9 de diciembre de 2024

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Instituto de Información y Comunicación Social

Marcos Castillo: trascenderse a sí mismo

El experimentado realizador habla sobre los presupuestos del veraniego canal musical
Discofiesta 98

Discofiesta 98

Hace algún tiempo me propuse conversar “largo y tendido” con el multifacético Marcos Castillo, realizador de vasta experiencia en los medios audiovisuales, cuyas propuestas –tanto radiales como televisivas–, llevan la impronta de su afán de renovación, siempre en busca de lo novedoso, lo inédito. El surgimiento este verano de una programación totalmente musical, a través del Canal Educativo, sirvió de magnífico pretexto para apresurar y concretar este añorado encuentro.

¿Qué papel ocupas en la gestación de Tu música TV?

–Hace aproximadamente dos años un grupito de entusiastas acariciamos por primera vez la idea de un canal de televisión solo musical; pero aquello no cuajó. Por eso me sentí muy agradecido cuando los directivos de la televisión cubana me propusieron integrar el equipo responsabilizado con la salida, durante julio y agosto, de la referida propuesta. Algo difícil, porque se trataba de montar una programación netamente musical en un canal con sus características y contenidos propios.

Tu música TV deviene un concepto inédito en nuestra pequeña pantalla, un proyecto que involucra a la dirección de Programación de la televisión y a la División de programas musicales. En lo personal, mi participación junto al equipo de trabajo, se circunscribe a seleccionar los materiales, concebir la parrilla, la identidad del canal, su imagen corporativa y, por supuesto, su nombre.

¿Cuáles fueron los presupuestos para formular el canal?

–Ideamos una programación donde se conciliaron los intereses del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), con la perspectiva de trasmitir materiales de calidad, el 50 por ciento de ellos de producción nacional. A partir de ahí comenzamos una selección rigurosa, con el propósito de dar una perspectiva diferente a este canal de nuevo tipo.

En todo momento se habló de diversidad y coherencia sistémica, para que ninguna oferta desmienta el propósito de entretener y recrear, fomentando al mismo tiempo valores musicales y estéticos.

¿Consideras que tu participación en el proyecto resulta un reconocimiento a tu labor como realizador?

–Al menos evidencia un conocimiento de mi trabajo como director y de los resultados de Fuera de rosca, programa concebido para Cubavisión Internacional y que luego comenzó a trasmitirse por el Canal Habana; aunque en la actualidad los televidentes de todo el país pueden disfrutarlo por Cubavisión.

Es posible que los directivos del ICRT hayan tenido en cuenta también mi desempeño como realizador y productor musical en la radio. Llevo muchos años trabajando en los medios. Esa experiencia, además de los aportes de la academia, me han permitido desenvolverme en la radio, la televisión, el cine, asumiendo diferentes géneros: musicales, informativos, documentales, publicidad…

Iniciaste en la radio durante una etapa en la que prevalecía el empirismo. ¿Cuánto aportó la academia a tu desempeño posterior?

–El pensamiento hay que educarlo y quienes trabajábamos en la radio en esos años lo hacíamos por pura intuición, aunque los resultados eran buenos. Teníamos que codificarlo todo para defender nuestro trabajo. A veces dedicábamos mucho esfuerzo y tiempo a convencer a los directivos sobre la validez de cuanto hacíamos. Se requería persuadir a las personas que median entre la realización y la concreción de una obra, pero carecíamos de todas las herramientas teóricas para hacerlo.

La academia resultó útil porque me dotó de un sistema de categorías que me posibilitan comunicarme, convencer, montar, desmontar, criticar y defender mi trabajo.

Sin embargo, tu debut fue en una emisora privilegiada por el talento.

–Cierto, porque en los años 80, cuando llegué a Radio ciudad de La Habana como editor, tuve la suerte de convivir con magníficos realizadores de sonido, directores y guionistas que aportaron muchísimo a mi formación. Por si fuera poco, allí laboraban diecinueve poetas reconocidos como Sigfredo Ariel, Alvis Torres, Bladimir Zamora, Ramón Fernández-Larrea, Alberto Rodríguez Tosca, al igual que trovadores como Frank Delgado.

En la emisora se hicieron las primeras grabaciones de Polito Ibáñez y Raúl Torres. En aquel ambiente de alta creación me convertí en una esponja, y traté de enriquecerme de pies a cabeza con ese talento lo cual debió reflejarse en mis proyectos.

Cuando comienzas a estudiar en el Instituto Superior de Arte (ISA), ya dirigías un exitoso programa radial donde te nombraban “El monje de la salsa”. ¿Qué recuerdas de aquello?

–Fue algo curioso, porque en Radio ciudad de La Habana éramos una vanguardia abanderada del rock y la trova. Tanto así que fue la primera emisora cubana que comenzó a trasmitir a Fito Páez, Charlie García, Pink Floyd, Led Zeppelin, con una marcada intencionalidad: crear en los oyentes –eminentemente jóvenes–, un gusto estético hacia intérpretes y géneros entonces poco difundidos en el país.

Luego me percaté de que nunca había incursionado en la música popular bailable cubana, a la cual en el mundo le llamaban “salsa”. Cuando se dieron las circunstancias, pedí a la dirección de la emisora hacer un programa de ese tipo.

Mi proyecto se aceptó sin mucha confianza. Así surgió Discofiesta 98, con Roylé Rodríguez como conductor. Fue él quien me bautizó con tal calificativo. Nuestros músicos adquirían ciertos apelativos. Por ejemplo, Adalberto Álvarez se convirtió en El caballero del son.

