialmente en el uso de la radio para propósitos de desarrollo y fomento de la población rural y urbana. Estos intentos involucraban, por su mismo trasfondo teórico, una visión dualista de la población de nuestro continente, planteada e impuesta desde la mentalidad etnocéntrica de los centros trasnacionales, que identificaba lo rural como el “atraso” y lo urbano con la “modernización”.
Desde esta configuración se concibió el desarrollo en términos de extensión, como simple transferencia de innovaciones tecnológicas, del centro hegemónico a la periferia dependiente, de la ciudad industrializada al campo no tecnificado.
Se intentava motivar a la población a través del uso de los medios de comunicación hacia un cambio de mentalidad en el sentido de tener ganas de progresar, según el modelo de desarrollo económico dominante.
Para analizar las insuficiencias del modelo difusionista, un grupo de investigadores se apropió de herramientas conceptuales provenientes del marxismo y el estructuralismo, y se replanteó la función de la investigación sobre comunicación en América Latina.
En este contexto, podemos entender la actitud crítica que empieza a prosperar entre mediados de los años 60´s y comienzos de los 70´s.
De hecho, el resultado de las prácticas difusionistas había sido un fracaso. Se había aumentado el desempleo en el campo, y se incrementaron las migraciones masivas a los grandes centros urbanos, con su proporción de marginados de la población rural en las ciudades.
Ante esta realidad y con el marxismo y el estructuralismo en las manos, los investigadores se dedicaron a renegar del difusionismo y, en general, de todo enfoque funcionalista, labor que en algunas ocasiones se caracterizó por “un dogmatismo maniqueo y, en otras, paradójicamente, terminó reincorporando los esquemas funcionales dentro de los estudios que tomaban el nombre de críticos”.2
El paradigma crítico de la comunicación en América Latina
Este modelo crítico de la comunicación, marcado por la trilogía “comunicación, ideología y dispositivos de poder”, trajo consigo profundizar en los análisis de la autocomprensión de nuestras realidades latinoamericanas, y del papel que jugarían los sectores populares en las dinámicas comunicativas, desde el diálogo, la comprensión y no la imposición vertical de un modelo.
Los primeros momentos del enfoque crítico de la comunicación en América Latina se enmarcaron en las décadas de 1960 y 1970, y como destacan los teóricos Gilberto Bello, Juan G. Buenaventura, y Gabriel J. Pérez, se presentaron diversas temáticas, entre las que ellos señalaron:
Se contextualizó el problema de la comunicación dentro de espacios más dilatados de la interpretación, sobre todo a partir de la política y la economía. Asimismo se reinterpretó el problema del desarrollo, y se superó la reducción tradicional a esquemas de crecimiento económico.
Se estudió el impacto y la potencialidad de las políticas y estrategias de planificación del estado frente a la comunicación y la cultura. Esta propuesta estuvo encaminada a organizar sistemas de comunicación mediante mecanismos o instituciones coordinadoras en el ámbito nacional, a partir de las características y necesidades propias de cada país.
Se realizó un exhaustivo diagnóstico del flujo internacional de la información noticiosa.
Se analizó el carácter ideológico del discurso dominante, tanto en el ámbito nacional como en el transnacional. Con respecto a lo transnacional, muchos trabajos utilizaron el concepto de “imperialismo cultural”, siguiendo de cerca la teoría de la dependencia.
Se investigó sobre la estructura de la propiedad de los medios y sobre los índices de acceso a estos por parte de los sectores populares.3
La década de 1970 sería la que le daría forma definitiva al paradigma crítico, pues se trabajó la comunicación alternativa, se movilizó el establecimiento de políticas nacionales de comunicación y cultura.
Es válido destacar a la Conferencia Intergubernamental sobre Política de Comunicación en América Latina y el Caribe, celebrada en 1976, en San José, Costa Rica y organizada por la UNESCO. Fue el momento cimero de esos esfuerzos.
Los planteamientos de la Conferencia de Costa Rica propiciaron un espíritu en el marco latinoamericano y mundial, porque desde ese momento la comunicación es analizada como un derecho del individuo y de la comunidad en términos de acceso y participación.
En este entramado de los 70´s se discutió además la conceptualización y establecimiento de un nuevo Orden Internacional de la Información. Íntimamente ligada con el referente anterior, este accionar tuvo por centro organismos y foros, como la UNESCO y la Organización de Países No Alineados, etcétera.
