26 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Mirando hacia el Guzmán 2019

La para mí muy agradable y también deseada noticia, me llegó a través de la convocatoria televisiva para un casting con vistas a seleccionar los intérpretes que defenderán las obras finalistas del Concurso Adolfo Guzmán 2019.

Tras varios años de ausencia, me enteraba así del regreso de ese concurso, pues pertenezco a una de las generaciones que asistieron a la génesis del evento que más rigurosa y fervientemente ha reconocido y defendido la permanencia y trascendencia de la cancionística cubana, como corresponde a un certamen consagrado a enaltecer la admirable y extensa creación musical del maestro Guzmán.

Porque a lo que dedicara su excepcional talento y exquisita sensibilidad ese pianista, compositor, arreglista y director de orquesta, fue precisamente a la canción; en especial, a la canción romántica, portadora de íntimas revelaciones que se engarzan en compases, melodías y armonías que transitan desde lo más sugerente y sutil hasta lo más emotivo y grandioso, tejiendo una perfecta urdimbre entre música y texto. Basta escuchar cualquier composición suya para percibirlo en toda su grandeza. O quizás, sería mejor decir en toda su pureza.

Sin embargo, no siempre las obras presentadas e incluso premiadas en algunas ediciones del Concurso Adolfo Guzmán se han correspondido con ese canon. Pues por más que la canción popular cubana sea una válida representación de nuestras más raigales tradiciones musicales y también de sus expresiones más actuales, el son es son, la guaracha es guaracha… y en ninguno de esos géneros incursionó jamás el maestro Guzmán, sin que ello menoscabara su acendrada, probada y comprometida cubanía, más allá o más acá de las partituras, la batuta y el teclado.

En todo eso me hizo pensar en días pasados el spot promocional del casting de intérpretes, donde se hablaba de un certamen en el que concursarían obras “de todos los géneros de la canción popular cubana”. ¿Tendré razones para pensar con cierta preocupación y no poca inquietud que en tan esperado y prestigioso concurso tendrán cabida -y quién sabe si hasta premios- piezas de ritmos bailables que cuentan con otros espacios competitivos? ¿Tan amplio espectro genérico no desvirtuará -como eventualmente sucediera en otras ocasiones- la esencia y razón de ser de un evento concebido para honrar a un músico como el maestro Guzmán?

Comprendo que han pasado más de 40 años desde aquella memorable primera edición de este concurso, y que hoy sean otras las estéticas preponderantes en el mercado musical. Pero sigue siendo la misma ética de entonces -la de siempre- lo que anime la conceptualización y el desarrollo de esa grandiosa fiesta de la canción cubana, que en estos tiempos no debe ni puede desentenderse de las jóvenes generaciones, sino mostrarles los extraordinarios, y tal vez para ellas desconocidos valores de nuestra cancionística, a la luz -aunque no cegadora- de la modernidad.

Por eso aprecio que en el casting de intérpretes se convocara tanto a cantantes profesionales como aficionados. Un abarcador propósito que también debiera incluir, en aras de la justeza, a ciertos consagrados y a algunos bisoños que demostraron su valía en el programa Sonando en Cuba, como antaño se hiciera con los triunfadores de Todo el mundo canta.

Con la mirada y las esperanzas puestas en el venidero Concurso Adolfo Guzmán, confío en que tan larga espera por su restitución no haya sido en vano, sino sirva para consolidar aún más la utilidad y la virtud de ese tributo que el Instituto Cubano de Radio y Televisión hace a la canción cubana y a uno de sus más emblemáticos cultores de todos los tiempos. Que así sea.

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