Concentración de los medios de comunicación y orden global (parte I)
“… y el séptimo día Dios creó los medios de comunicación y entonces,
Dios se quedó sin oficio”.
Aunque a menudo se aísla al periodista de las finalidades del proceso de producción de la información, su participación está estrechamente relacionada con el empresario (o grupo de éstos) en tanto materializa los intereses de aquellos a través de la noticia, aún cuando éste no sea por excelencia representativo del gran capital.
De tal suerte, la cuestión de la libertad de expresión tan aludida en la sociedades actuales queda en entredicho, no solo porque la existencia de disímiles canales de televisión, por ejemplo, no garantizan las diferentes versiones sobre una realidad concreta -más allá de algunos aspectos anecdóticos-, sino, porque la inexistencia de fuentes informativas diferenciadas y contrapuestas condiciona la conformación de las agendas y la elección de los temas sobre los que se “informa”, en tanto se comparten, en sentido general, los intereses corporativos y de mercado.
De manera que, en la sociedad globalizada de nuestros días, la libertad efectiva de expresión, es decir, los espacios donde se ejerce, sigue estando en manos de la burguesía y los oligarcas, mientras, la libertad de prensa, por su parte, continúa siendo el derecho de propiedad privada de los medios de divulgación masiva.
Para las empresas privadas emisoras de “actualidad” el objetivo fundamental, y por tanto su fin último, es aumentar cada año lo que ellas denominan cuenta de explotación, y por lo tanto construir una versión de la realidad que contribuya a mantener y mejorar las condiciones en que se desenvuelve su negocio. En definitiva, se trata de garantizar la reproducción máxima de sus ingresos y el engrosamiento paulatino y gradual del capital.
Desafortunadamente las trasnacionales controlan lo que vemos y oímos, y es eso precisamente lo que les confiere su extraordinario poder. Tener la capacidad de decidir la versión de la realidad que llega a las grandes masas constituye la vía más expedita para aislarlas y enajenarlas en su propio contexto, y adicionalmente minimiza cualquier atisbo de solidaridad emergente. De ahí que algunos especialistas del tema insistan en la existencia de una clara “guerra cultural” a partir de la influencia que ejercen sobre el imaginario colectivo, a través de la comercialización y politización de los medios de comunicación masivos.
En este contexto, la manipulación viene a ser la herramienta que facilita la conformación y reproducción de una identidad cultural (tradicionalmente plagada de falsos patrones) que generalmente se intenta contraponer o enfrentar con otras realidades y culturas en el proceso de reafirmación social. Los medios de comunicación actúan como entes socializadores, transmitiendo experiencias que influyen en el desarrollo y en la interacción de generaciones completas con su entorno. De este modo, se crean las identidades personales y culturales de una sociedad.
“…la comunicación de masas puede establecer nuevos significados, estabilizar los ya existentes o, por el contrario, alterar el contenido. Los medios de comunicación pueden ejercer una labor constante de definición de los universos simbólicos y de reforzamiento de la distribución social de conocimiento. En definitiva, se convierten en un instrumento de legitimación y, a su vez, de modificación de las instituciones y el conocimiento en la sociedad” (Comunicación intercultural y Medios masivos: el declive de la comunicación en la sociedad. En: www.lacoctelera.es , blog de iriadevila, 2006).
De ahí que los medios de comunicación se hayan transformado en los grandes aparatos ideológicos del Estado trasnacional, reforzando la globalización en el sentido de acentuar las diferencias entre el centro y la periferia del sistema. La estabilidad de éste constituye la referencia obligatoria de cualquier orientación informativa, y todo lo que pueda convertirse en una amenaza potencial se verá contrarrestado por la corriente predominante de los grandes círculos de poder que atesoran en sus manos el control de los medios. La Guerra del Golfo y la reciente intervención anglo-norteamericana en Iraq, constituyen muestras fehacientes de este comportamiento.
Y es que, como señalan algunos especialistas, la censura existente en la sociedad de nuestros días no es solo la que impide el tratamiento de determinados temas más o menos sensibles para determinados grupos de poder, o incluso para el propio sistema, sino aquella que determina que sólo tienen la posibilidad de hacerse oír en el espacio público los que estén de acuerdo con los propietarios de los medios. De manera que los sujetos más susceptibles a la censura por lo general se encuentran desempleados, de ahí que el paro constituya un método tremendamente efectivo y beneficioso de censura para el sistema.
