¿Homo videns, homo violentum?
Mucho se ha debatido acerca de los efectos nocivos que, para los niños, tiene la excesiva exposición a contenidos audiovisuales, sin que estos encuentren un equilibrio con otras opciones culturales educativas y de entretenimiento, como el teatro, la literatura, los museos, la danza, entre otros.
La inmensa mayoría de los estudios sobre consumo cultural en Cuba revelan que los medios audiovisuales (televisión, computadora, videojuegos) constituyen la opción preferida por niñas y niños para divertirse o recrearse.
Por ello, vale la pena preguntarse cuántas horas al día pasan nuestros hijos frente a la pantalla y si realmente están recibiendo contenidos apropiados, según su edad y desarrollo psico-emocional.
Una parte importante de los programas que hoy ve la infancia en Cuba poseen altas cuotas de violencia. Me refiero, por una parte, a varios animados, series de acción y muchos videojuegos que presentan personajes o tramas agresivas, desde el punto de vista físico y psicológico.
Hablo también de los programas no destinados al público infantil (novelas, filmes, series al estilo de Pablo Escobar o El señor de los cielos y reality shows extraídos del Paquete Semanal) que son consumidos con frecuencia por la infancia de nuestro país.
En este sentido ya no nos asombra comprobar que muchos niños esperan despiertos la telenovela, precisamente porque esta constituye uno de los principales temas de conversación con sus amigos al día siguiente.
Según Millán Redin, psicólogo uruguayo especialista en este tema (2008):
Muchos investigadores hablan de aprendizaje e imitación, desensibilización y miedo, en la tendencia a la repetición por parte de los niños de las escenas violentas vistas en la televisión, entendiendo esta como un vehículo de legitimación de esta violencia. Este complejo contribuiría a la repetición de la violencia, fundamentalmente en el ámbito de lo doméstico, a la percepción de la misma como la modalidad más adecuada para la resolución de los conflictos, a la construcción del imaginario de que el mundo es más perverso y peligroso de lo que realmente es, con la consecuencia de una actitud defensiva y las consiguientes dificultades para los procesos de socialización. 1
En el caso de la televisión cubana, aún es reducida y poco variada la programación destinada al público infantil. Hacen falta programas que representen verdaderamente a las niñas y niños cubanos de todo el territorio nacional, que reflejen sus intereses, motivaciones y modos de concebir el mundo, pero es indispensable hacerlo de una manera creativa y renovadora, alejado de viejos clichés o de fórmulas extranjeras que no necesariamente tienen que funcionar entre los televidentes cubanos.
Durante la década del setenta del siglo XX, Mirta Aguirre hizo un llamado a que la literatura para niños abordara lo que ella denominó “los costados feos de la vida”, es decir, temáticas difíciles y duras que formaban parte de la vida real de la niñez cubana y universal.
La célebre escritora defendía la idea de que la literatura no debía crear únicamente tramas y personajes de fantasía, sino que tenía la responsabilidad de abordar problemáticas de la infancia, como un modo de representar y hacer comprender mejor la vida real.
Este postulado, que fue revolucionario para la época en que Mirta Aguirre lo presentó y en la actualidad ha sido defendido por las principales editoriales cubanas destinadas a niños y jóvenes, puede ser aplicado perfectamente al audiovisual dirigido a este público.
No es la elección de un tema difícil lo que le aporta la connotación violenta a un programa infantil. El divorcio, la muerte, los conflictos intergeneracionales, la guerra, el SIDA, los prejuicios, etcétera, constituyen temáticas que pueden ser tratadas en el audiovisual, siempre que sea con respeto, responsabilidad y empleando recursos formales y estéticos acordes con el nivel psicológico y cognoscitivo del receptor.
Las y los infantes que no se hallen representados en la programación concebida y producida para ellos, y no puedan encontrar en la ficción un “par” con el cual identificarse, devienen ineludiblemente violentados.
Aunque constituye una forma de violencia más sutil, este “quedar fuera” del juego, esta carencia de un modelo o personaje que se asemeje al televidente real en toda su diversidad racial, física, etárea, cultural y de género, representa un modo de excluir y, por tanto, violentar, a este tipo de público.
Uno de los mejores productos que tiene hoy la televisión cubana son los spots animados, destinados no solo a la infancia sino a la familia en general, los cuales eligen como foco de atención a la niñez con condiciones especiales, como por ejemplo, el autismo o determinadas limitaciones psico-motoras, visuales, etcétera.
Esta idea de integración y pluralidad bien podría aplicarse y extenderse a otro tipo de programas, a nivel provincial o nacional, con el objetivo de crear una realidad “ficcionada” más cercana a la realidad “real” de Cuba y a la infancia y adolescencia de hoy.
Los niños decodifican e interpretan el producto audiovisual de acuerdo con sus propias características psico-sociales, su grado de conocimientos y los rasgos de su medio social y familiar.
¿Por qué determinados personajes son más atractivos que otros a los ojos de un niño? ¿Qué los hace tener más “gancho” y popularidad? ¿Por qué muchos personajes de telenovelas, películas y series de acción, es decir, de programas dirigidos a los adultos, gozan de gran aceptación y fama en el público infantil?
Se ha insistido mucho desde la academia y los medios de comunicación masiva, en la necesidad de que la infancia consuma productos televisivos y digitales creados para ella y no una programación banal y con una alta dosis de violencia física, psicológica y emocional que los niños no pueden aún comprender y, mucho menos, cuestionar.
Sin embargo, con la academia y los medios de comunicación no basta. Este fenómeno complejo demanda la participación activa de la red de adultos que coexiste alrededor de un niño, fundamentalmente de la familia y la escuela.
Vivimos, a nivel mundial, en una cultura adultocéntrica, en la cual son los mayores los que mayoritariamente deciden, estructuran y jerarquizan aquello que los niños deben leer, ver, escuchar, saber y consumir.
En medio de esta realidad se hace cada vez más necesario conocer qué realmente motiva o preocupa a la infancia y adolescencia cubanas. Asimismo urge crear mayor número de espacios de debate y participación, en los cuales los directores y productores cubanos de televisión conozcan los intereses y puntos de vista de los niños de la Isla: tanto de los que viven en zonas urbanas como rurales, los blancos, mulatos y negros, los que provienen de familias armónicas y lo que viven en hogares disfuncionales.
Defendamos la necesidad de crear, para la niñez, espacios audiovisuales plurales, dialogantes con la multiplicidad de realidades que coexisten en la Cuba de hoy.
Como bien han señalado diversos teóricos y especialistas en el tema: «más que dejar a los niños aislados en sus encuentros con el mundo adulto de los medios actuales, debemos hallar la forma de prepararlos para desenvolverse y participar en él y, si es necesario, para cambiarlo».2
Referencias:
Millán Redin, Hermes (2008): “Mamá, la tele me quiere pegar”, en El audiovisual y la niñez, Ediciones ICAIC, La Habana.
2 Buckingham, D. Crecer en la era de los medios electrónicos. Ed. Morata, Madrid, 2000, p. 197.