La “religiosa” preferencia por las telenovelas en Cuba
El surgimiento de la novela en Cuba en el medio radial, desde el principio acaparó la atención de los oyentes. Recuerdo que en mi adolescencia era casi una religión en la familia sentarse ante la radio a escuchar las novelas por la noche.
Comenzaba el Folletín Hiel de vaca; después le seguía La novela Palmolive y cerraba ese bloque el espacio estelar: La Novela del Aire. Estas obras eran escritas casi siempre por mujeres, entre ellas Hilda Morales de Allois e Iris Dávila. No olvido a Félix B. Caignet, que se inmortalizó con la inolvidable historia de El derecho de nacer, representada en la radio, la televisión y el cine.
El mencionado género dramático también se convirtió en uno de los formatos y productos más seguidos de la televisión y las telenovelas que fueron recibidas con agrado permitieron conocer físicamente a los actores que solo podían poner voz a sus personajes en las emisiones radiales.
Siempre he pensado que con la puesta en pantalla se rompió un poco la idealización de los personajes y de sus intérpretes. Haciendo un poco de memoria, traigo a colación las telenovelas Historias de tres hermanas y Mamá. También se trasmitieron obras versionadas de clásicos de la literatura universal escritos por Honoré de Balzac, Rómulo Gallegos, León Tolstoi, o de autores cubanos como la admirada Dora Alonso. De una novela suya surgió el guion de Sol de batey, una puesta en pantalla tan memorable que distintas generaciones de cubanos todavía hablan de sus escenas y actuaciones.
El televidente cubano se caracteriza por compenetrarse con los personajes de las telenovelas; muchos se quedan en la memoria del pueblo. Si no pregúntele a Verónica Lynn, que todavía algunas personas la llaman Doña Teresa, o a Luisa María Jiménez, que sigue siendo La Tojosa.
Ahora llegamos a El rostro de los días y confieso que me tiene atrapada, como a la gran mayoría del público. El tema de la maternidad y la paternidad responsables no se había tocado tan ampliamente como en esa novela. Todos los conflictos llevan a una reflexión por parte del televidente, que hace sus análisis y saca sus propias conclusiones.
En las redes sociales, los espacios culturales de la televisión, la prensa radial y digital, tanto los críticos como los usuarios emiten sus criterios sobre la telenovela, sean o no favorables, porque todos llevamos parte de razón. Mi criterio muy personal es que los guionistas han hecho una investigación exhaustiva de cada conflicto y cada personaje, y los han hecho tan creíbles que muchos allegados me dicen: “yo conocí un caso así”.
Los personajes están tan bien interpretados y los sentimos muy cercanos a cada familia cubana. Unos son amados y otros odiados, casi todos los actores han convencido sin importar cuán pequeña, intensa o fugaz sea su escena y eso se debe al excelente guion y a la dirección de actores.
Quiero destacar a una actriz en particular, que luego de inmortalizarse como diva del cine cubano ahora se ha consagrado también en la pequeña pantalla. Se trata de Deysi Granados, quien ha encarnado a la posesiva abuela Mercedes, tan dulce y tan cruel por momentos, con los matices necesarios para hacer este rol creíble.
Sin restar el valor y la calidad del trabajo del resto del equipo, terminaré refiriéndome a la directora Nohemí Cartaya. Ella atesora una bonita historia como realizadora. Esta Licenciada en Artes Escénicas, en la especialidad de Tetralogía y Dramaturgia por el Instituto Superior de Arte devino directora de programas de televisión en 1997. Desde ese momento ha realizado dramatizados, musicales y series documentales como Solo para tus ojos.
Asegura que se siente muy feliz por la acogida que tiene la novela El rostro de los días. Nos expresa que todo el equipo de realización ha trabajado para satisfacer al público, que se merece lo mejor. A ella y a su grupo les deseamos éxitos en otras puestas en pantalla, para vernos reflejados en las historias que “religiosamente” nos seducen en el espacio de la novela cubana.