25 de marzo de 2025

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Una eterna directora de televisión: Lolina Cuadras

Hace muchísimo tiempo que Lolina Cuadras merece (y merece y necesita nuestra cultura) ser referida en estas páginas por derecho propio.
Lolina Cuadras

Lolina Cuadras

Cuando se habla de mujer es difícil escoger una entre las tantas que han decidido todos los detalles de la televisión cubana; sería discriminatorio limitarlas a este mes en que no cabe la mayoría, y también obviar el legado masculino, a menudo feminista o al menos racional y justo por distintas razones. Pero hace muchísimo tiempo que Lolina Cuadras merece (y merece y necesita nuestra cultura) ser referida en estas páginas por derecho propio: nacida el 23 de septiembre de 1941 en calle Estrada Palma # 808 en Santiago de Cuba, donde se educó “con mentalidad abierta, pensamiento lógico y mucha ética” (Luis Casariego: La directora Lolina Cuadras aun sigue amando la televisión, en www.envivo.icrt.cu, 2022, septiembre 23), hija y nieta de santiagueros, con dos hermanas bastante mayores, de padre veterinario y ese apellido de origen catalán.

Según Unos minutos en la vida de Lolina Cuadras (2da temporada: “La belleza que amas conviértela en lo que hagas”; Carlos Collazo, 2020), en todas sus generaciones paterna y materna se repetía el nombre Dolores y sin más diminutivos, para ella quedó Lolina; niña discretamente tranquila, siempre ha gustado de los gatos y de todos los animales en general, sin que nadie de su familia se hubiera vinculado nunca con los medios, pero en su casa sí había un ambiente cultural: la madre tocaba piano y la puso en el Conservatorio Provincial de Oriente, donde Lolina terminó sus ocho años de piano, cuatro años estudiando inglés, y fue educada en el mismo colegio de monjas donde se habían educado su madre y su tía, y ya salió graduada de Bachillerato, mientras a la abuela le gustaba montar pequeñas obras de teatro con sus hermanas y amigas de sus hermanas, obritas que ella cataloga muy “picúas” y ritual que considera “locura familiar”.

Del Derecho a la Televisión

Concluido el bachillerato matriculó la carrera de Derecho, pero a partir del segundo año, para continuarla tenía que ser en La Habana, a donde vino con quien hacía un año ya era su esposo, entonces también estudiante, y ella se tituló “Doctor en Derecho” a “Dolores Cuadras Gutiérrez” (Collazo, Ibídem); fue discípula de excelentes profesores, como los Drs. Francisco Prat Puig y José Antonio Portuondo que ayudó a la pareja y  encauzándose de nuevo en la Universidad, les indicó unas becas que habían llegado para Italia; al regresar, ya Lolina sabía que su interés era el arte y nunca ejerció la abogacía al considerarla un sacerdocio, temiendo no poder defender a nadie como se pretendía. Mas el decano de esa Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, Dr. Mariano Rodríguez Solveira, la contactó a trabajar como asistente del eminente Dr. Fernando Ortiz que no estaba bien de la vista, la llamaría Lolita y ella lo ayudaba en excelente relación.

Marcada por sus estudios previos de Sicología y de Arte, fue profesora de Sicología en el Instituto Pre-Universitario Urbano Manolito Aguiar (Marianao) y maestra en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona muy poco tiempo, pues la docencia no la hacía feliz, y otro profesor de Derecho de la Universidad de La Habana, de la que nunca se desligó, el Dr. Octaviano Portuondo, quien la conocía desde su niñez, le avisó de un curso al que él asistía para formar directores de televisión: apenas entró, se enamoró del ambiente; curso no tan largo pero con gente muy brillante, y al concluir la situaron como directora en Santiago de Cuba donde le correspondía por vivir allí y en cuya Tele-emisora provincial Tele-Rebelde recientemente fundada convocaban a un curso de dirección, y es una de los pocos aprobados, junto con quien sería otro excelente director: el Maestro Roberto Ferguson. Nació su hijo Frank, quien luego trabajaría también en la televisión como generador de caracteres y editor; allí Lolina conoció a Yolanda Franco que escribía una serie de cuentos infantiles que Lolina dirigía y realizaba en aquella incipiente televisión santiaguera, siempre en vivo todo, que eran los programas que ella disfrutaba más hacer con toda la preparación que exigen aunque también los haría grabados. Allí trabajó poco más de un año, con una primera experiencia dirigiendo un programa de deportes de lo que no sabía nada, pero le perdió el miedo al error en el arte.

Inicios en la televisión habanera

Al llegar a La Habana por cuestiones familiares, ya había hecho todo lo posible en televisión, y fue enviada a dirigir el Show del Mediodía con el inmenso locutor Germán Pinelli, a quien confesó que buscaba un director con cultura, y con quien aprendió muchísimo, sobre todo a moverse en un estudio de televisión y el quehacer de un programa en vivo, hasta que luego llegara el video. Era un programa de variedades diario a mantener todo el tiempo sin que se cayera, horario y espacio que siempre consideraría muy suyos por sus vivencias con el insuperable Pinelli, su conductor y alma, el único que no podía faltar, y con quien al mes ya de solo mirarse sabían lo que iban a hacer.

Lo primero que la enviaron a dirigir sola fue uno de los tres programas importantes de la Televisión (salvando Teatro y otros): el humorístico de los jueves, Casos y cosas de casa, 14 años en CMQ hasta los años 70, con guion del excelente Enrique Núñez Rodríguez, en staff difícil y duro donde entre otros actores de lujo, Martha del Río (interpretando a la protagonista: “Finita”), tanto la ayudó; José Antonio Rivero (“Ignacio”, esposo de Finita; luego sería “el encargado del edificio” en el emblemático Alegrías de Sobremesa de Radio Progreso), la española desde Argentina Ana Lasalle (“Tecla La Gata”, madre de Finita) y el argentino Coqui García (“Domingo”, enamorado de Tecla) y entre otros personajes, Lolina pidió “Clotilde” a Núñez, que devendría prototipo de “la chismosa” en Cuba.

