15 de octubre de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Carpintería periodística: un acercamiento crítico a los medios

La información, uno de los principales servicios mediáticos, debe estar sujeta también a indicadores de calidad, por su rol de moldeadora de la opinión pública
Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez

La técnica de contar, escribir o hacer una película es lo que Gabriel García Márquez llama carpintería. En el Observatorio de Medios del Centro Internacional de Estudios Superiores de la Comunicación para América Latina, CIESPAL, hemos tomado prestado este nombre para aplicarlo al ámbito de la crítica periodística.

El Nobel de Literatura, con el término carpintería, se refiere a la narración de ficción.

«La escritura de ficción es un acto hipnótico –dice–. Uno trata de hipnotizar al lector para que no piense sino en el cuento que tú le estas contando y eso requiere una enorme cantidad de clavos, tornillos y bisagras para que no despierte. Eso es lo que llamo la carpintería, es decir es la técnica de contar, la técnica de escribir o la técnica de hacer una película”.

Nosotros, con este término, nos referirnos a la técnica de contar o de escribir, no ficción, sino una nota periodística, que requiere también de una enorme cantidad de clavos, tornillos y bisagras para, como en el caso de la literatura de ficción, atrapar al lector; sí, pero sobre todo para dar sustento, verosimilitud, rigurosidad, fortaleza a la información de actualidad.

La Carpintería Periodística, entonces, hace referencia a cómo está hecha la información diaria, cómo está estructurado el titular, a la correspondencia indeleble entre título y contenido, la existencia o no de un contexto que nos explique el hecho, la necesidad de verificar para sustentar, a evidenciar si se quiere confundir a propósito hechos con opiniones para manipular soterradamente.

En fin, está referida a definir si los clavos, tornillos y bisagras utilizados en la producción de la nota periodística van a ayudar a desarrollar información de calidad que propicie en las audiencias la toma de decisiones libres y autónomas; o si son aditamentos que apuntan a la construcción de piezas periodísticas cuyo fin no es la información, sino la propaganda.

Este es, entre otros, el propósito del Observatorio de Medios de Ciespal, que viene funcionando desde marzo del 2009, apenas se posesionaron las nuevas autoridades de la Institución. Parte central de este Observatorio es el periódico Mediaciones, creado como un “espacio académico y ciudadano que ejerce el derecho a la crítica mediática”. Ahí se difunden artículos, ponencias, informes de investigaciones, metodologías de investigación, resúmenes de las nuevas publicaciones de la Institución y, por supuesto, los análisis correspondientes a la Carpintería Periodística.

Tres fueron las características privilegiadas en nuestra crítica: que sea rigurosa, profesional y propositiva. Y una preocupación adicional muy importante: poner bajo nuestra lupa tanto a los medios privados como a los públicos y gubernamentales, pues siempre nos definimos como un espacio independiente de los poderes políticos, económicos y mediáticos, por lo cual consideramos, y así lo venimos haciendo, que es necesario observar por igual a todos los medios, más allá de sus ideologías e intereses.

Esta actividad tiene dos fases: el monitoreo o búsqueda de la información objeto de estudio y el análisis de las piezas periodísticas. Este trabajo se realiza de forma permanente, aunque no siempre con la frecuencia que desearíamos, por carencia de personal.

El corpus de análisis lo constituyen básicamente los medios impresos más conocidos del país: El Comercio, Hoy y La Hora, de Quito; y El Universo, Expreso y El Telégrafo, de Guayaquil. Adicionalmente, se monitorea a medios virtuales como elciudadano.com, la agencia Andes (ambos gubernamentales), ecuadorenvivo.com, entre otros.

Los estándares de calidad informativa

¿Qué es exactamente lo que se monitorea u observa? Luiz Egyto (2004: 27) [i], del Observatorio de Prensa de Brasil, da una pista sobre este tema: “el hecho de que la actividad periodística se encuentre asociada a un negocio no la desacredita ni la descalifica –dice–; pero en cambio la obliga a la observación atenta de algunas premisas esenciales”.

