Siempre me he sentido vinculado al Noticiero.
Memoria viva. Lo sospeché desde el inicio, cuando supe que Renaldo Infante Urivazo dirigió el Noticiero Nacional de Televisión por casi una década. Seductor resulta nuestro encuentro, convertido en una emisión especial de recuerdos y añoranzas, una vibrante remontada a la historia de la televisión “hecha a manos”, o “con palos”, como dicen muchos.
Al borde de los 90 años de edad, este santiaguero furibundo revive con nitidez impresionante cada detalle de los primeros pasos de nuestro noticiero estelar, cuya rústica realización exigía redobladas dosis de esfuerzo y creatividad colectivos. Haciendo gala de su caudal intelectual, desafía al tiempo, desentraña los sucesos transmitidos durante los convulsos años 60 y dialoga oportunamente con el presente. No pone “peros” a interrogante alguna. La locuacidad impera.
¿Cómo llega a la televisión y al Noticiero?
Después de concluir el proceso de lucha y clandestinidad aquí en La Habana, me habían nombrado parte del equipo de intervención del Instituto Nacional de Cultura. Allí estuve hasta que me llamaron desde Santiago de Cuba para dirigir el periódico provincial Sierra Maestra. Luego fui director de Cultura en la ciudad y miembro del Tribunal de la Reforma Urbana.
Antes del triunfo de la Revolución, ya había incursionado en los medios. En la radio empecé en 1948, fui actor en CMQ, con la empresa publicitaria Crusellas. Entré allí a través de Félix B. Caignet. En aquella época el trabajo te caía encima uno detrás del otro. Fui, además, profesor en la escuela de periodismo Mariano Corona de Santiago de Cuba.
La Dirección Provincial me designó para integrar la Comisión de Orientación Revolucionaria (COR) a nivel nacional. Allí fui Jefe de Orientación Política, atendía a los medios de prensa, editaba un boletín ideológico y organizaba la labor de los conferencistas, y orientadores políticos que viajaban en carros altoparlantes por todo el país.
Cuando se crean las Organizaciones Revolucionarias Integradas, existían el noticiero Revolución, en el antiguo Telemundo, ubicado en P y 23, y el Noticiero CMQ –TV que radicaba en Radiocentro. Eran dos noticieros con una gran rivalidad, existían ciertas diferencias por competencias profesionales entre el personal. En la COR Noticiero Nacional de Televisión (NTV) el 2 de noviembre de 1961. decidimos fundirlos en uno solo y eliminar esa dualidad. Se funda así el
Yo seguía en la COR pero al tanto de todos los cambios. Cuando se decidió institucionalizar la Radiodifusión en el país y crear el ICR en un principio, me mandaron a supervisar las emisiones del Noticiero. En plena Crisis de Octubre se produce un error en una emisión. Me citaron por el Partido y me designaron comisario político para atender la información en la televisión. Estuve allí durante toda la Crisis controlando las emisiones del Noticiero. Luego me nombraron subdirector del Noticiero Nacional de Televisión, y encargado de viabilizar las orientaciones de la COR. En la práctica era quien dirigía la información en la Televisión. Me nombraron director a finales de 1963. Fue la primera vez que trabajé en el medio televisivo.
Me propuse, en primer lugar, acabar con la división, limar las asperezas y convocar a todos al trabajo. Me enfrenté a un medio distinto, por lo tanto, me senté en cada puesto de trabajo y le pedí a cada quien que me enseñara a trabajar.
¿Quiénes comenzaron a trabajar en el NTV?
La mayoría venían de la radio, pero algunos cumplían funciones similares en ambos medios, porque los Mestre utilizaron un formulario muy conveniente para ellos: tenían el Noticiero CMQ-Radio, el CMQ-TV y a Radio Reloj, y los periodistas, desde una redacción central, trabajaban para los tres medios. Ese sistema lo diluimos y establecimos una redacción para cada uno de esos espacios informativos. Preferíamos que los periodistas se especializaran en un medio específico.
Algunos de los trabajadores se formaron en el NTV. Otros ya tenían experiencia en el periodismo televisivo. Por ejemplo, José Rodríguez Méndez, que era un gran conocedor del estilo.
Al cabo de tantos años, hoy vemos profesionales que escriben para televisión como si fuera para prensa plana o radio, y no es lo mismo. La información en televisión es un fenómeno más singular, parte de la imagen y donde la imagen no dice, ahí entra la palabra, pero no se reitera.
