Ilse Bulit, ser alumna y ser escuela
“Cuando todo resulte, solo quiero
que alguien recuerde que al fuego puse
mi corazón, el único que tuve”.
Waldo Leyva
Rehúye de calificativos pero quienes conocemos gran parte de su carrera sabemos que Ilse Bulit (La Habana, 1941) es una de las más valerosas profesionales del periodismo cubano y un auténtico ejemplo de coraje ante la vida. Extremadamente exquisita en lo que dice y escribe, punzante en criterios sobre determinada obra, durante varios años esta gran señora avivó la polémica desde las páginas de la revista Bohemia. Hoy como asesora de programas aporta con sus enseñanzas a esa joyita que nos legaron Fidel y Leal: Habana Radio. Ármese de sólidos criterios culturales para “batallar” con Ilse Bulit, no en vano algunos seres, con el tiempo, se vuelven sabios.
Por ella misma descubro que antes de dedicarse completamente al periodismo fue secretaria comercial, contadora… Pero al indagar por qué tomó la decisión de ser periodista, tajante me responde: “¡Miedo al hambre! Seré más explícita. A los nueve años tenía la vocación bien definida. Culpa en parte de mi abuela. Me enseñó a leer a los cuatro años y a los nueve leíamos juntas la sección En Cuba de Bohemia y la comentábamos. Un día lo dije: ¡Seré periodista cuando sea grande! Ni por un minuto me permitió acunar el sueño. Ella no perdía el tiempo. Era directa. Pasó a detallarme mis imposibilidades. Por mulata y con espejuelos no me aceptarían de vendedora en una tienda. Mi única opción era estudiar secretariado comercial en inglés y español. Era un estudio rápido y después podía hacerme contador, cuando ya trabajara. Y cumplí el plan propuesto por mi abuela y el de mi vocación. Te aclaro que brillé como secretaria. Pregúntale a Víctor Pérez Galdós o a Elías Gracia”.
Allá por la década de los años 80 en Cuba, los comentarios de Ilse Bulit sobre programas radiales, televisivos, espectáculos y otros temas sociales despertaron varias “porfías” entre lectores y artistas. “Nunca me propuse crear un estilo, ni lo tengo. Soy simplemente una periodista que respeta a sus clientes y se respeta a sí misma. Me vienen a la mente algunos trabajos que crearon ciertas «cosquillas» como Humo en la guagua, Los pasilleros, No matemos el amor… He cumplido con mi deber de periodista, por lo menos con lo que yo creo que es un periodista. No soy una buscadora de problemas, pero si vienen a mí, los enfrento”.
Y con ese mismo temple desafió su discapacidad visual, se defendió entre sistemas informáticos especiales para seguir escribiendo y analizar esos temas que para ella son primordiales: la cultura cubana, medios de comunicación, la incapacidad de algunos para la equidad y el equilibrio…
Nunca le he preguntado a Ilse cuántos premios tiene; los galardones son tan banales como efímeros. Pero, ¿alguien ha valorado que una profesional de tanta experiencia como ella debería merecer el Premio Nacional de Periodismo o el de Radio? Ojalá trascienda esta interrogante y se reconozca, todavía más sus conocimientos, puestos siempre a favor de Cuba.