Esas premisas, en el Observatorio de Medios de Ciespal, las llamamos estándares o indicadores de calidad informativa. Para llegar a esta definición, partimos de una premisa básica: todos los productos y servicios que se ofertan en el mercado tienen estándares de calidad. Estos son parámetros que le permiten tanto al productor como al consumidor tener un punto de referencia para saber, los primeros, qué van a ofertar; y, los segundos, qué van a adquirir. Desde un auto hasta una camiseta, una computadora, un par de zapatos, un reloj, tienen estándares de calidad. ¿Qué son, si no, las estrellas que orgullosamente ostenta un hotel? Son las que definen su categoría y se las otorga sobre la base de una serie de indicadores claramente establecidos.

La información, uno de los principales productos a la vez que servicios de un medio de comunicación ¿por qué no debe también estar sujeta a indicadores de calidad, máxime si tiene la categoría de moldeadora de la opinión pública?

Hemos identificado y sistematizado seis parámetros de calidad de la información periodística. Estos son: equilibrio y contrastación de fuentes, separación entre hechos y opiniones, verificación, exactitud, contextualización y rigurosidad idiomática.

Como se podrá colegir, no son ningún descubrimiento. Son inherentes a la práctica periodística diaria y constan en la generalidad de manuales de estilo, de buenas prácticas e, incluso, en los códigos de ética de prácticamente todos los medios de comunicación del mundo.

El aporte realizado por el Observatorio de Medios de Ciespal va en otro sentido: por un lado, la construcción de una teoría alrededor de estos indicadores que los eleva a tal categoría; y, por otro, la sistematización de dichos estándares a fin de que se conviertan en uno de los referentes del buen periodismo.

La idea es que los beneficiarios de la propuesta sean al menos tres sectores sociales: los analistas, la ciudadanía y los propios periodistas. Los primeros porque dispondrán de una propuesta sistemática que enmarque su análisis crítico; la ciudadanía tendrá parámetros para convertirse en sujetos activos, productores de sentido con mayor conocimiento de causa; y los periodistas podrán disponer de una guía básica, elemental, para hacer un periodismo de calidad, ético y responsable.

Algunos presupuestos teóricos

La propuesta de la Carpintería Periodística parte de algunos presupuestos teóricos.

El primero se relaciona con la necesidad de identificar a quién le pertenece la información, punto inicial que justifica el trabajo de monitoreo y análisis de medios.

Partimos del hecho de que la información no le pertenece al poder, como se suponía en la época de la Monarquía Absoluta, cuando el control sobre todo estaba en manos del poder real. Tampoco es del dueño del medio de comunicación, por el solo hecho de ser el propietario del capital y de la empresa periodística, como se intentó hacer creer al inicio del sistema capitalista. Y mucho menos le corresponde al periodista, por más que sea el propietario del capital intelectual y quien convierte los hechos en noticias. Desde 1948, la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce a la información como un derecho de todos. Esto quiere decir que no es una dádiva de nadie, le pertenece al público.

El medio de comunicación, entonces, es solo un mediador entre las fuentes, donde se genera la información, y las audiencias.

Ahora bien, ¿para qué sirve esa información mediada por los medios? “Hoy no se puede ser ciudadano sin estar informado adecuadamente, ni se pueden tomar decisiones, incluso las más cotidianas, sin unos mínimos elementos de análisis e interpretación”, sostiene Germán Rey[ii] (2004:16), reconocido periodista colombiano, quien nos ubica en la trascendencia de los medios de comunicación en la actualidad, en tanto instrumentos que han hegemonizado la información social.

Un periodismo éticamente concebido, donde el valor del respeto es el fundamental, propicia que la información difundida sirva al objetivo de que las audiencias se formen una opinión libre y autónoma sobre la realidad social y, sobre esa base, puedan tomar las decisiones más adecuadas para actuar sobre el entorno. Como dice Luis Egyto, una información útil a las audiencias en su propósito de “gobernarse a sí mismas”.

