Daniel Díaz Torres, memoria de nuestro cine
En el escenario intelectual cubano hay nombres y hombres que figuran por derecho propio. La capacidad de algunos artistas para desdoblarse en aristas de la creación es un don multiplicado dentro de su excepcionalidad. Ese era el caso del cineasta cubano Daniel Díaz Torres (1948-2013), y digo cineasta, apelando a su faceta más conocida.
Al llegar al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), Daniel formó parte del equipo de redactores de la revista Cine Cubano, espacio para la promoción de obras que se realizaban o se exhibían en Cuba. Desde las páginas de esa publicación, Díaz Torres se forjó en el ámbito de la crítica cinematográfica.
Fue asistente de dirección en obras como Muerte y vida en El Morrillo, Los días del agua, El hombre de Maisinicú, De cierta manera, Mella y Río Negro. Se inicia como documentalista en 1975 y en desde entonces dirige Libertad para Luis Corvalán (1975), Encuentro en Texas (1977), La casa de Mario (1978), Los dueños del río (1980), Madera (1980), Vaquero de montañas (1982) y Jíbaro (1982).
También, antes de ser director, Daniel consolidó su carrera en el Noticiero ICAIC Latinoamericano, allí en su calidad de subdirector, bajo la égida de Santiago Álvarez. Díaz Torres ejercitó sus habilidades para el cine. Con este recorrido llegar a la ficción no fue difícil y concibió títulos de relevancia en la historia del cine cubano, como Alicia en el pueblo de Maravillas (1991), Quiéreme y verás (1995), Kleines Tropicana (1997), Hacerse el sueco (2000), Lisanka (2009) y La película de Ana (2012).
Cada una de estas obras, desde su individualidad, logra exponer puntos de vista que resultan comunes en la filmografía de Díaz Torres, como la crítica social, los vicios de la sociedad cubana y el retrato grupal de una realidad muy específica, la cubana; y un tiempo, muy particular, las décadas de los años 90 y las dos primeras del nuevo siglo y milenio.
Esta formación general, este criterio sólido, su experiencia también en la coordinación de cursos y seminarios sobre cine, dotaron a Daniel para su quehacer como profesor de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), lugar desde el cual supo proyectar hacia sus alumnos el conocimiento del cine, la pasión por el cine, su gran pasión.
Manuel Pérez Paredes, cineasta que compartió trabajo, amistad y pasión por el cine, expresó: “En sus casi cuarenta y cinco años en el Icaic, él nos deja una huella que, no hay duda, perdurará eternamente en el cine cubano y más allá también.
El Daniel crítico de cine y conferencista, el docente en diversas etapas de su vida, pero en particular en la EICTV, el director de documentales y subdirector y realizador del Noticiero ICAIC, y el director de un buen número de películas de ficción, todos estos Daniel Díaz Torres serán pensados y repensados por nosotros y por otros. Y habrá más de un Daniel en la memoria y en la interpretación de su obra toda y de su quehacer intelectual y ético entre nosotros. Lo vamos a recordar y querer por siempre desde diversos ángulos”.
Los valores de su obra han sido destacados por varios críticos, especialistas y cineastas, pero la mayor huella la ha dejado en la memoria de una nación que disfrutó de su cine y sigue apreciando la capacidad de sus filmes para conseguir ese retrato social y temporal de nosotros mismos