27 de julio de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

El videoclip cubano y el enfoque de género: tendencias actuales

Preocupa que gran parte del videoclip difundido en Cuba, con un contenido marcadamente sexista, carezca de suficiente contrapartida crítica
Rufo Caballero

Rufo Caballero

El nacimiento de la Televisión está considerado uno de los grandes hitos del siglo XX. La pequeña pantalla ha llegado a cambiar las costumbres familiares de la mayor parte de las sociedades del mundo. Su progresiva implantación ha contribuido a que hayamos vivido en directo algunos de los acontecimientos más importantes de los últimos años.

Ha alcanzado tal grado de importancia en materia de difusión y recepción que, quizás, sólo resultaría comparable con el fenómeno de Internet. Por ello el videoclip, como producto mediático televisivo, no puede ser desestimado.

Como agentes socializadores, los medios desempeñan sobre su audiencia un papel imprescindible en la conformación de actitudes, normas, valores y opiniones. Así, resulta de vital importancia la utilización de la perspectiva de género en la práctica comunicativa, en su interpretación y análisis.
Desde su surgimiento, como parte de la tendencia posmodernista, el videoclip ha influido y atraído a las multitudes, ha rebasado casi todos los campos que tradicionalmente se ocupaban de la publicidad y la fabricación de la imagen, como la moda, por ejemplo.

En diferentes países ha sido utilizado también como base de campañas políticas, rebasando los límites de la Televisión.

Es conocido que el videoclip constituye una expresión de lo social y, debido a sus características comunicativas, pretende atrapar a los espectadores en una disyuntiva entre lo que “es” y “no es” la realidad.

Esencialmente se construye fusionando imágenes, tanto artísticas como comerciales, y lo más significativo: rompe todos los límites tradicionales que existen entre una imagen creada y su representación equivalente en la vida real, o entre el personaje y la actuación de quien lo interpreta. Es aquí donde se encuentran las implicaciones sociales del videoclip.

Una de ellas es su gran influencia sobre la juventud y las preocupaciones desatadas por ese motivo desde su surgimiento. Tiene la capacidad de infiltrarse en cualquier ámbito de la cultura, entrar en la preferencia de este grupo social y modificar su percepción del mundo.
El videoclip surge dentro de la sociedad capitalista -caracterizada por la sed de información y la cultura del consumo-, y se coloca a la vanguardia de toda la remodelación que ha sufrido el lenguaje publicitario, arma fundamental de la cultura comercial.

Los primeros clips aparecieron en pantalla en forma de pequeños filmes de tres a siete minutos, que podían estar en coordinación o no con la letra de una canción popular. De ese modo nace el videoclip, no sólo como entretenimiento popular, sino como una forma masiva de abrir mercados a los éxitos de la época entre los jóvenes.

Desde finales de los 90 hasta la actualidad, el videoclip se ha convertido en la rama más poderosa, sugestiva y aportadora de la creación audiovisual cubana. En el caso cubano ha actuado como pretexto para que muchos realizadores, cineastas, fotógrafos, diseñadores, se mantengan o se inserten en el medio audiovisual, como puerta de acceso al mundo de la Televisión -en la producción de telenovelas o programas dramatizados-, o del Cine.

El clip cubano posee una gran carga de eclecticismo, pues recibe influencias y tendencias del mundo entero; de todas se alimenta sin alejarse de lo propiamente cubano, a lo cual se ha insertado lo no-real, la animación, la fantasía, el surrealismo, ampliándose el espectro de los referentes culturales con respecto a épocas anteriores. Aunque en ocasiones el abuso de las nuevas tecnologías y códigos deja a un lado la creatividad visual que en un principio ostentaba.

Por otra parte, en los últimos años ha existido en Cuba la preocupación por el enfoque de género y su representación en los productos audiovisuales. Y, aunque se ha escrito, no ha sido de forma constante y rigurosa. Al igual que en el resto del mundo, la crítica feminista cubana ha encontrado un nexo importante entre la naturaleza del Cine y la sociedad patriarcal.

Con respecto al videoclip el análisis ha sido más fuerte debido a la tendencia a proponer una imagen femenina que expresa deseo reprimido al intercambio de roles eróticos.

Los roles de género resumen en sí mismos todas las expectativas culturales de lo masculino y lo femenino, que va mucho más allá de las diferenciaciones biológicas del sexo, incluyen todas las actitudes, sociales y psicológicas, las normas y los valores que la sociedad nos inculca como mujeres y hombres.

Lo que significa corporal, anatómica y genéticamente ser hombre o mujer contribuye indudablemente a la conformación de una identidad de género.

Pero no lo es todo, viene acompañado siempre del aprendizaje de los modelos de roles preestablecidos que, según se nos enseña, son correctos o no en relación con nuestras diferencias biológicas, y varían de acuerdo a la sociedad y el momento histórico que los produce.

En ocasiones la falta de temas claros en la realización de los clips trae como consecuencia la constante utilización de los roles sexuales como soporte externo. Las imágenes masculinas (mafiosos, asesinos, tipos “duros”) y femeninas (cabareteras, seductoras, diosas) son tratadas no como algo extraído de la realidad, sino como imitación de iconos del cine, anuncios y otras formas de la cultura popular, como mercancías que venden estereotipos culturales.

Aunque durante algún tiempo el clip cubano siguió esta línea, en los últimos años se ha dado una especie de cambio en el objeto de “idolatría”. En ocasiones, videos de canciones que tratan de resaltar la imagen femenina o su belleza, resultan una especie de exacerbación de la imagen masculina, que figura como adición para reforzar la historia.