¿Cómo hacer que las audiencias se puedan “gobernar a sí mismas”? Aquí cabe enlazar la propuesta de los estándares de calidad con otros presupuestos teóricos, como aquel de que el profesional del periodismo no reproduce, sino que produce realidades. Trabaja solo con versiones de la realidad y no con la realidad misma, por lo cual debe extremarse en buscar la más amplia cantidad de fuentes que le permitan al lector acercarse a esa tan ansiada verdad periodística. Una de las principales virtudes del periodista es la humildad, para saberse, no el dueño de la verdad, sino quien propicia  el encuentro de ella con las audiencias. Todo esto, al parecer una utopía, es muy factible de conseguirse en buena parte con el solo cumplimiento de esos seis estándares de calidad informativa.

Los indicadores de calidad de la información periodística

Si la característica de un periodismo ético y responsable es propiciar la toma de decisiones lo más adecuadas posible, lo ético es construir una nota con fuentes contrastadas y equilibradas. Pero el problema no es de cantidad, sino de calidad. No se trata de un equilibrio numérico, sino de un similar peso específico en los contenidos de las declaraciones, para evitar que la balanza se incline a favor de una tesis u otra.

Un error frecuente es creer que es suficiente con dar a conocer las dos caras de la moneda. Es lo mínimo que se puede pedir, cierto es, pero cuando se trata de fuentes interesadas, no es suficiente, pues con esa base no se podrá tomar una decisión bien informada.

Ahora bien, no toda nota requiere contrastación de fuentes, como es el caso de las noticias factuales. Sí es imprescindible, en cambio, en aquellas cuyo contenido porta un juicio de valor y que, por lo tanto, puede afectar a alguien. No hacerlo es entrar en el campo de la propaganda, entendida esta como  la búsqueda de adhesión a una causa.

Aquí entramos también en el tema de la parcialización. Si se da a conocer solo un lado de la medalla, el periodista está propendiendo a que el público tome una decisión parcializada. Y si es intencional, eso se llama manipulación, concebida como el ocultamiento intencional de una parte de la información para beneficiar los intereses de alguien.

Lo contrario de este estándar de calidad es el unifuentismo. Al profesional que incurre en este error se le conoce como periodista “corre-ve-y-dile” o simple correa de transmisión, que hace cualquier cosa menos periodismo.

Separación entre información y opinión

Otra tendencia o malsana costumbre en algunos medios es tratar de confundir opinión con información. Con esto se intenta elevar un punto de vista, que es una verdad parcial (de quien opina), a la categoría de hech; es decir, de verdad total (con lo cual se torna indiscutible). La estrategia es simple: a una opinión se le quita la fuente y automáticamente esta pasa a convertirse en hecho.

Y eso no es hacer periodismo, sino propaganda. De estos casos encontramos por decenas tanto en medios públicos (que buscan adeptos a favor del Gobierno) como privados (que buscan adeptos en contra del Gobierno)

Contextualización

Un hecho se da a conocer para que la gente lo entienda. En ese objetivo es de gran ayuda el contexto, referido a los antecedentes, las circunstancias o datos del entorno y las posibles consecuencias del hecho. En algunos casos, una o más de estas características son imprescindibles; de lo contrario, la nota no se entenderá o perderá todo interés.

Veamos este ejemplo. Diario Expreso (26/7/10) publicó una nota titulada “Los profesores de la Universidad de Guayaquil están divididos”, en referencia a la existencia de dos presidentes de la Asociación de Profesores de la Universidad Estatal. Dicho solo esto, nadie entiende qué pasa en ese centro de estudios. ¿Por qué? Porque falta el contexto: la filiación política de los dos contendientes, el nivel de politización de la universidad pública, la permanente disputa por el poder entre diversas facciones políticas, la situación crítica por la que atraviesa en las universidades públicas del país el movimiento político que ha dominado en ellas desde hace un par de décadas.