Los altos niveles de concentración de los medios en la actualidad también contribuyen a la limitación y eliminación de medios alternativos con enfoques críticos a las líneas generales de divulgación de las trasnacionales y los conglomerados informativos. Motivo por el cual las minorías y sus culturas son cada vez más excluidas y desconocidas, y el culto a lo diferente es entendido como un peligro para la estabilidad y la reproducción del sistema. De ahí que la existencia de los denominados “limpiadores[1]” se haya propagado como un instrumento para contrarrestar los enfoques y análisis alternativos en la red, a menudo al servicios de los grandes grupos de poder de los media.
En este sentido, la concentración, entendida como la adquisición del control económico -total o parcial- por parte de una o más empresas sobre otras, a través de fusiones, creaciones de entidades comunes, adquisición de participaciones, y, en general, todos los medios a través de los cuales una empresa puede llegar a ejercer una influencia decisiva directa o indirecta sobre el sujeto controlado, así como sus diferentes variantes[2], alteran la estructura de los mercados al reducir el numero de las empresas participantes y atribuir a la empresa resultante un elevado poder de mercado que normalmente la sitúa en una posición privilegiada respecto a la competencia.
Al propio tiempo, la desregulación, que constituye en este caso causa y efecto del fenómeno, ha elevado considerablemente el poder comercial de las corporaciones de medios y ello, a su vez, ha fortalecido -en algunos casos de manera desmedida- su poder político. Esta particularidad es fácilmente apreciable tanto en Europa y EEUU como en América Latina.
Por ejemplo, en el caso de la denominada potencia hegemónica, EEUU, diez años atrás y, según regulaciones gubernamentales, no era posible que un individuo o empresa poseyera más de siete estaciones de televisión, siete de radio AM y siete de radio FM en los marcos nacionales. Sin embargo, gracias a las desregulaciones realizadas por políticos elegidos con el apoyo de donaciones electorales de la industria mediática, en la actualidad una sola compañía puede poseer 1.200 estaciones locales. Esto garantiza a las empresas, o grupo de ellas, una notable influencia en la vida social y la evolución política del país.
En este contexto, la cantidad de canales de televisión existentes hoy día resulta irrelevante, sobre todo si en su mayoría pertenecen -o han pertenecido- a un reducido y engranado número de corporaciones que, salvo algunas modificaciones puntuales, se han repartido los principales espacios de transmisión audiovisual. En lo últimos años, con alguna que otra variación, las más destacadas han sido AOL-Time Warner (atesorando a la CNN); Disney; Viacom (con MTV a la cabeza); News Corp de Rupert Murdoch; y GE/General Electric que, además de ser un importante fabricante de equipo militar, también incursiona en el ámbito de las transmisiones históricas. De tal suerte, por ejemplo, entre Disney y GE no solo controlan la presentación de las noticias del día, sino también la programación histórica, con lo que pueden garantizar, desde el peso y la trascendencia de un determinado fenómeno informativo a través de las noticias, hasta la reproducción de valores y la conformación de identidad a través de las trasmisiones de documentales y materiales históricos.
De ahí que la clave del análisis no reside en la cantidad de canales existentes en el país, sino quiénes los controlan. En las últimas décadas, estas compañías de TV también son socias entre ellas en el exterior, para expandir el alcance de su televisión por cable o satélite hacia otros países, y así garantizar su influencia en los consumidores de un espacio tan amplio como las Américas, Europa y Asia.
Sin embargo, a pesar de la identificación de los mayores conglomerados y compañías que dominan los medios, los altos niveles de concentración en EEUU también han facilitado que a menudo el verdadero emisor, así como sus intereses, esté absolutamente oculto. Por ejemplo, la Westinghouse, una empresa dedicada a la energía nuclear, a la tecnología aeroespacial y al armamento, es la dueña efectiva de la CBS, la primera empresa de radio y una de las primeras de televisión en el país.
En este contexto, y según especialistas de la materia, los elevados y crecientes niveles de concentración[3] de los medios noticiosos en manos de unas pocas corporaciones, mayoritariamente conglomerados del entretenimiento, ha cambiado, en años recientes, el discurso oficial en EEUU hacia la derecha y hacia la diversión. De esta forma los medios corporativos tienden a transformar las noticias en un formato de entretenimiento y las historias se convierten en telenovelas, cuyas versiones son cubiertas más a fondo, mientras la gran mayoría de la población desconoce el significado de las siglas de algunas de las más importantes organizaciones e instituciones internacionales como la OMC, el FMI, el BM, o la ONU, por solo citar algunos ejemplos.