Un concepto clave de la Conferencia de Costa Rica, donde se puntualizó la temática, fue la teoría de la dependencia. De ahí que la UNESCO, al iniciar el proceso de debate sobre el nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC), culminó con la Comisión McBride, la cual en 1980 presentó en Belgrado su informe “Un solo mundo, voces múltiples”.
La profesora Nora Gámez Torres, de la Facultad de Comunicación de la Universidad de la Habana ha destacado que:
La teoría de la Dependencia heredada de la Escuela de Frankfurt, denunciaba la penetración cultural del imperialismo en el continente y abogaba por un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación, en el cual los países subdesarrollados debían establecer políticas nacionales de comunicación para proteger el patrimonio cultural. La cultura era algo que había que conservar y fortalecer frente al dominio cultural y la internacionalización del american way life. Los medios eran considerados importantes instrumentos difusores, para unos, de los valores y la ideología dominante, para otros, de la modernización necesaria para salir del subdesarrollo.4
En estos años, además, se fraguó un camino en pos de la creación de una conciencia crítica en la lectura de los mensajes de la cultura de masas, la organización de gremios profesionales de periodistas y otros tipos de comunicadores sociales. Por ejemplo: la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC) y la Federación Latinoamericana de Comunicación Social (FELAFACS), entre otros.
Se emprendieron rumbos por la reorientación de instituciones y medios existentes con el objetivo de desarrollar programas de desarrollo más acordes con las necesidades y expectativas de las mayorías.5
En esta panorámica, se encuentra en un lugar destacado la identidad cultural. Desde los comienzos de la década de 1980, era propicio el terreno de foro de los investigadores con diversas propuestas teóricas y distintos objetos de estudio.
Según acotan Gilberto Bello, Juan G. Buenaventura y Gabriel J. Pérez, la relación entre identidad, cultura y comunicación se abordó en cuatro temáticas: La conexión entre comunicación e identidad cultural. Cómo se construyen las identidades colectivas: ¿qué es lo nacional?, ¿qué es lo regional?, ¿qué es lo latinoamericano?, ¿qué es lo local?, ¿cómo se distingue lo nacional de lo transnacional?
Las culturas populares abordadas desde cómo se comunica la gente en su vida cotidiana, qué hacen con los mensajes que les llegan de los medios masivos.
Según plantea la estudiosa cubana Ileana Medina: “Lo popular es el lugar donde confluye hoy toda la diversidad cultural, regional, política, económica, de consumo, que caracteriza a nuestro continente, el lugar de consumación de la heterogeneidad. Es el espacio que permite hoy estudiar lo mismo en los procesos macrosociales que involucran la puesta en escena de modernas tecnologías de la comunicación, que los procesos microsociales ligados a las culturas regionales o a las pequeñas comunidades, a los barrios, a las familias, a los individuos.6
Referencias
1 José Ramón Vidal: “Los estudios de la comunicación en América Latina”, en Colectivo de Autores: Puerto Príncipe 2005. Temas de comunicación y de cine, Unidad Docente del Instituto Superior de Arte, Camagüey, Editorial Ácana, Camagüey, 2005, p. 11.
2 Véase para profundizar en estos temas a Gilberto Bello, Juan G. Buenaventura y Gabriel J. Pérez: “Concepciones de la comunicación y crisis teóricas en América Latina”, en revista Diálogos, no. 20, abril de 1988.
3 Las temáticas abordadas pertenecen al ensayo de Gilberto Bello, Juan G. Buenaventura y Gabriel J. Pérez: “Concepciones de la comunicación y crisis teóricas en América Latina”, en revista Diálogos, no. 20, abril de 1988, p. 36.
4 Véase: Nora Gámez Torres: “El giro cultural de los estudios de comunicación”, en Colectivo de Autores: Comunicología. Temas actuales., Editorial Félix Varela, La Habana, 2006, pp. 113-114. Para ilustrar este planteamiento ver la obra investigativa de Armand Mattelart.
5 Gilberto Bello, Juan G. Buenaventura y Gabriel J. Pérez: “Concepciones de la comunicación y crisis teóricas en América Latina”, en revista Diálogos, no. 20, abril de 1988, pp. 36-37.
6 Ileana Medina: “Desde el otro lado”, Tesis de Licenciatura, Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana, 1995, p. 38. Citado por Colectivo de Autores: Puerto Príncipe 2005. Temas de comunicación y de cine, Unidad Docente del Instituto Superior de Arte, Camagüey, Editorial Ácana, Camagüey, 2005, p. 21.