Sin ese entorno, todo parece reducirse a un hecho casual que se salió fuera de lo normal, pero que no tiene ni causas ni antecedentes ni nada que lo explique. Basado en esta nota, el lector no podrá tomar ninguna decisión, pues en realidad no sabe lo que sucede sobre el tema.

 Verificación

“Si tu madre dice que te quiere, verifícalo”. Esta sentencia, absolutamente desmedida para aplicarlo en nuestros hogares, es una metáfora de gran utilidad en el campo periodístico. Hay que dudar de todo, más aún de las fuentes oficiales y de las interesadas. Apresurarse a informar sin verificar la declaración es hacerle el juego a alguien que seguramente quiere defender intereses particulares. El periodista, en ese caso, se convierte en tonto útil. Aunque, en no pocos casos, lo hace también conscientemente, porque coincide con los intereses de la fuente.

 La inexactitud

Podemos identificar dos formas de inexactitud de la información. Aquella referida a datos, nombres o fechas imprecisas, pero que no tiene la intencionalidad de afectar a un individuo o grupo. Y aquella otra que raya con la falsedad y perjudica la imagen de alguien.

Un ejemplo del segundo caso se dio en el diario La Hora (29/01/11), en la nota titulada “La publicidad oficial solo a medios públicos”. Aquí se da a entender que la publicidad televisiva gubernamental solo se pautó en los tres canales públicos, por ser afectos al Gobierno. Sin embargo, en el contenido de la nota se especifica que el 66 % de esa publicidad fue hacia los medios públicos y el 34 % hacia los privados. Como se podrá cotejar, una aparentemente simple inexactitud en el titular le lleva al medio a sesgar la información, mediante una evidente manipulación de los datos.

Rigurosidad idiomática

El lenguaje es al periodista lo que el bisturí al cirujano: de su manejo adecuado y competente dependerán los buenos o malos resultados de su práctica profesional. Es obvio, por lo tanto, el alto nivel de rigurosidad con que el profesional de la comunicación debe tener en el manejo del idioma, lo cual no está vinculado a los gazapos, errores no intencionales ajenos a nuestro interés.

Una de las principales falencias se da en la extensión de las frases y la consiguiente complejidad estructural, lo cual lleva a que el mensaje no se entienda con claridad por parte del lector común y corriente. Y si el mensaje no quedó claro, las decisiones tomadas a partir de él no serán precisamente las más adecuadas.

En una nota ambigua que apareció recientemente en el diario Hoy, titulada “Texto de Ley mordaza”, el redactor se tomó a licencia de escribir una frase de 108 palabras, o sea ¡casi un metro de longitud! Sí, aunque parezca exagerado, una frase de casi un metro de largo. La pregunta es: ¿Y dónde estuvo el editor o el corrector de estilo?

Estos son solo unos pocos ejemplos de los más de 200 casos de errores y aciertos que el Observatorio de Medios de Ciespal ha encontrado en los medios ecuatorianos (desde abril del 2009 hasta junio del 2011), en relación con el buen o mal uso de los estándares de calidad informativa, y que se encuentran a disposición del público en nuestra periódico electrónico www.ciespal.net/mediaciones.

Un monitoreo y análisis dirigido, no a estigmatizar a los medios, sino más bien con fines pedagógicos. Por una parte, que los medios se den cuenta de sus falencias y las puedan superar. Por otra, dar un primer paso en la alfabetización mediática de las audiencias, de manera que estas puedan desarrollar una relación más equitativa con los medios. Y, finalmente, que los futuros periodistas se familiaricen con estos errores y no los cometan cuando ellos estén en los medios.

NOTAS

[i] Egipto Luiz (2004), Demandas éticas y sociales, op. cit.

[ii] Rey Gernán (2004), “Demandas éticas y sociales: ¿qué le reclama el público a los medios y periodistas?”, en La búsqueda de la calidad periodística y la transformación del periodismo profesional, FNPI, Cartagena.

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*Tomado del Mediaciones, periódico del Observatorio de Medios del Centro Internacional de Estudios Superiores de la Comunicación para América Latina.

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