26 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

La aventura de filmar documentales

La realizadora Rebeca Chávez reflexiona sobre el rol femenino en la dirección del documental cubano
Rebeca Chávez

Rebeca Chávez

El rol femenino en la dirección del documental cubano, a pesar de notables avances, permanece agazapado entre severos convencionalismos: un intermedio entre luces y sombras que lo impulsan pero a la vez ponen reparos en el intento.

Ante tales circunstancias, quizás un poco desagradecidas frente al talento y la autenticidad de tantas creadoras, Rebeca Chávez se yergue como defensora de la causa. Desde su trayectoria en la producción nacional cinematográfica, revela motivos, deseos, tropiezos, descubrimientos audiovisuales que enriquecen el placer único de contar realidades al mundo desde la óptica personal que se imprime a los fragmentos de vida captados  por el lente de una cámara.

Pero más allá de la impronta marcada por la mujer en el audiovisual, la directora del filme Ciudad en Rojo, se interesa además por la calidad y transformaciones del documental, género subvalorado por la urgencia de hacer largometrajes, y sesgado por indagaciones incompletas de los conflictos y la voracidad de un público que se resiste a ser atrapado por una historia real.

Ante cada interrogante responde con la fuerza que solo da a la palabra la dedicación inconmensurable a un oficio tan controvertido. Su propósito es firme y sencillo: no cejar en el empeño de alcanzar en la gran y pequeña pantalla el merecido lugar de la mujer como realizadora, sin dejar lugar a concesiones inmerecidas o benevolentes; y algo más asistir y tomar parte en el (re)nacimiento que hoy necesita, sin dilaciones, el género documental.

Necesidad devenida en amor

Rebeca Chávez recuerda sus inicios en el cine documental como una etapa que, para quienes se adentraban en el séptimo arte, se convertía en un obligado primer paso. Unos quedaron para hacer de ese arte profesión, mientras otros lo tomaron como un tránsito hacia la ficción.

“En realidad era un caminito trillado en el ICAIC. Siempre creí que como el cine es una inversión muy cara, pues yo me formé cuando no existían todas las ventajas tecnológicas de hoy y se trabajaba en 35 mm, había que empezar por los documentales, lo cual es un camino finalmente bueno aunque no creo que todos los que transitaron por esa ruta eran documentalistas o tenían como fin ese oficio. Hay personas a las que en su ámbito artístico se le da mejor la ficción y a otras el documental, y hay quien tiene vocación por este último. A mi particularmente me interesa muchísimo el cine documental, me ha gustado toda la vida.

Con la singular elocuencia que la caracteriza, hace un alto en su recuento y pone especial énfasis en la teorización sobre el género, un punto de partida ineludible cuando reflexiona sobre la concepción acertada del audiovisual y su función tanto social como cultural. Se refiere entonces a que “hace mucho tiempo, sobre todo con la aparición de las nuevas tecnologías, los géneros están muy contaminados, pues como mismo hay filmes de ficción que hacen guiños al documental existen documentales que hacen sus guiños a la ficción”.

En ese sentido, piensa que “la pureza del género es una convención, porque desde el momento en que el realizador pone la cámara en un lugar, hace un encuadre y escoge una historia, ya esa es su trama particular que tiene su impronta y, por tanto, su mirada e intervención sobre esa realidad. Ese es también un principio que está en la ficción, la cual toma elementos de la realidad, los transforma, los acomoda, juega con ellos en el tiempo, e igual es la misma materia”.

¿De dónde vienen los documentales?

Crítico de cine, destacada colaboradora de Santiago Álvarez como investigadora, guionista y asistente de dirección y devenida luego en audaz directora, pudiéramos decir que Rebeca tiene un aura especial para encontrar historias que narrar. Confía en la intuición y el azar. Así, ante los que buscan la inspiración muy lejos de sí mismos, cavilando en profundos pensamientos, demuestra que en la sencillez y cotidianeidad que nos rodea se esconden los más reveladores secretos humanos. Su obra abarca desde las luchas indígenas en Guatemala hasta la vida de personalidades de nuestra cultura. Ante tan interesante variedad, pregunto qué temas le interesan trabajar y ella explica brevemente “de dónde vienen sus documentales”.

