20 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Demasiado ancho para el hueco de una aguja

El diseño de vestuario en la Televisión Cubana, sobre todo en los dramatizados, enfrenta serias carencias de almacenes, talleres, responsabilidad y capacitación.
vestuario para la TV

Vestuario para la TV

  Por Dainerys Mesa Padrón

Por muy simple que parezca el asunto, el diseño de vestuario en la Televisión Cubana resulta arista profunda y compleja, que nos ofrece “bastante tela por donde cortar”.

Acercarnos a los comentarios de dos especialistas con experiencia en el medio, alejadas de él por un período no muy prolongado, aún con el sabor de las cámaras a flor de piel, ha sido nuestro camino en la búsqueda de reflexiones, verdades, y mitos acerca de tal rol.

Anayce Figueroa Oñate [1] representa a una de las más jóvenes generaciones que han laborado en el Departamento de Diseño de la Televisión Cubana.

Mientras, Piedad Subirat [2], evidentemente personifica décadas de trabajo por y para la pequeña pantalla en nuestro país.

Ambas mujeres coinciden y divergen en algún que otro aspecto del diseño de vestuario en los dramatizados, género que más las ha comprometido. Si bien se trata de uno de los más perseguidos por el público nacional, deviene tarea ardua y continua, dada las tramas, los personajes, el estudio de las épocas y, a veces, el prolongado tiempo de grabación.

“Cuando se trabaja para un teleplay es relativamente fácil. Una se estudia el guión y diseña las prendas que usará cada uno de los personajes, según sus características sociales y económicas, nivel cultural. A partir de ahí, de acuerdo con el presupuesto establecido, se mandan a confeccionar, se compran o, en el último de los casos, los propios artistas las traen de su casa”, nos cuenta Anayce.

“En el caso del teleplay el público no suele apreciar el trabajo, pues piensa que la gente va vestida de su casa al estudio, y se queda así mismo. Casi siempre aluden a la actualidad, por eso ciertamente algunos actores y actrices proponen su propia ropa; pero se escoge la más coherente con el personaje, que no entra en ruido con la escenografía o la ambientación. Por eso el diseñador de vestuario trabaja constantemente, aunque luzca muy sencillo”, aclara Piedad.

El tema del vestuario propiedad de los intérpretes se observa mucho en las series cortas, de bajo presupuesto, y en los programas habituales. Una telenovela, por ejemplo, debe contar con un depósito confeccionado o comprado para su realización, pues se mantienen grabando por un período amplio, además de los protagonistas, coprotagonistas, secundarios y extras.

Recurrir a trajes empleados con anterioridad para trabajar en su base y modificarlos puede ser una de las opciones ideales, pero no sucede así en la práctica.

Si la seguridad, el control y las óptimas condiciones de conservación de los vestuarios marcharan por la senda correcta, con las nuevas producciones de la televisión no habría que emplear tanto capital, o los diseñadores vieran puertas abiertas para una realización mejor lograda, a la altura de la demanda de los televidentes.

Sobre esto comenta Piedad: “Por la tenacidad de algunos diseñadores se han logrado cosas increíbles, pues las dificultades son reales, ¡y grandes!

“Hasta el 2005, cuando me retiré, (y no considero que las condiciones hayan cambiado mucho para bien) no existían almacenes de tejido, había que buscarlos en la calle, y cada día los diseñadores tenían menos sitios a dónde acudir. También los trámites de los cheques y otras formas de pago se hacían reiteradamente burocráticos, a tal punto que en varias oportunidades solicité presupuesto para comprar determinado tejido en una tienda, y cuando al final me asignaban el cheque sin errores, ya se había agotado la tela. ¡Claro! Porque estamos hablando de tiendas abiertas a toda clase de clientes, no especiales para cine, televisión o teatro…

“Por otra parte, no sé qué política hubo en los años dos mil con respecto al almacenaje de prendas ya usadas, ¡pues se deshicieron de una cantidad de ropa que decían estaba vieja! Y yo me preguntaba: cuando haya que reflejar gente de la calle, pordioseros, mendigos, qué hacemos. No se puede desteñir y darle la pátina a un tejido nuevo, nunca quedará como el deterioro original. Esa ropa vieja se guarda, se lava y se usa después. Hicieron los mismo con la que decían había pasado de moda, de los ochenta y setenta. Sin embargo, para nosotros un década atrás ya resulta ropa de época, y ha habido diferentes productos de esos años”.