Todos estos fueron elementos que empezamos a atacar en el Noticiero y en poco tiempo logramos eliminar deficiencias. Fue muy estimulante para los trabajadores que el director se sentara en su puesto de trabajo a observar cómo se trabajaba. Después de eso organicé unas sesiones de análisis, estudio y trabajo semanales. De esa forma fui promoviendo el espíritu de grupo.
¿Cómo cubrían los acontecimientos?
El equipo de reporteros lo integraban el chofer, un luminotécnico y el camarógrafo, que tenía doble función: recogía la información y la traía escrita, facilitada por la fuente. En ocasiones, la fuente se comunicaba por teléfono, los redactores la editaban aquí y solo se recogían en el terreno las imágenes. Para ese entonces, los periodistas todavía no salían a la calle.
Uno de los acontecimientos más importantes que cubrimos en aquella época fue el paso del ciclón Flora, cuyos efectos fueron terribles, desastrosos… El único órgano de prensa que pudo informar desde el lugar y saturar a toda Cuba durante la temporada fue el Noticiero Nacional de Televisión. Los periódicos capturaban las imágenes del noticiero y las publicaban.
Eso fue posible porque teníamos una relación muy estrecha con el aparato fílmico de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, dirigido por el Comandante René Rodríguez.
Recuerdo que cuando la situación en Oriente estaba más difícil, mandé a seis camarógrafos. Héctor Ochoa fue quien filmó la travesía de Fidel y el tanque anfibio que se volcó. Fidel le preguntó quién era, y cuando él le respondió le dijo que guardara bien la película y la hiciera llegar al Noticiero para que Cuba entera viera lo que estaba sucediendo.
Ochoa salió con el agua al pecho y la cámara al hombro, caminando kilómetros y así logró llegar a la carretera que une a Holguín con Las Tunas. Un jeep militar lo recogió y lo llevó hasta Las Tunas, ahí tomó un transporte hasta Camaguey, donde alquiló un auto y vino hasta La Habana.
Lo del camarógrafo Héctor Ochoa y el difunto Bebo Muñiz fue heroico, fueron los de más amplia cobertura en el ciclón Flora, pues trajeron miles de pies de películas que aún se conservan.
¿Cómo se hacía cada emisión del noticiero?
En el aparato de redacción se recibían los materiales junto a la información que los acompañaba. Inmediatamente cada redactor asumía sus responsabilidades y comenzaba a trabajar con un editor.
Lo primero era montar la película, tal y como venía, en un carrete, en medio de la oscuridad. Ese trabajo lo hacía un ciego muy inteligente que no recuerdo su nombre. Luego el editor la revisaba en un proyector, leía las notas informativas y sobre esa base realizaba la edición del material.
Previamente, el Jefe de Redacción, discutía conmigo las informaciones y decidíamos las prioridades y el tema que abriría la emisión. Con ese guión se orientaba el tiempo para cada noticia.
Después que todo aquello se había armado por separado, el Jefe de Redacción dirigía el montaje del material fílmico con el editor principal. Al mismo tiempo, los redactores les ponían el texto a cada una de las informaciones.
Una vez logrado el producto final ensayábamos el noticiero con los locutores y el Jefe de Redacción, cosa que no se hace ahora. Cuando se proyectaba la secuencia de imágenes, el Jefe de Redacción, el editor y yo hacíamos los ajustes necesarios, mayores o menores en dependencia de si había que introducir noticias a última hora.
Todo esto era trasladado al máster de edición y el Director de Emisión bajaba al estudio con los locutores a hacer su labor. En ocasiones yo bajaba con él hasta el comienzo de la emisión, luego subía y me sentaba a verla hasta que terminara, generalmente a la una de la tarde. Ahí mismo empezaba el trabajo para la emisión de las ocho de la noche.
No solo me circunscribía a la dirección, también hacía periodismo televisivo. Lo mismo salía a tirar películas que a hacer reportajes, descripciones sobre determinados eventos. Además tenía la responsabilidad de moderar mesas redondas, comparecencias y otras actividades del servicio informativo que me confiaban.
Dirigía, asimismo, la programación deportiva, como el espacio Trebejos, que salía también en el Noticiero, y los programas especializados de información internacional.
¿Cómo era el uso de la música y de los efectos sonoros?
El sonido era una tragedia para nosotros, utilizábamos prácticamente el mismo sonido del estudio y lo que aportaban los musicalizadores y efectistas. Se recurrirían a muy pocos efectos, porque no había manera de obtener sonido directo en las grabaciones.