El programa salió al aire en 1993, en pleno Período Especial, y se convirtió en un agradable y oportuno paliativo en medio de las calamidades de entonces, mientras se convocaba a la música cubana, al gusto y apego por lo nuestro. Logramos una impresionante relación con la audiencia.

En la prensa nacional aparecieron seis artículos referidos al programa, en Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores, donde se expresaron puntos de vista a favor y en contra; lo cierto es que Discofiesta 98 no pasó inadvertido, porque era una propuesta de vanguardia, un modo distinto de hacer radio y sobre todo, una manera peculiar de difundir nuestra música.

En Radio Metropolitana persiste otro de tus significativos proyectos, A propósito, con dos frases distintivas que concebiste: “La otra manera” y “La diferencia”. ¿A qué lo atribuyes?

–En la radio realicé todos los proyectos desde una posición de vanguardia, replanteándome nuevos conceptos. En A propósito logré nuclearme alrededor de un grupo de amigos y personas talentosas como Humberto Manduley –especialista en rock–; el profesor de semiótica del ISA y conocido comunicador Mario Masvidal, al igual que el crítico de arte Gustavo Arcos.

Nos propusimos acercarnos de forma diferente al oyente, a partir de propuestas musicales y conceptuales poco difundidas, no por ello menos importantes. Si esas frases se mantienen, es porque el espacio sigue marcando la diferencia, otra manera.

¿Has corrido igual suerte en la televisión?

–Te respondo “de otra manera”. Hace poco presenté una exposición fotográfica –en un rincón del alma también llevo un fotógrafo–, comentada por Masvidal y Arcos. Este último aseguró que podía ubicarme en todos los medios e impulsar los proyectos que se me ocurrieran.

¿Depende de la suerte?

–Soy muy observador. Percibo cuáles son las necesidades en cada momento: soy un realizador que trabaja con los pies sobre la tierra, no sueño proyectos imposibles. Quizás esa filosofía o actitud ante la vida me ha ayudado en mi desempeño profesional. Me atengo a lo lógico, lo práctico, lo objetivo, aunque sin dejar de la mano la fantasía que me impulsa a hacer las cosas a mi modo, promoviendo cambios, modificando estéticas.

Nuestro trabajo es crear, no repetir. Todos nos llamamos “creadores”; no obstante, a veces no somos consecuentes con el término, que además nos exige. Nunca hablo de “mi obra”, sino de “mi trabajo”. Por eso me suscribo a X Alfonso cuando se califica como un obrero de la cultura.

Esa filosofía la percibo en la serie promocional Lo real maravilloso, que intenta mostrar cuán mágicos somos los cubanos, sin perder de vista nuestra realidad. ¿Cómo surge el proyecto?

–Surge como parte de la campaña Imagen Cuba, para Cubavisión Internacional. Me apoyé en mi desempeño como fotógrafo para reflejar la identidad nacional, en la cual coinciden lo mágico y lo real. Fue un reto mostrar una imagen del país con sus variantes y matices, mediante mi percepción de la cubanía, acompañada de una banda sonora que además de un típico danzón o danzonete, también podía incluir temas de Carlos Varela, William Vivanco o Frank Delgado.

Hace seis años sale al aire Tiene que ver, otra manera de andar un camino tan trillado como una tanda infantil. ¿Cómo lo has logrado?

–Dicen que trabajar para los niños resulta muy difícil. No me dejo llevar por ese cliché, porque para mí es una gozadera dedicarme a los pequeños. Será por ese otro cliché de que todos llevamos un niño por dentro, y en ese programa se me sale completo. Igual le ocurre al resto del equipo de realización, con edades superiores a los 40 o 50 años.

Tiene que ver nació de una idea original de Ricardo Vila Arteche, a quien conocía de otros proyectos infantiles en la radio. La vida nos ha unido en este programa que asumí con muchísimos deseos, porque su irreverencia permite romper con lo establecido, al punto que puede aparecer en pantalla una mano dándole un vaso de agua a Isaily, la conductora.

Y eso resulta divertido para los niños y los mayores. No obstante, la academia sigue ejerciendo su influencia en la realización del programa, pues que el televisor sea el coprotagónico como interfase entre el emisor y el receptor, lleva implícito un cuerpo teórico.

Le debo a la radiodifusión estar en condiciones de dirigir este programa, pues allí uno desarrolla un sexto sentido y una fantasía tremenda; disponer solo del sonido exige potenciar otra magia. Por eso Tiene que ver otorga tanta importancia a la banda sonora, como elemento expresivo y también divertido.

A mi juicio, Fuera de rosca es el programa que más se parece a Marcos Castillo por lo renovador, audaz, dinámico y transgresor, desde el uso de los colores hasta la fotografía y la iluminación. ¿Qué opinas tú?

Fuera de rosca intenta democratizar la mirada del receptor para que deje de ser pasiva, a la vez propone un mensaje no dictatorial, obligado desde un ángulo. La fotografía busca asumir más de un punto de vista: en el momento que la conductora habla al espectador, inmediatamente cambio de cámara a fin de involucrar al televidente, casi siempre excluido.

En definitiva, el programa también expresa una línea de pensamiento, de formas, intenciones, conocimientos, basado en elementos fotográficos y de publicidad. Incluso, los reportajes para el programa responden a mis conceptos sobre documentalística, donde persigo que la forma sea provocadora. Fuera de rosca pretende activar al receptor de manera continua, a la vez que modifica sorpresivamente su campo visual.

¿Hay algo que no intentarías?

–Me niego rotundamente a reproducir miméticamente lo que habitualmente se hace. Por eso intento ser versátil, superarme. Y como diría una voz autorizada, la verdadera vanguardia resulta la que es capaz de trascender sus propios dominios… Y eso sí voy a intentarlo siempre.

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