“La vida me enseñó que los temas están ahí esperando que uno los encuentre. El hilo que une a los protagonistas de mis documentales, es que son gente tan diversa que en algún momento de sus vidas deciden transgredir, no cumplir el programa que la sociedad tiene trazado para ellas. Por ejemplo, la sociedad guatemalteca no podía concebir que una india quiché, como Rigoberta Menchú se convirtiera en una líder en la lucha contra la discriminación; Frei Betto un cura dominico brasileño no podía convertirse en un guerrillero; Panchita Rivero, una negra pobre no podía ser médico, es decir, cuando la gente no cumple el papel que la sociedad le designa, ahí empieza el conflicto, la relación que a mi me interesa abordar, esa zona de contradicciones de los factores humanos”.

En ese empeño por recrear “imposibles” sociales, esta directora se une a otras transgresoras que han llevado al cine y la televisión atrevidas realidades, escindidas durante mucho tiempo del imaginario audiovisual. Sin embargo, ella es una de las privilegiadas –dada la escasez de oportunidades en ese ámbito- que ha dirigido un largometraje. Se impone entonces la pregunta. ¿Cuánto le aportó esa experiencia?

“En el plano personal me alegró mucho y en lo social  me parece verdaderamente bochornoso que hayan tenido que pasar tantos años para que una mujer dirija un largometraje, lo cual te demuestra que aún en lugares donde hay más apertura o debía haberla, es un camino muy difícil. De Sarita Gómez –primera directora de cine cubana – a acá han pasado muchos años y pienso que en todo ese camino hubo muchísimas personas que quisieron hacer largometrajes de ficción. No creas que no hubo gente que lo intentó, pero creo que faltó solidaridad, empuje, arropar esos proyectos para que esas otras cineastas pudieran llevar sus ideas a buen término”.

Se declara enemiga de innecesarios paternalismos cuando hay talento, pero reclama igualdad de género en las facilidades para la producción cinematográfica. “No estoy diciendo que se les concediera nada porque todas esas mujeres tenían talento suficiente para hacer una película que saliera buena, mala o regular como sucede con los cineastas masculinos. Hay muchos de ellos que han llegado hasta el final, que han encontrado menos obstáculos en el camino y sus películas son buenas, malas, regulares. Es decir, esa normalidad no se ha dado con las mujeres y pienso que también hay una cuota de responsabilidad en nosotras. Por esa razón hay que batallar muchísimo, porque no es una labor fácil”.

La aventura de filmar documentales

Y es que, a pesar de las distancias se han acortado, aún persiste un largo trecho que separa a mujeres y hombres en la oportunidad de hacer cine documental. Hoy existe más de una iniciativa que intenta equilibrar la balanza, pero quizás el impulso no es suficiente y, para corroborar mis conjeturas con la opinión de quien siente los hechos en carne propia, pregunto a Rebeca ¿hasta qué punto cree que ha ascendido el protagonismo de la mujer en la documentalística cubana?

“Pienso que la aparición de las nuevas tecnologías no solo ha abaratado la producción, sino que ha hecho mucho más flexible y manuable todo el aparataje técnico, la mediación instrumental. Hay además una riqueza en la sociedad cubana del momento, donde han aparecido temas nuevos y la ayuda tecnológica novedosa ha facilitado que mucha gente haga la aventura de filmar documentales. Tampoco quiere decir que todo el que ande por ahí con una cámara es cineasta, pero pienso que hay que tener talento, dominar la técnica, y sí, hay muchísima gente joven que ha empezado, muchachas que hacen cámara o sonido. Antes el oficio en el cine se quedaba para las mujeres en dos ámbitos, o accedías a la dirección como cabeza de serie, o eras editora. Ahora te encuentras, afortunadamente, muchísimas que son sonidistas, que están en la dirección de arte, hacen cámara y también hacen la dirección”.

No obstante, el elogio no ciega la crítica. Nuestra entrevistada reconoce que muchas de las nuevas iniciativas se encuentran aún en ciernes, carentes de la solidez necesaria para cumplir sus objetivos. Para ella, el eco de las buenas ideas en ocasiones se escurre hasta no dejar huellas, impidiendo que la pauta femenina en el audiovisual nacional alcance niveles mayores.

