19 de abril de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

La música frente a los graves desafíos de la Guerra Mediática

Los procesos psicológicos en los cuales interviene la música, además del estético e ideológico, la convierten en una herramienta  de implantación de valores y generadora de conducta.
Propagandas Silenciosas

Propagandas Silenciosas

Con el ánimo de  lograr alguna precisión sobre la música frente a los graves desafíos de la guerra mediática, creo pertinente hacer mención de una actividad que, desde la antigüedad hasta nuestros días, se ha ido sofisticando sin dejar de apartarse de sus fines: la propaganda.

La historia reconoce que la actividad de propaganda, desde tiempos remotos hasta el presente, se ha llevado a cabo con diversos fines. Unas veces al lado  del bien y otras en concubinato con el mal, pero siempre con el objetivo de fundamentar una visión del mundo y argumentar puntos de vista y juicios de acuerdo con los intereses de quien la elabora y para quien le sirva; en resumen, “…maximizar el poder subordinando furtivamente a los grupos y a los individuos”.1

La valoración sobre este aspecto nos queda más precisa, cuando el politólogo norteamericano, Laswell nos afirma que “… la propaganda es la expresión de opiniones o de acciones manifestadas deliberadamente por individuos o grupos en aras de influenciar sobre la opinión o acción de otros individuos o grupos, teniendo como referencia propósitos predeterminados y mediante manipulaciones psicológicas” 2

Por otra parte el investigador cubano, Jacinto Valdés-Dapena, nos entrega esta definición de propaganda: “… proceso  de comunicación social a través del cual una persona, grupo, clase social o institución, ejecuta acciones con el propósito de influir en los gustos, sentimientos, emociones y la conciencia política de otras personas, grupos o clases sociales con el fin de influir en estos para que modifiquen su conducta en interés de los fines del ejecutor “.3

Ahora bien, es importante dejar bien claro y subrayo; que el interés, los fines, los propósitos, unido a la ética, la moral, la conciencia política y la ideología de quien utilice esta “arma estratégica”, resulta cardinal, pues esto determinará el bando que represente: el bien, o el mal.

Luego entonces, para nuestra reflexión resulta importante dejar bien claro, que estamos hablando de la propaganda desde una visión del mundo capitalista, pues a partir de estos enfoques es que ellos organizan sus estrategias y  acciones contra nuestros estados.

Para un acercamiento apreciable al tema que nos ocupa, resulta válido precisar que la propaganda comprende las diversas formas de la conciencia social, entre las que pueden señalarse: la concepción científica, la psicología social, la conciencia jurídica, así como ética, política, ideología religiosa y el arte.

El arte, al que nos estaremos refiriendo de ahora en lo adelante, por su significación para este trabajo es un singular y complejo fenómeno social que comprende variadas formas de expresión artísticas, siendo la música una de ellas.

El arte como una forma de la conciencia social se caracteriza por tres momentos fundamentales tomados de su integridad: el cognoscitivo, el ideológico y el estético.4

Esta es la razón para que desde un enfoque histórico-cultural y marxista, coincidamos en que el arte y por excelencia la música posee una gran “…influencia sobre los hombres, constituyendo un importante medio para la transmisión de una u otras ideas entre las masas, un importante medio de lucha ideológica”5

La música constituye un entramado complejo de sentidos, ésta opera en las prácticas culturales de las personas de cualquier grupo etáreo, como elemento socializador y al mismo tiempo diferenciador de estatus o rol.

Los procesos psicológicos en los cuales interviene la música, además del estético e ideológico la convierten en una herramienta  de implantación de valores (de acuerdo a su sentido puede convertirse en negativo o positivo) y generadora de conducta.

De estos elementos muy rápido se percataron las trasnacionales y como nuevos colonizadores empezaron a invadir las mentes de  las personas, de los pueblos, preferentemente  la de  los jóvenes, con una música que en mucha ocasiones dibujaba un semblante, tan alegre y jovial que cualquiera  no reparaba en  su consumo, pues sus armonías por lo regular muy fácil de descodificar, los embriagaba a todos.

Paralelo a este tipo de música que ha liderado dentro de la juventud de estos tiempos, se incluyen géneros como: el rock, techno, disco, pop, rap, y por último el Reggaetón, entre otros que también se pudieran mencionar, con otras características timbricas y sonoras a las antes descritas, y su estera enajenante, han invadido el paisaje sonoro de nuestros pueblos.

Música esta  que se difundió a partir de la década de los años 50, cobrando mayor auge en las siguientes décadas, hasta nuestros días. Siendo su mayor proveedor Europa y  EE. UU. y  comercializada por la industria musical globalizada.

