¿Conmover a las estrellas?
El rey Lear, Macbeth, Capuletos y Montescos, entre otros emblemáticos e ilustres nombres, desafían el mal en historias que forman parte de la literatura universal, gracias al magisterio del poeta, actor y célebre escritor William Shakespeare (1564-1616).
Filmes, series, telenovelas, se alimentan de personajes clásicos y contemporáneos, desde otras perspectivas programas informativos y de orientación social insisten en la importancia de acudir a libros, ensayos, documentos históricos para conocer profundamente de dónde venimos y hacia dónde vamos.
En un mundo interconectado se borran las fronteras entre los géneros dramáticos, las narraciones trascienden la anécdota per se, por esto no asombra el interés de generaciones hacia la televisión tradicional, pues son conscientes que, con independencia del desarrollo tecnológico, los medios audiovisuales adiestran en la comprensión de estructuras narrativas. Todas las situaciones humanas y actitudes tienen marcos convencionales en relatos inspirados en la construcción de realidades-otras, devienen espectáculos que enfrentan al destinatario consigo mismo, los inmiscuyen en relatos de connotación personal.
Así ha ocurrido con la retransmisión de dos telenovelas cubanas Destino prohibido y Bajo el mismo sol. Ambas bucean en conflictos y sentimientos prevalecientes en todas las épocas. En ellas lideran de manera frecuente otros elementos no cognitivos del habla como gritos, suspiros, risas, inherentes a la comunicación humana sintetizan las respuestas emocionales de los personajes, sin mediar palabra alguna.
Las series extranjeras suelen recurrir al flash-back –técnica que intercala en el desarrollo de la acción pasajes de un tiempo anterior– propicia el juego con la tensión del relato. Engaños, equívocos, mantienen una dinámica, la cual atrae a los públicos pendientes de la interrogante: ¿qué sucederá hoy?
De ningún modo debe pensarse que estas puestas colocan novedades en la pantalla, tampoco son transgresoras, sencillamente conciben una trama bien estructurada, esta produce peripecias –paso de la dicha al infortunio–, agnición –va de la ignorancia al conocimiento-, y catarsis– produce emociones e instrucción.
Como todo audiovisual, las series cuentan dos historias: una explícita, hechos, circunstancias, y otra oculta, que revela soledades, riesgos, nostalgias; en esencia, sentimientos universales. Es preciso ver, analizar, con detenimiento el ser y el quehacer de algunos “héroes” presentados, al parecer, de manera inocente, ellos no siempre son ejemplos, asumen la traición, el mal, igual que el resto de los implicados en la ficción.
La inteligencia lectora de los públicos es fundamental para comprender actitudes y conflictos de los otros. Según el escritor francés Gustave Flaubert (1821-1880): “Las palabras humanas son como un tambor roto, en las cuales golpeamos para sacar las melodías y que bailen los osos, cuando en realidad lo que deseamos es conmover a las estrellas”.
En este sentido influyen decisivamente actores y actrices encargados de recrear bocadillos, gestos, posturas éticas y estéticos. En opinión de la primera actriz Obelia Blanco: “para conocer en profundidad la psicología de un personaje, su manera de sentir y desplazarse hay que profundizar en la historia de vida que trae al relato. Es como conocer a otra persona, asumirla en cuerpo y alma”.
Cada día aumentan las complejidades y las nuevas prácticas del medio televisual, hay que pensarlo infiltrado por otros, así lo llama el ensayista mexicano García Canclini, pues ya se habla de postelevisión como el medio híbrido, mixtificador, logró subsumir el cine, este ya no está confinado a la sala oscura, ahora la ubicuidad y la transterritorialidad de la tv posibilitan la difusión del arte cinematográfico mediante la computadora, a la cual se accede por propia decisión.
Sin duda es un desafío que compete a todos. Hoy la sociedad no puede ser pensada sin la comunicación. Por esto cada estrategia desarrollada en programas de diferente perfil debe orientarse hacia la construcción de conocimientos, el empeño de revelar valores, y el desarrollo del intelecto.