“Hace alrededor de nueve años existe la muestra de jóvenes realizadores y vemos que muchos de los participantes se quedan en primeras obras, o sea, falla la continuidad. El cine es algo que tiene un componente industrial, se hace para exhibirlo, tienes que ir a la televisión o a las grandes salas para que sea visto. Nadie hace un documental para ponerlo en la salsa de su casa. El documental tiene ese tramo de la industria de la difusión que es lo que lo hace complicado, pero creo que hay muchísima gente ahora que están incursionando en el género, mejores o peores y eso es buenísimo”.

La tiranía de la velocidad

Pero también en medio de tanta evolución o quizás por la fuerza de la costumbre – que en ocasiones contagia con el hábito de la cantidad y no la calidad- hoy el documental carece en su mayoría de la necesaria investigación que evite concepciones parcializadas sobre el tema abordado. La fusión entre el género y el periodismo devenida en ejercicio artístico e informativo a la vez, se ha dejado de la mano. Asimismo la subvaloración del trabajo reporteril, alejándolo de la clasificación de documental ha originado, en opinión de la entrevistada, una estrechez de miras y con ello, un encasillamiento injusto de la profesión.

“A veces pienso que los nuevos documentalistas no investigan, investigan poco o se quedan a medias, le dan la primera vuelta a la naranja y no le sacan todo el jugo. Pero hay otros peligros, como que el realizador tenga una serie de respuestas que son las que le interesan, las cuales pueden ser incómodas o piedrecitas en el zapato y a partir de esas ideas salen a buscar las preguntas pero ya tienen las respuestas. Creo que hay realidades llenas de conflictos, y en ocasiones no se recrean todas las aristas de ese contexto o coyuntura determinada.”

“También hay en esta excursión algo que a mi me parece una turbulencia, que lleva unos años pero que va a pasar y es que hay excelentes trabajos que son un reportaje y muchas personas creen que clasificarlos como un documental les concede una especie de rango artístico y sí lo tiene, pero no todos los trabajos periodísticos son documentales. Yo creo que en ese sentido, en Cuba ha habido un abandono en el periodismo y eso es tremendo, porque hay un número importante de documentales y hasta de películas que se hicieron en el ICAIC que proceden de una fuente periodística”.

“Por otra parte creo que la pseudo poética de la televisión trae un montón de palabras y uno se pregunta cuál es la información, el lead que se debe llevar y que provoque a saber y averiguar más. En ese aspecto considero que tenemos un retroceso en el cual las cuotas de responsabilidad están divididas entre el periodista y el que dirige el canal. Yo creo que en ese ámbito, como en el cine, la esencia está en atreverse y no tirar la toalla. Generalmente el público conoce las veces que uno gana, pero no las que pierde, sin embargo, en ocasiones es importante perder porque en ese camino te reafirmas. Es necesario aprender de los golpes pero, como diría Pedro Almodóvar, no morir en el intento”.

Sobre la misma línea, enfatiza Rebeca en el papel que juega la pequeña pantalla en la difusión del audiovisual. Actualiza concepciones en cuanto al “sitio ideal” para la proyección de una obra que parte de la realidad y por tanto, debe acercarse al público que vive experiencias similares a las que se exponen. “Yo creo que desde hace mucho tiempo el espacio natural del documental es la televisión, el documental concebido como gran reportaje, como lo que hemos llamado siempre periodismo de investigación. Quizás es una apreciación personal, pero creo que hay una diferencia entre noticia e información porque detrás de la primera hay un sin fin de datos, de análisis contextual para tratar de colocar la parte en el todo y ese es el escenario en el que debe desarrollarse el documental, en los espacios de noticiero o en programas especiales.”

Sin embargo, la gran pantalla no debe quedar exenta de esas recreaciones de la esencia humana. “No quiero decir que no vayan al cine. Ese es un espacio que hemos perdido porque por lo menos hasta los años 60 había dos cines llamados Rex y Duplex -que en la actualidad están en derrumbe- que únicamente daban noticieros y muñequitos y eran rentables. Por supuesto, los públicos cambian, las necesidades y las demandas también. Pienso que por ejemplo la aparición del video clip ha instaurado en el mundo lo que yo llamo la tiranía de la velocidad. En consecuencia, los jóvenes se han acostumbrado a verlo todo a un ritmo acelerado y cuando se encuentran ante una película que tiene otro tempo o un desarrollo diferente, entonces ya les aburre”.

