9 de diciembre de 2024

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Instituto de Información y Comunicación Social

Apuntes sobre la literatura en el lenguaje radial

Escribir con un lenguaje bello para la radio exige sencillez.Los giros enrevesados, las expresiones rebuscadas, son incompatibles con este medio
miguel cervante

Miguel cervante

El trabajo de preparación de quienes aspiran a ser profesionales en cualquiera de las múltiples esferas de la vida es, además de arduo y constante, escudriñador. Por ello he revisado los apuntes investigativos del periodista y musicólogo Lino Betancourt Molina –a petición del propio autor–, que sin lugar a dudas, a pesar de haber sido escritos hace más de 10 años, mantienen fresco el olor de la vigencia (Lilliam Romero Cárdenas).

 Algunos apuntes sobre la literatura en el lenguaje radial

Escribir en forma literaria para la radio, a muchos les podría parecer un verdadero disparate. Sin embargo, no es así. La radio, como cualquier otra forma de expresión, admite la literatura. Se impone que definamos primero qué se entiende por literatura. De todas las definiciones conocidas, la que más se acomoda es la siguiente: Género de producciones del entendimiento humano, que tienen por fin expresar lo bello por medio de la palabra. Y aquí debemos detenernos para analizar el significado de la frase: expresar lo bello por medio de la palabra.

Se cree firmemente que cuando se utiliza el lenguaje, en forma armoniosa, elegante, vistiéndolo con toda la riqueza que nos posibilita el idioma castellano, estamos expresándonos en forma bella, lo que equivale a decir, estamos expresándonos en forma literaria.

El castellano, por su riqueza, sus matices, la gran cantidad de sinónimos que posee, y por ser además una de las llamadas lenguas romance, nos permite llegar a la literatura con facilidad.

Muchos pensarían que para hacer literatura en la radio, se debe portar un título intelectual: escritor, poeta o al menos ser un aficionado a esas maravillosas manifestaciones del arte. Lejos de todo esto, la radio exige la sencillez en su literatura. Los giros enrevesados, el lenguaje rebuscado, un tanto abstracto, no conducen a nada, estaríamos en presencia de una literatura como no lo admite el medio.

Se suele asumir a la radio como un medio que no nos ve, no se detiene cuando tocan a la puerta o suena el timbre del teléfono, ni si alguien o algo nos distrae. La radio continúa hablando, incluso aunque no le prestemos atención. Si además de tener en contra ese mecanicismo, lo que escribimos para la radio no lo hacemos de forma bella, literaria, entonces corremos el riesgo de que nuestro mensaje caiga en el vacío.

Escribir de manera literaria para la radio, tiene, entre otros objetivos, hacer que el oyente nos entienda, que se encuentre a gusto al escuchar nuestro mensaje.

No pocos piensan que utilizar la literatura en el lenguaje radial, es algo así como escribir a la manera de Miguel de Cervantes, Alejo Carpentier o Lezama Lima, por solo citar a algunos de los grandes nombres de las letras. Sin embargo, se trata de adaptar la literatura al lenguaje radial.

Si volcamos en un texto para la radio un párrafo de El Quijote o de El siglo de las luces, no por ello estaremos haciendo literatura radial, por la sencilla razón de que no es lo mismo leer, que escuchar.

El lector lee detenidamente, busca cada significado de las palabras, interpreta todo cuanto está escrito y determina la velocidad de la lectura; además, cuando quiere vuelve atrás. Para el oyente no existe tal ventaja, cuando no entiende algo, se queda sin poder entenderlo. No hay repetición de la información. No existe la posibilidad de buscar en un diccionario el significado de una palabra escuchada no conocida para él. Esta es la razón fundamental por la cual la literatura radial debe ser distinta a la literatura escrita. Es decir, debe ser mucho más “digerible”, entendible, más sencilla, menos engorrosa, para ser comprendida por todos. Debe sonar en nuestros oídos como una música, que nos penetre lenta y suavemente, de manera tal que resulte un placer escuchar el mensaje radial.

La literatura en la radio puede ser empleada en todos los géneros periodísticos. Desde luego, le corresponde a la crónica el palco de honor por ser el género más apropiado para ello; luego le sigue el comentario. En estos géneros, la palabra utilizada literariamente tiene una gran fuerza, pues está desprovista de otra apoyatura, como es el caso de la entrevista, que cuenta con el testimonio del entrevistado, o el reportaje, que posee los efectos sonoros, la música y la propia intervención de los testimoniantes.

Tanto en la crónica como en el comentario, se habla en primera persona, se conversa, aunque estemos en presencia de un monólogo. El secreto reside en lograr que el oyente intervenga en nuestro mensaje, a pesar de saber que no le escuchamos. Es justo señalar que el más grande de todos los comentaristas radiales cubanos, Salvador García Agüero, utilizaba la literatura en la radio y lograba precisamente eso: que los oyentes dialogaran con él.

Se hizo costumbre escuchar en los parques por los altavoces los domingos por las mañanas, la voz de García Agüero. Pausada, bien timbrada, pronunciando las oraciones correctamente, respetando cada coma o punto. Siempre empleando un lenguaje bello, llegaba a todos con su mensaje, y cuando este caballero del habla afirmaba algo, los oyentes al instante aseveraban con expresiones o negaban, en fin, intervenían en su mensaje. El monólogo se convertía así en un diálogo, y esto solo es posible lograrlo utilizando la literatura en la radio.

Desde luego, no todos podemos escribir, ni hablar como lo hacía García Agüero, pero lo que sí podemos intentar quienes escribimos para la radio, es tratar de lograr un lenguaje más literario, más ameno y diáfano.

El facilismo muchas veces nos lleva a que el lenguaje utilizado en la radio no sea el más apropiado. El uso de frases manidas, huecas, manoseadas a más no poder, malogra cualquier comentario o información.

A diario escuchamos expresiones como estas: “la dulce gramínea”, “en el marco de”, “el presidente azteca”, “los logros alcanzados”, “la pujanza del movimiento obrero”, “parafraseando a”, “lo prometido es deuda”, etcétera.

Todo esto nos demuestra pobreza del lenguaje, o peor aún, miseria en casa de ricos, porque nuestro idioma es millonario en expresiones, en sinónimos; pero, desgraciadamente, quienes escriben para la radio a veces creen que la utilización de palabras bellas, giros idiomáticos elegantes, es una cosa ridícula, vana o sinónimo de “flojera”. Están completamente distantes de la verdad. La literatura, el lenguaje hermoso, gusta a todos.

¿Pueden ustedes imaginarse a José Martí escribiendo para la radio? ¿A Juan Ramón Jiménez? ¿A Azorín?… Seguro que ningún oyente dejaría de oírles, o ¿apagarían la radio, como sucede ahora tantas veces ante una perorata cargada de expresiones arcaicas, deslucidas, huecas?

El empleo de la literatura en el lenguaje radial implica, eso sí, un mayor esfuerzo, una redacción más cuidadosa, tener siempre a mano un diccionario de sinónimos presto para ser utilizado en el momento oportuno, y algo más que imprescindible: el estudio correcto de nuestro rico idioma español. Como elemento adicional subrayo, y no por ello es menos importante, la necesidad de leer, leer mucho a los grandes de la literatura española, porque algo se nos impregna siempre. Solo así lograremos una buena literatura para la expresión radial y, por supuesto, estaremos legándole a nuestra juventud el buen hacer y el buen decir.

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