Sin percatarnos del asunto invadieron nuestros territorios y se empezó, con todo lo fascinante que resulta lo novedoso, a utilizar como modelo de creación, con la implicación de que estábamos repitiendo modelos sonoros y patrones rítmicos que no respondían a nuestras idiosincrasia, sino que era el resultado de  modelos que  nos habían plantado  a través de estos feudos del arte, por excelencia globalizador.

Esto ha significado, principalmente para el tercer mundo, un atentado contra la diversidad cultural y el respeto a las identidades de nuestros pueblos, pues esta acción encubierta, a través de una música, en la mayoría banal, con textos que no evidencian la suficiente elegancia, ni contribuyen al enriquecimiento de la cultura, actúan como ha expresado Ignacio Raamonet: “…como nuevos hipnotizadores introducen a nuestro pensamiento ideas que nos son ajenas…” 6 manipulando así de este modo a las grandes masas.

De esta manera  nos estaban invadiendo y aclaro, no es que rechacemos de absoluto las formas contemporáneas de creación procedente de un mundo globalizado, pero  al que sí no se le debe dar la espalda, pues para nuestros pueblos, si no lo enfrentamos con ética, moral y cultura, esta posición significa un atentado contra la diversidad cultural y al respeto de nuestras identidades.

De esta manera, a nuestro modo de ver, se inauguraba una nueva forma de colonización tratando de  estandarizar valores, y robar la memoria de nuestras naciones.

Para nadie debe de constituir un exceso que la música, como parte de la cultura de nuestras comunidades, debe tender a fortalecer la identidad nacional, al rescate y preservación del patrimonio rítmico y sonoro, los valores tradicionales y a fortalecer la unidad de todos estos momentos estéticos desde  la diversidad.

El son, la plena, el merengue, el tango, el zamba,  el jazz, el reguee, la ranchera, o el corrido, entre otros ritmos, dan fisonomía a nuestros pueblos, por eso  y sin dejar de tomar en consideración lo experimental a la hora de crear, el consumo de ritmos foráneos no deben constituir  una practica que atente contra nuestro patrimonio sonoro, incluyamos los timbres y armonías que empleadas de forma anárquicas, rompen con  esa marca identitaria que revela nuestra identidad y las que en muchas ocasiones son atribuidas a un efecto de la evolución, del desarrollo, sin adivinar que esa inclusión deliberada, fruto de la influencia forastera despersonalizan lo autóctono de cada nación.

Y si de música, identidad musical, globalización y guerra mediática estamos hablando no podemos obviar el hecho de que todos estos procesos tienen una expresión en los medios de difusión masiva cuyo alcance desde el punto de vista ideológico es inobjetable, lo que nos obliga a estar atentos, tanto en lo que se consume, como de lo que se produce.

Para nadie que medianamente este informado le será ajeno que la televisión es parte fundamental de la cultura de este siglo y su influencia en los seres humanos es incuestionable.

La presencia del televisor es tan esperada  en la realidad cotidiana, que no nos separamos de ella. Nuestra realidad incluye la televisión, por cierto no es algo inerte, sino un personaje que tiene un papel protagónico relevante, lo mismo en una fábrica, en una escuela,  que en un círculo social, en el seno de la familia, que en otro espacio social, nos bombardea con un gran  cúmulo de información, además emite opiniones, ideologías, conceptos y creencias, al mismo tiempo música, la cual ocupa un por ciento significativo durante  todos los horarios de transmisión.

La televisión es un medio  que posee varias dimensiones sociales, se mira, se ignora, se discute, ya que forma parte de nuestra cultura, laboral, intelectual, familiar y constituye además un instrumento que nos permite integrarnos en una cultura del consumidor a través de la cual construimos y exhibimos nuestra condición humana.  Por esa razón se hace tan importante tener a un pueblo preparado de forma integral, con una cultura musical que le permita asimilar lo bueno y desechar lo negativo, para así de este modo  no ser victima de  la contaminación sonora, un mal  que abunda por estos tiempos.

Bibliografía consultada:

1 Ramonet, Ignacio: “Propagandas Silenciosas. Masas, televisión y cine. Editado      por el Fondo Cultural del  ALBA, La Habana, 2006, p.26.

2  Citado por Ramonet, Ignacio: Ob. Ct. P.26.

3  Valdés-Dapena Vivanco, Jacinto: Piratas en el éter. La guerra radial contra

Cuba, 1959-1999. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2006, p. 8.

4 Kelle, V-Kovalsón, M: “El arte, formas de la conciencia social”, Editora Política,

La Habana, 1963. p. 9.

5 Kelle, V-Kovalsón, M: Ob. Ct p.19.

6 Ramonet, Ignacio: Ob. Ct.

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