“No obstante, pienso que a pesar de la explosión de los efectos especiales, todas esas alteraciones han ido pasando y hay muchísimas películas y documentales que el público los va a ver una y otra vez por el placer de la historia, de encontrarse con un cuento interesante, con una realidad distinta, con un mundo que no conocía y con el que puedes hacer una conexión, pero el trabajo tiene que estar bien hecho”.

Desmitificación del séptimo arte

En el empeño por hacer valederas las cualidades del género, el discurso femenino ha movido los cimientos más elementales de cinematografía, y ha conseguido ascender escaños antes insospechados. La realización audiovisual ya ha dejado de ser cosa de hombres.

“Ese mito se dejó atrás hace mucho tiempo, desde que las mujeres comenzaron a intentarlo. Las mujeres ahora accedemos con más facilidad, audacia y agresividad a los medios y entre ellos está el cine documental. También en la sociedad cubana hay una evolución evidente y una convocatoria mayor no exenta de tropiezos. Hay más mujeres documentalistas y en la televisión porque, además de que la sociedad se lo ha planteado jurídica y políticamente, tanto uno insiste que alguna brecha se tiene que abrir. Es una asignatura que cada vez está menos pendiente y sería tristísimo que no pasara así”.

Tienen las féminas entonces otro reto: sortear los prejuicios que, traducidos en negativas, entorpecen su gestión creadora. Aún falta abrir mentes y cerrar orificios por donde escapan las oportunidades.

“La dirección de las mujeres en el documental permanece como una zona oscura. Tengo una posición muy crítica en cuanto a que el peor beneficio que se nos puede dar a nosotras es promovernos sin talento, por la sola condición de ser mujer, sino porque nuestro trabajo está bien hecho. En ese sentido hay más alharaca publicitaria con los cineastas o realizadores masculinos que con las mujeres, las que son siempre una sorpresa. Creo que a veces hay como una actitud de perdón y considero que se les debe exigir lo mismo que a los hombres. En el mundo entero la nómina de mujeres cineastas es siempre menor que la de hombres, o sea, es un fenómeno que no es exclusivamente de nuestro país, ese débito no es solamente cubano”.

“A veces hay muchos aplausos a las mujeres documentalistas pero no se preguntan por qué no hay más, ni qué pasa, como si a las mujeres nos faltara ese chip”.

Y es que los detractores o quizás los menos confiados en la capacidad creadora de las féminas, a veces obvian en sus valoraciones la distinción creada por ellas en la manera recrear  artísticamente esa sensibilidad que se ha escapado a otras cámaras. Un discurso descubridor y certero, abundante en la organicidad que atrapa al público ante un fragmento de vida es el que hace la diferencia que muchos olvidan. Se trata de una narración que no busca imitar patrones, sino sorprender por su autenticidad.

“El principal aporte que le ha hecho la mujer a la documentalística es la mirada. Creo que somos  fuente de más conflictos, de una vida mucho más rica por el papel que desarrollamos en la sociedad. A veces me duelo de la creencia de que la mujer debe endulzar todo lo que mira porque le es consustancial. Considero que en ocasiones tiene que endulzar y otras tiene que ser agridulce, pero si pienso que hay una mirada diferente”.

”Al menos creo que yo observo los hechos con una óptica que no tienen mis compañeros y me duele que algunas amigas quieran ponerse los lentes con que los realizadores ven la realidad un poco para compensar, equilibrar. No obstante, en cuanto a las relaciones de pareja y otros temas, tanto los narradores femeninos como los masculinos estamos en escarceos iniciales, porque la realidad a veces es mucho más rica de lo que uno ve, pero de lo que se trata es de asomarse, estar en el brocal del pozo y mirar para abajo, lo que me parece muy atractivo y funcional”.

Nuestro diálogo concluye con un consejo a quienes, como ella, se han atrevido a desafiar protocolos y deben ganar su autonomía por mérito propio. Recomienda entonces, no caer en ese esquema de la víctima y el victimario, porque “yo por lo menos trato de cuidarme de ello y además, no me interesa.” Incita a no rendirse en el empeño por desterrar del documental los exclusivismos que atan grandes proyectos por arbitrariedades ancestrales; pues la esperanza está fundada, solo es necesario que los hechos la acompañen.

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