Grandes páginas, grandes pasiones
Aunque sea muy repetida aquella sentencia de que el cubano se ríe con cualquier cosa, lo cierto es que la realidad se mueve por otros rumbos. Si bien un chiste o frase espontánea, que brota como por ensalmo en todas partes, puede provocar la hilaridad y rebajar tensiones en una cola o un ómnibus repleto, muy diferente es encarar el humor de modo creativo profesional.
A la obvia dificultar de armar una historia cómica, algo bastante difícil de por sí, se suma el hecho de que resulta necesario también ajustarse a las características técnicas, formales, específicas, de cada medio de difusión. Por supuesto, hay que hacerlo sin que, en dicha historia, el humor implique visos de exclusión, discriminación, crueldad o abuso hacia ninguna persona o estrato social.
Si a todo este entramado le añadimos la sistematicidad de esa creación, sea diaria, semanal o mensual, hacer humor para los medios de difusión masiva se convierte en un verdadero reto.
No obstante, por fortuna, el talento se impone y hay muy buenos ejemplos de artistas que logran rebasar todos los escollos con sus obras. La historia del humor cubano cuenta con autores cuyas páginas son de altísimos quilates, Castor Vispo (que no era cubano, pero vivía y escribía como si lo fuera), José M. Carballido Rey, Enrique Núñez Rodríguez, Héctor Zumbado, por sólo citar algunas cimas, son nombres ineludibles. Sin embargo, tal vez el mejor de esos ejemplos sea don Alberto Luberta Noy.
Bastaría, para validar la anterior afirmación, ofrecer tan sólo el argumento de que Luberta fue capaz de escribir a diario un guion humorístico, para un espacio radial con múltiples actores y momentos cómicos, durante la nada corta etapa de 52 años. La exacta matemática dirá que hablamos, página más página menos, de alrededor de 18 mil guiones. El programa Alegrías de sobremesa, por donde además desfiló la crema y nata de los actores cubanos, es sin dudas una proeza radial del patrimonio sonoro y la historia del humor criollo.
Por ese motivo, la editorial En vivo ofrece un libro que resulta ser un orgullo dentro de su catálogo de obras publicadas. Se trata del título Quien bien te quiere… (Las tres grandes pasiones de Alberto Luberta). En este volumen, entre otros materiales, hay un valor agregado incalculable. Varios de los guiones de Alegrías de sobremesa, así como los textos de algunas de las secciones que escribía Luberta para el espacio, se publican de modo íntegro.
El texto es una compilación bajo la firma de Jorge Alberto Piñeiro (JAPE) y de Caridad Martínez. El uno, es un destacado escritor y humorista de la radio, la televisión, el teatro y la prensa impresa. La otra, es una laureada profesora, escritora, directora de programas radiales y Premio Nacional de Radio. Además, fue la compañera de vida del creador al que se honra en este libro.
Como bien se dice en el prólogo (por otro buen escritor, Alberto Luberta Martínez, desde la visión del hijo y también del profesional de la escritura), este libro “ayudará a conocer al Luberta que nosotros conocimos, ese Luberta que jamás dejó de ser un cubano cubanísimo, un hombre al que la modestia se le veía por encima de la camisa, que vivió como quiso y defendió, hasta las últimas fuerzas, todo aquello en lo que creyó.” Justo el ser humano, a la par del humorista, es al que se retrata en estas páginas, más allá de las opiniones, a través de su propia obra.
Las reseñas sobre Luberta que guarda este libro, son un verdadero lujo. Hay periodistas, actores, escritores y, gran acierto, muchos humoristas y hacedores de la radio que regalan sus memorias sobre el maestro. Desde Alexis Valdés, José Pelayo, Jorge Tomás Teijeiro, Ramón Fernández Larrea, Iván Camejo, el propio JAPE; pasando por Guille Vilar, Luis Hidalgo, Mario Vizcaíno, José Loyola, Rafael Lay Bravo; hasta especialistas como Josefa Bracero o Fernando Rodríguez Sosa, se desborda la admiración por un verdadero creador en mayúsculas, ajeno al divismo y a las poses. Sus valoraciones, los guiones, y hasta un making off del propio libro, nos acompañan en unas páginas valiosas y sentidas.
Este libro cumple la función del cofre de un tesoro. Preservar el oro de la memoria, las nostalgias, las anécdotas, más el delicioso bocado del fruto de una vida entera de trabajo e ingenio, es la joya mayor de este volumen. La invitación a la lectura de Quien bien te quiere… queda hecha.