Escaso de carnes y estirado el cuerpo hasta el mismísimo cielo. Prieto, óseo y armado de guitarra, Faustino Oramas, apodado El Guayabero, recorría, en 1950 y pico, los parques y encrucijadas holguineros, como un cercanísimo trasunto de sus lejanos antecedentes, los trovadores medievales.