“En mi caso -argumenta Anayce – que trabajé una producción moderna, este tipo de ropa casi no existía en el almacén. Se encargaba o compraba para una serie, y cuando ibas a buscarla para algo posterior, no estaba.

“En Oh, La Habana contamos con un presupuesto considerable para comprar ropas, y tras utilizarlas, fui varias veces al almacén y no vi casi nada. ¿Dónde estaba? La situación alrededor del sitio a donde va a parar el mejor vestuario contemporáneo de la Televisión Cubana, realmente es dudosa. También, por las condiciones paupérrimas de los almacenes. Muchas joyas en cuanto al vestuario de aventuras y telenovelas, sobre todo de época, tan difícil de confeccionar o adquirir, se han perdido por la humedad y la conservación inadecuada”.

De igual manera ocurre con el camión y el ómnibus asignados para trasladar y guardar los vestuarios mediante las grabaciones en exteriores. Ambos medios de transporte poseen perchas inventadas en las cuales lo planchado se estruja, o cae al piso al menor movimiento; exhiben también una higiene bastante cuestionable para mantener limpios los vestidos.

Volviendo a los arsenales de atuendos y aditamentos, estos últimos constituyen otro problema. Los diseñadores terminan contando con los accesorios propios, de amistades o familia, pues un sitio donde se reúnan collares, pendientes, bastones, sombreros…, brilla por su ausencia.

De lo material a… ¿lo espiritual?

A pesar de los empeños de algunos, la calidad del diseño de vestuario en la televisión nacional, básicamente en las telenovelas y aventuras, no florece con brío.

Uno de los aspectos que atenta contra este crecimiento se resume en la improvisación profesional de quienes ejercen como tal. Pareciera una política del instituto la escalera de niveles como formación. Un día entraste como camerinista, tras un tiempo clasificas como vestuarista y si acumulas suficiente en el Departamento, finalizas capacitado para el diseño.

Quienes provienen de escuelas, en todos los casos no hacen gala de sus estudios, pero se supone que ostenten conocimientos y cultura para enfrentarse a temas, épocas y lugares bien ajenos al suyo, o al menos la guía dónde buscar una solución.

Muchos diseñadores empíricos se han superado y manifiestan deseos de agregarle, al talento o la vocación natural (o casual), las debidas competencias; sin embargo, es poco creíble que un medio tan absorbente y significativo como la Televisión, carezca de un staff de diseñadores de vestuario y escenografía profesionales, cuando existen dos escuelas que los gradúa: el Instituto Superior de Diseño (ISDI) y el Instituto Superior de Arte (ISA).

“Coincido con eso- advierte Piedad Subirat- pero el ISA está formando a diseñadores de vestuario de teatro, mientras que el ISDI enfatiza en la moda social industrial, ninguno de los dos institutos prepara para la Televisión.

“De ambos salen muchachos muy creativos; no obstante, cuando llegan a la Televisión debemos enseñarles las especificidades del medio, las cuestiones electrónicas…

“La mayoría de los profesionales de la TV, estamos de retiro. ¿Dónde se encuentran nuestros relevos?, supuestamente en el ISA y el ISDI”.

Queda entonces, en las manos del Instituto Cubano de Radio y Televisión, mayor interesado, la demanda al Ministerio de Educación Superior para una apertura o replanteo del programa de dichas escuelas, con tal de preparar a sus estudiantes para el trabajo en la pequeña pantalla. Y así, elevar la audiencia satisfecha con lo que se emite.

[1] 30 años, graduada del Instituto Superior de Diseño de La Habana, cumplió su Servicio Social en el ICRT, ganó un Premio Caracol con el trabajo más complicado que allí realizó, la telenovela Oh, La Habana; actualmente trabaja con la compañía Ópera de la Calle.

[2] 67 años, formada en diseño de moda y escenografía, con más de 25 años en el sector; ha realizado innumerables dramatizados, sobre todo telenovelas, entre las cuales destacan Sol de batey, Las honradas, Pasión y prejuicio. Posee dos menciones y cuatro Premios Caracol, entre otras distinciones

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