La enajenación de la realidad circundante y la imposibilidad de reaccionar eficazmente a estímulos concretos en general procedentes de las aventuras de su gobierno en el mundo, y del interés por reafirmar su hegemonía e influencia en el concierto de las relaciones internacionales, constituye sin dudas uno de los objetivos manipuladores de los medios de comunicación. De ahí que se afirme que previo al 11 de septiembre, muchas transmisiones noticiosas que seguían la línea oficial funcionaban -como normalmente lo hacen en tiempos de paz- como “armas de distracción masiva”, y desde los atentados éstas funcionan -como generalmente funcionan en tiempos de guerra- como “armas de distorsión masiva e histeria”.
Sin embargo, la sensación que tiene la población es que no existe censura. Ciertamente los instrumentos utilizados por los medios para manipular el criterio de los consumidores tienden a disfrazarla, sobre todo debido a que la cultura mediática de EEUU se enorgullece de los denominados “debates” en vivo. El sistema de los medios usualmente se ve vigoroso, abierto y justo porque los debates son presentados con cierta reguaridad, y por lo general se refieren a temas polémicos como las cuestiones de género, derechos de homosexuales, raza, el mal comportamiento de las celebridades, etc. Sin embargo, generalmente los problemas económicos y financieros, las tendencias de la globalización corporativa, o el crecimiento de la brecha entre ricos y pobres en la sociedad estadounidense, son dejados de lado. Tampoco son objeto de debate las cuestiones relativas a la política exterior y, mucho menos, asuntos de índole militar.
Otro tanto sucede en América Latina. La concentración de los medios también ha sido un proceso gradual pero creciente, como atributo inherente al funcionamiento del “libre mercado”, independientemente de la actividad económica de la que se trate. En el ámbito concreto de la información y la comunicación solo los países con una fuerte tradición en defensa de los derechos de los usuarios y con un marco de servicio público (como los países escandinavos) atenúan el hecho que el mercado quede en pocas manos.
Pero este comportamiento de algunos países en el escenario europeo se contradice con la consigna fundamentalista de la “mano invisible” que se extendió en América Latina durante los años ochenta y noventa.
La necesidad de ocupar nuevos eslabones de la cadena de valorización y de no perder posiciones en el mercado mundial generó una intensa realización de fusiones, alianzas, adquisiciones y proyectos conjuntos en el continente. En las últimas dos décadas del Siglo XX, y casi en concierto, los países latinoamericanos liberalizaron, desregularon y privatizaron las principales áreas de la información, incorporaron capitales externos cuya progresiva inserción ha marcado el fin de la gestión artesanal de las comunicaciones, ha permitido el cruce de capitales de una industria a otra y ha profundizado la erosión de la intervención estatal en el control de estas actividades.
Los países latinoamericanos de economías más fuertes (Brasil, México y Argentina, fundamentalmente) presentan rasgos y tendencias similares, y en ellos tienen su sede tres de los cuatro actores multimedia más poderosos de América Latina (Globo, Televisa y Clarín). Estos grupos presentan una extensión cuasi continental y estrechos vínculos con los grupos dominantes en el concierto mundial.
Además de Televisa de México, Globlo de Brasil y Clarín de la Argentina, el otro grupo de mayor envergadura es Cisneros de Venezuela. Estos dominan el mercado regional y su comportamiento tiene una lógica semejante a la que observan los principales actores corporativos a escala global: son grupos multimedia con ramificaciones a otras actividades comunicacionales, entre las que se destacan las telecomunicaciones, la informática y la industria gráfica, además de otras ramas de la industria y el comercio.
El proceso de fusiones que ha tenido lugar en cada una de estos ámbitos, no solo ha facilitado la concentración, sino adicionalmente el aumento de la competencia. Los grupos anteriormente mencionados son socios y a la vez los principales contendientes entre sí. Por ejemplo, Televisa y Cisneros, socios en la televisión norteamericana, compiten en el mercado de la televisión satelital a través de Sky y DirecTV. Este hecho refleja la integración plena de los grandes grupos latinoamericanos de medios en la lógica de flujo de capitales propia del capitalismo, que ha convertido al sector “informacional” en uno de los más dinámicos de la actualidad.
Estas alianzas entre grupos locales o regionales y grupos globales se revelan como mutuamente beneficiosas. Para los grupos locales o regionales implica fortalecer su capacidad de acción, incorporar tecnología, contenidos y mejorar en lo inmediato su capacidad financiera; para los grupos globales, por otra parte, significa reducir el riesgo de inversión explotando la inserción de los grupos locales y regionales en mercados que aquellos desconocerían, y el aprovechamiento de los contactos y la influencia política, en el sentido más amplio, que los grupos locales y regionales desarrollan históricamente en su contexto.