Teníamos cámaras de reportajes Bell and Howel, muy buenas, pero de sonido no. Planteé esta situación a la Dirección Nacional de la COR y nos dijeron que no había divisa para eso. Poco tiempo después, Emilio Aragonés, el organizador del Partido Unido de la Revolución Socialista, creado en 1962, consiguió un equipo Auricon Pro 600 procedente de Canadá, con el cual comenzamos a realizar trabajos con sonido directo. Los técnicos la operaban con mucho cuidado y se utilizaba solo para acontecimientos importantes.
Después nos hicimos de las cámaras Pentaflex, alemanas, menos fuertes que las Vell and Hawel, se rompían frecuentemente.
¿El Noticiero se dividía en secciones temáticas?
Teníamos un comentario internacional, a cargo de Manuel González Jerez, un español exiliado en Cuba, periodista de Radio Habana Cuba. Había otro nacional en la emisión de la una, responsabilidad de Mario Kuchilán. Y en la de las ocho teníamos a Luis Gómez Wangüemert, sin dudas, el más extraordinario comentarista de televisión que ha tenido Cuba, otrora Director del periódico “El Mundo”.
El deporte sí constituía una sección. Rubén Rodríguez era su comentarista, pero solo salía en la emisión del mediodía. Después, cuando entró Eddy Martin, comenzó a salir en la de las ocho de la noche. El fenómeno deportivo nos llevó a hacer cosas interesantes, como trasmitir la XXVII Olimpiada de Ajedrez a fines de 1966, que tenía por sede al hotel Habana Libre. Colocamos una gran pantalla en L y 23, sobre la fachada del cine Yara, y la transmisión fue todo un éxito.
No teníamos información del estado del tiempo. Solo cuando amenazaban los ciclones traíamos al Director del Observatorio Nacional o íbamos allá a hacer entrevistas con el control remoto.
Transmitíamos informaciones culturales, pero no existía como sección, las intercalábamos entre las demás noticias. Esa segmentación por temáticas apareció luego, y en mi opinión esquematiza demasiado al noticiero.
Hoy se habla mucho de la dramaturgia de la información, un concepto que rechacé bastante. El drama lo crearon los griegos, conlleva la ficción, y yo siempre defendí la objetividad: no puede haber ficción en la información.
Lo que llaman dramaturgia de la información es lo que debe ser la estructura de la información. Buscábamos la objetividad, aunque hacíamos algunas cosas que estaban en el marco del fenómeno dramatúrgico.
¿Reflejaba el noticiero los cambios que ocurrían en el país?
En aquella época teníamos una serie de características que respondían directamente a las líneas políticas trazadas en el país, nuestra vinculación al campo socialista y la defensa de la Unión Soviética. Había que estar claro de los problemas surgidos a raíz de lo que llamaban diversionismo ideológico, fenómeno que a veces lleg ó a ciertas exageraciones.
Además, cubríamos todas las transformaciones sociales y la obra en ciernes de la Revolución. Transmitimos la primera graduación de médicos de la Revolución en el Pico Turquino y la convocatoria al Servicio Militar.
¿Cuáles temáticas eran las más abordadas?
En el plano nacional nos centrábamos esencialmente en el desarrollo de la base económica, los problemas productivos. La ganadería y la zafra azucarera eran cuestiones básicas. El asunto de la deforestación del país, la creación de las presas después del ciclón Flora para preservar las aguas. Todo el trabajo de recursos hidráulicos. Otros temas muy tratados fueron los de Educación, las escuelas al campo y la combinación estudio-trabajo.
Políticamente el concepto que primaba era la lucha armada como vía fundamental para alcanzar a la Revolución social. Y defendíamos aquello a capa y espada.
Trabajábamos mucho la cuestión histórica, otra arista importante. Teníamos informaciones que nos traían de las guerrillas en distintos lugares y hacíamos programas especializados dentro del noticiero.
Otra temática medular fue la lucha por asentar la conciencia antiimperialista en nuestro pueblo. En aquella década todavía supervivía la emoción revolucionaria, que debía ser sustituida por la conciencia revolucionaria. A medida que se iba radicalizando el proceso se concentraban más las fuerzas revolucionarias. Tuvimos pro blemas con algunas personas que trabajaban con nosotros pero no tenían un pensamiento revolucionario. A finales de los 60 fue necesario hacer una gran depuración en el ICR, mediante unos cuestionarios conocidos como el “Cuéntame tu vida”. Hubo gente que cuando se lo entregaron devolvieron el carné del Partido y dijeron que se iban del país.