Otras de sus obras clásicas que dirigió para televisión

Luego Lolina fue designada a dirigir otro gran clásico del mejor humorismo televisivo los miércoles: Detrás de la fachada, que escribía José Carballido Rey quien al jubilarse, fue sustituido por Marcos Miranda y este al irse de Cuba, por Marcelino Feal. Ya era un programa establecido, lo que Lolina reconoce más difícil que empezar uno nuevo, con un elenco de lujo conducido por Consuelito Vidal (precedida por Mimi Cal y Eloísa Álvarez Guedes), y Cepero Brito, donde actuaban cimas como Enrique Arredondo (“Bernabé”, cuyas travesuras a Consuelito, Lolina casi siempre ignoraba “hasta que salían a escena”; manantial creativo de humor muy cubano sin vulgaridad alguna, que hizo muy feliz a Lolina), Rosario Carmona (“Cuca”), Alfredo Perojo (“Manolo”, esposo de Cuca), Conchita Brando (“Monga”, esposa de Bernabé), se han citado Reinaldo Miravalles (el guajiro “Melesio Capote”), Eloísa Álvarez Guedes (“Valeria”, pareja de Melesio), entre otros personajes por actores tan carismáticos y brillantes como Wilfredo Fernández, Yolanda de la Torre, Miriam Vázquez y Manolín Álvarez; colectivo muy bueno donde con el tiempo, tuvo que limar algunas asperezas (Casariego) y lo dejó por desavenencias con algunos directivos, mientras dirigió De viernes a viernes de música lírica, que duró muy poco.

Después, dirigió otro gran clásico del mejor humorismo cubano de antaño: San Nicolás del Peladero cada 15 días, ambientado en el Machadato; Antonio Vázquez Gallo en persona, sin ser amigos, le pidió que lo sustituyera porque era en quien más confiaba para dirigir otra pléyade de actores imborrables de la historia de la televisión cubana, todos estrellas seguros de sí mismos: Enrique Santiesteban (el corrupto alcalde “Plutarco Tuero”), Maria de los Ángeles Santana (“Remigia”, alcaldesa), Mariana Ramírez Corría (hija de los alcaldes), Germán Pinelli (“Eufrates del Valle”, periodista), María “Kiki” Márquez (“Chiquitica Ruvalcaba”, antagonista de la alcaldesa), Enrique Arredondo (“profesor Chapotín”-guapo “Cheo Malanga”), Natalia Herrera, Carlos Montezuma, Aurora Basnuevo, Mario Limonta, Diana Rosa Suárez, Sarita Reyes, la infinita Rosita Fornés “toda una vedette”, y muchos más; creó personajes como Agamenon (Francisco Almeyda) y su enamorada Clitemnestra… invitados a los 20 años de Detras de la Fachada, quedan las fotos con Aurora, Santiesteban, la Santana… “día glorioso para la televisión”.

Lolina creó los programas en vivo Cinco y media en el seis, y Listo Estudio

Escrito por el director Orlando Quiroga, Listo Estudio era la cartelera cada mediodía y atraía largas colas de público para entrar a disfrutar sus variedades con grandes estrellas, animales, superó a Detrás de la Fachada que finalizaba, introdujo “el lobo Escondido” que aparecía donde menos se sospechaba en La Habana; en Los de la Unión (youtube, 2025, Bruno Suárez Romero), con Frank y Yosvany y su perra Belén, Lolina narró cuando el coordinador le avisó que se había ido una cámara del aire y luego otra y quedó con una sola cámara para una hora, y la actriz Ana Lidia Méndez le dio la idea de ir de un set al otro que habían montado y nadie se percató. Dirigió otras dos series humorísticas: Cosas de la vida y Ay, Susana, y entre otros, la marcó realizar tan vívidos los hechos históricos del 13 de marzo de 1957, con gran aceptación. Entre otras personalidades, integra el reparto del filme La Bella del Alhambra (1989), dirigido por Enrique Pineda Barnet. 

Le pidieron un programa en el Canal 2: Domingo por la mañana, que pasaría al Canal 6 como Los domingos no están contados iniciando la década finisecular presentado por Carlos Otero, programa de orientación social que duraba dos horas durante dos años que matizó con humorismo, y Mario Aguirre aportó al “niño con la gorrita”; llegó a romper records de tele-audiencia por sus muchas novedades, y la hizo muy feliz trabajar con su hijo Frank. Al desaparecer muchos programas tuvo que incursionar en el cabaret, e inspiró una de las “criollitas” del eminente caricaturista Luis Wilson, hasta que fue contratada en la República Dominicana entre 1993 y 1997. Al regresar a Cuba dirigió otra comedia: Donde hay hombres no hay fantasmas (2008, 35 capítulos), que trató que fuera visualmente agradable: tuvieron que reacondicionar el estudio 17 del Focsa y cambiar casi toda la escenografía, con ella “codo a codo” Alberto Inerárity, el versátil Aguirre (“la señora Regla”) y Jorge Losada. Dirigió dramáticos pero siempre prefirió el buen humor por un pueblo ávido de diversion. Ama leer, la buena televisión, buen ambiente familiar y detesta la vulgaridad, presta a aportar a los nuevos talentos lo que Pinelli a ella. Jubilada, no menguan sus energías para nuevos proyectos en la televisión, porque según Casariego, “el aire de un estudio de TV ha sido el más puro que he respirado”.

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