De este modo la presencia de grupos y empresas de otros espacios geográficos se afianza y crece continuamente en el continente, entre otras cuestiones debido a que la desregulación, las privatizaciones y la desnacionalización de la economía (incluyendo el permiso para la inversión extranjera en medios de comunicación) se ha llevado a cabo siguiendo las necesidades del mercado. [4]
Por consiguiente, el audiovisual latinoamericano presenta en los últimos dos decenios una integración al mercado global comercial, mediante la asociación con grupos norteamericanos y europeos en la gestión de contenidos y plataformas tecnológicas, y en el desarrollo de nuevos productos y servicios (como la televisión satelital).
[1]. Sujetos o grupo de éstos que se encargan de “limpiar” frases o conceptos de carácter crítico o enfoques alternativos emitidos en la red. La reproducción de los mismo a partir de su utilización en artículos banales de disímil naturaleza, -apoyados en el hecho de que los motores de búsqueda (Google) por lo general no referencian el término auténtico sino el más reproducido-, les permite a los limpiadores deshacerse de la referencia original y, con ello, de la amenaza potencial que pudiera constituir para el sistema de conformación de una realidad determinada. Es decir, borran de las referencias aquellos conceptos o reflexiones más radicales o de izquierda, diluyéndolos en trabajos que reproducen muchas veces y que los motores de búsqueda registran como referencia principal. Con ello impiden el acceso a los textos auténticos.
[2]. Vertical: grupos que controlan el total del valor de la cadena de productos audiovisuales y servicios, incluyendo posesión de derechos, producción difusión y distribución. Horizontal: una empresa o grupo de empresas poseen medios de la misma naturaleza en uno o varios mercados situados en la misma fase del proceso comercial. Multisectorial: empresas o holdings que participan en otros sectores económicos y obtienen un control sobre los medios de comunicación con la finalidad de defender sus intereses.
[3]. La Comisión estadounidense de Comunicaciones (presidida por un hijo del ex secretario de Estado, Collin Powell) aprobó años atrás una batería de medidas que favorecen la concentración de los medios de comunicación, la legislación permitía a un solo grupo del sector controlar hasta el 45% de la audiencia televisiva nacional, lo que representaba un aumento del 10% respecto a los valores entonces establecidos. Estas rompieron con las barreras que impedían a las cadenas de televisión y a los diarios cubrir los mismos mercados bajo el nombre de un solo consorcio. Powell justificó la concentración de medios como única vía para la viabilidad económica de los grandes grupos, que estarían afrontando el riesgo de un fuerte descenso de sus ingresos publicitarios por la emergencia de la televisión por cable “…numerosos medios de comunicación han manifestado su necesidad de aumentar su capacidad de concentración, con el objetivo de movilizar a un número más amplio de telespectadores para ser viables económicamente en el mercado de la publicidad”, argumentó el entonces presidente de la FCC.
[4]. Por ejemplo, DirecTV Latino América está mayoritariamente controlada por Hughes Electronics Corporation (filial de General Motors). Cuenta como socio minoritario con Darlene Investments LLC, empresa del Grupo Cisneros. Por su parte, el Grupo Clarín canjeó el 51% que poseía en DirecTV Argentina por el 5% de la empresa madre latinoamericana, convirtiéndose de esta forma en la tercera accionista del grupo y socio de Cisneros (DirecTV LA controla ahora DirecTV Argentina). DirecTV LA cuenta con mas de un millón doscientos mil abonados en América Latina y el Caribe con llegada a: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Puerto Rico, Trinidad y Tobago, Venezuela y a las islas del Caribe. Por su parte Sky LA es la empresa creada para proveer servicios satelitales en América Latina por el Grupo News Corporation de Rupert Murdoch, dueño de la empresa que lleva el mismo nombre a nivel mundial. Para su penetración en el mercado latinoamericano se asoció con los grupos Liberty Media TCI, Globo y Televisa. Cuenta con más de quinientos mil abonados y presta servicios en México, Brasil, Colombia Chile y desde fines del año 2000 en Argentina. Sky está presente en América Latina a través de tres alianzas distintas: NetSat en Brasil, INNOVA en México y Sky Multi-Country Partners en el resto de la región. Cada una de estas alianzas ofrece servicios de televisión vía satélite bajo la marca Sky. La administración de Sky Multi-Country Partners corre a cargo de Sky Latin America, LLC, radicada en Miami. En esta ciudad se inauguró una de las mayores instalaciones de emisión de video digital (Digital Video Broadcast) del mundo, el centro internacional de transmisión vía satélite Sky (Sky Center), cuya puesta en marcha estuvo valorado en alrededor de ciento cuarenta millones de dólares. Tomado de Mastrini, Guillermo y Martín Becerra. 50 años de concentración de medios en América Latina: del patriarcado artesanal a la valorización en escala. Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales. En: www.uba/fsoc.arg