¿Existían temas tabúes?
Sí, debido a esa concepción por la cual pasan generalmente todas las revoluciones sociales. Vivimos la enfermedad infantil del izquierdismo, pero se correspondía con aquel tiempo, con lo que en cada época es necesario hacer y pensar.
¿Cuáles eran las líneas fundamentales de la política informativa implementada para los medios de comunicación?
En aquella primera época de los 60 no existían lineamientos precisos sobre como trabajar los medios. La única definición era “dentro de la Revoluci ón todo, fuera de la Revolución nada”. Nos decían: “jueguen pelota”, y teníamos que discernir lo publicable, lo que convenía y lo que no. Recuerdo que, a veces, algunos compañeros de determinadas instancias me llamaban para darme un cocotazo. Quizás había puesto un desfile de modas en París y eso era un pecado. Hoy eso no importa. El problema de las ideologías es ese: los principios pueden cambiar, lo valores no.
¿Contaban con algún método de conocer las opiniones del público? ¿Se tenían en cuenta a la hora de elaborar los productos informativos?
No teníamos eso, aunque sí existía el Instituto de la Demanda Interna, subordinado al Ministerio de Comercio Interior, que hacía investigaciones sociales referidas al consumo. El Partido, por su parte, había creado un equipo de investigaciones para auscultar la opinión del pueblo. Su primer director fue el profesor Raúl Gutiérrez, introductor de las encuestas públicas en Cuba, desde la Revista Bohemia y la Organización Publicitaria Latinoamericana, una organización publicitaria que había en el país.
¿Cuáles eran los mayores obstáculos a los que se enfrentaban en el proceso de realización?
Eran bastantes. En primer lugar la infraestructura tecnológica: carecíamos de un estudio propio, laborábamos en el décimo piso y todo el trabajo hab ía que trasladarlo al Estudio 15, donde grabábamos en un rinconcito.
Enfrentábamos muchos problemas con el revelado de las películas, porque a veces se echaban a perder los caldos del revelado y se fastidiaba la película. Había que inventar para salir al aire. Teníamos dificultades con el transporte también. No teníamos un cuerpo de reporteros fijo. Los periodistas no tenían acceso a las actividades internacionales, solo permitían salir a periodistas de la prensa plana y a Santiago Álvarez, del ICAIC.
Además, practicábamos el anonimato, el único nombre publicado era el del Director. No permitíamos que cuando un periodista salía a hacer una información diera el crédito, ni apareciera en pantalla, ni hablara. Decíamos: “‘vedettismo’ aquí no queremos”. Los cambios sucedieron con la introducción del color en el año 1975.
¿En el Noticiero conservaban las imágenes en un archivo?
Yo dispuse una reorganización de todos los materiales porque Manito Cueto -que era el encargado del Archivo y fue el maestro de nuestros editores-, era un tipo muy simpático, colaborador y amigo, pero majadero. A veces le decíamos: “Manito hacen falta imágenes del tal tema”, y él decía que de eso no había nada, y no buscaba, y como era el único que sabía todo sobre la filmoteca había que aceptar su palabra. Eso me propuse vulnerarlo.
Pero no me conformé. En verdad faltaban imágenes de muchos temas y de la Revolución. Así que nos dimos a la tarea de rastrear lo que no poseíamos. En el Consejo de Dirección del Instituto recibimos sugerencias de lugares donde podíamos encontrarlas.
Por entonces, apareció un periodista de CMQ que tenía cajones de repasos fílmicos y noticias del periodo de la lucha revolucionaria, y clasificamos todo aquello. Pero me quedaba una alternativa inexplorada: los viejos archivos del antiguo Noticiero Revolución y de Telemundo que estaban en manos del viejo periodista y diplomático Carlos Lechuga. Él estaba de embajador en Ginebra.
Un día, cuando Osvaldo Valdés me dijo que Lechuga estaba en Cuba, le caí atrás y me autorizó. Trajimos aquel tesoro para el ICR, teníamos allí la historia de la Revolución. Luego me llegó un emisario de Celia Sánchez para que le entregara aquella información fílmica, porque había que trasladarla para el Museo de la Revolución. Todo está allí.
Vivimos momentos inolvidables en la Televisión. Siempre me he sentido vinculado al Noticiero, lo sigo, lo observo. Me entran rabietas cuando veo cosas mal hechas. Y aún trabajo en la computadora, aunque sea con la LETRA GRANDE y en negrita, pero sigo haciendo cosas…