Según el recientemente fallecido crítico de arte Rufo Caballero, el clip cubano está viviendo la autocelebración masculina desde la propia música y desde el producto ya acabado. Prácticamente no sucede en videos donde el artista principal es mujer, sino que ya los propios hombres celebran la belleza y buena figura de otros. Muchas veces ya no es importante la capacidad actoral o musical del cantante, sino sus músculos y lo que su imagen representa.

Mujer y hombre se presentan en este producto audiovisual como objeto y símbolo sexual deseable, siempre por el sexo opuesto, con una tendencia a la representación de lo sensual y lo erótico desde una concepción vulgarizadora e invisibilizante. Cuando se trata de la cantante o intérprete, vemos a la mujer en el rol protagónico, representante de una imagen fuerte, poderosa, independiente, en una relación de dominación-subordinación hacia el hombre, donde es capaz de hacer de él lo que desee, como objeto sexual, si no del que aparece en el video, del espectador.

En segundo plano puede ser aquella que sólo es utilizada para bailar y mover sus caderas, en ocasiones eróticamente hacia la cámara. Se toman infinidad de primeros planos a sus senos, glúteos, sus rostros que miran provocativamente hacia la cámara. En otras ocasiones es traicionera, calculadora, seductora al extremo, aquella que juega con los hombres a su antojo, interesada, fría, causa de la disputa de los hombres por ella y un trofeo para el ganador. También se nos presenta como sufrida, aquella que llora cuando un hombre la deja o la sustituye por otra.

La representación menos común del hombre en el clip es la de soporte visual en un plano secundario, aunque también se exacerba su masculinidad a través de imágenes de sus rostros y cuerpos fornidos. Cuando es protagonista se nos muestra como poderoso, exitoso, adinerado, independiente, “macho” deseado, perseguido por todas y sujeto y centro de la atención femenina. El espacio de la historia funciona como refuerzo de los estereotipos que constantemente se reproducen. Muchas veces es doméstico, perfecto para la intimidad, diseñado especialmente para proporcionar placer, bienestar y seguridad afectiva al hombre.

Esta representación continua del hombre y la mujer como símbolos y objetos sexuales, que exalta la masculinidad y la femineidad como belleza física, es un fenómeno que ha ganado un alza alarmante en el clip cubano de hoy. Requiere una mayor atención por parte de los especialistas, así como de un espacio de debate, en el cual se discuta en profundidad sobre el comportamiento actual de las relaciones intergenéricas dentro de este producto audiovisual.
En nuestro clip la forma más común de ver representadas estas imágenes ha sido, y es aún, en aquellos realizados para temas pertenecientes a los géneros musicales de mayor arraigo popular, o sea, la música popular bailable y más recientemente el reggaetón. Como fenómeno este último -independientemente de su música contagiosa y la preferencia que ha suscitado sobre todo en los más jóvenes-, debería preocupar por el persistente empleo de un lenguaje vulgar que, junto al tratamiento usualmente dado a las imágenes de hombres y mujeres, contribuye a legitimar conductas machistas y por tanto sexistas en el videoclip cubano actual.

Resulta interesante entonces la manera en que el público recepciona y valora este tipo de estereotipos. El análisis de los resultados de un estudio aplicado a jóvenes estudiantes universitarios, arrojó que ellas y ellos identifican los estereotipos sexistas presentes en los clips cubanos, y hasta cierto punto los critican, pero no los reconocen como algo que les afecte directamente como hombre o mujer. Se evidencia así cómo un producto audiovisual, en este caso el clip, contribuye a reproducir roles tradicionales de inferiorización femenina que están incorporados a nuestra cultura y se naturalizan socialmente.

El programa Lucas de la Televisión Cubana, y su proyecto en general, es reconocible por sus logros, como parte de la promoción de la producción nacional en materia de videoclips. Este espacio ha alcanzado un gran impacto, sobre todo entre los jóvenes y cuenta con una teleaudiencia nada despreciable. Estas razones lo convierten, a su vez, en un peligro potencial en relación con los modelos que proyecte sobre las relaciones intergenéricas, si tenemos en cuenta que, a pesar de que el programa ha contado con un espacio de crítica, esta ha estado dirigida más hacia los aspectos técnicos y de producción del clip y no a tocar temas referentes al tratamiento de estas imágenes y relaciones desde la problemática de género.

Resulta necesario perfeccionar la crítica especializada en temas relacionados con la problemática de género y promover criterios más involucrados -tanto de críticos como de realizadores, asesores y decisores en general-, que reconozcan el estado actual del fenómeno y la responsabilidad de los medios de comunicación en ese sentido. Es importante, asimismo, reconocer su papel en el proceso de socialización, el cual no se debe sobreestimar pero menos desestimar. No olvidemos que los medios de comunicación, cuando no cuentan con una contrapartida, resultan ser más impactantes en su función de formar opiniones y expectativas.

En virtud de ello preocupa que gran parte del videoclip difundido en Cuba, con un contenido marcadamente sexista, carezca de suficiente contrapartida crítica, que contribuya a establecer mediaciones en la recepción de dicho producto.

Aún cuándo el videoclip puede reflejar artísticamente la realidad, lo que en ocasiones nos muestra entra en contradicción con las conquistas actuales, tanto en la situación social de las mujeres como en las relaciones intergenéricas. Ahí radica el peligro: un producto audiovisual como el videoclip, capaz de marcar tendencias debido a los contenidos que reproduce, pudiera convertirse en un verdadero obstáculo para la realización del tan necesario cambio cultural, que ya de disímiles formas se está generando en Cuba.

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