¡Inolvidable, compay!
Elpidio Valdés, con un lenguaje diáfano, coloquial, es un símbolo de cubanía, resistencia, tradición patriótica, fidelidad, sentido del deber. Su “padre” dijo adiós a los 73 años. Duele saber que dejará de sorprendernos, pues cultivó ingenio, dedicación, rigor, maneras especiales de contar la historia de nuestro país. Juan Padrón, caricaturista, ilustrador, guionista, sedujo a públicos diferentes mediante la provocación de risas y divertimentos reflexivos. Él supo alertar sin didactismo a ultranza.
Galardonado con el Premio Nacional de Humor (2004) y el Premio Nacional de Cine (2008), llevó a la gran pantalla galerías de personajes, los cuales expresaron ideas, batallas, liderazgos, en las tres guerras de independencia anticoloniales del siglo XIX cubano. Acucioso investigador, hombre sensible, reveló detalles, anécdotas, para transmitirle a los espectadores, valores éticos, estéticos, saberes, quizá poco abordados en la literatura y las publicaciones periódicas.
Sin gravedad ceremonial, sus personajes entraron en el imaginario de las mayorías, convertidos en espectáculos fílmicos, para hablar con voz propia de conductas heroicas, alejados de estereotipos. Recreó a María Silvia, la primera actriz Irela Bravo, quien se sintió orgullosa por este trabajo. “Disfruté mucho sentirme en la piel, en el alma de ella. Fue muy grato trabajar junto a Padrón y al elenco de Elpidio Valdés. Cuando veo en pantalla sus filmes regreso a una experiencia que nunca olvidaré”.
Desde su profunda vocación creativa, el cineasta abordó la justicia social, la valentía, el tesón, al asumir e interiorizar ópticas singulares, por esto, sus obras nutren el valor antropológico y la riqueza espiritual, indispensables en todos los tiempos. Ese empeño fue una brújula en el estilo de Padroncito –llamado así por familiares, amigos-, quien se nutrió de la historieta, las fabulosas aventuras escritas y fílmicas, al concebir Filminutos, Quinoscopios, en ellas, vampiros, personajes buenos, malvados, impresionan por la verosimilitud y la manera curiosa de proyectarse ante situaciones límites.
Prolífero creador, hizo gala de no pocos atributos: sencillo, humilde. En el momento más oportuno de su madurez artística trascendió el marco de los llamados “muñequitos para niños” al concebir para los adultos cortos de animación que incluyeron series de chistes sin diálogos, inspiradas en duendes y verdugos.
¡Serás inolvidable, compay! Hasta los últimos días de su existencia exploró las posibilidades estéticas de la animación, nunca abandonó la mirada cuestionadora de los grandes artistas.