Caridad Martínez González: La maestra que vivió para la radio

Caridad Martínez González
La Premio Nacional de la Radio (2017), Maestra de Juventudes (2020) y merecedora del Mérito Artístico de la Universidad de las Artes (2020), entre otros reconocimientos, la Msc. Caridad Martínez desaparece físicamente de la escena cultural cubana. Dicho de esta manera, porque su nombre permanecerá por siempre asociado al respeto y la admiración de colegas y alumnos, especialmente por su impronta en el universo radial y en las aulas, este último escenario indispensable en el quehacer de muchos de los actuales directores de la radio y la televisión.
La muerte, con esas “causas y azares” que nunca dejan de sorprender, “quiso” que Cary —como la llamaban los más allegados— partiera a pocos días de habernos despedido de Mario Limonta, entrañable amigo, colega de oficio y cómplice junto a Aurora Basnuevo y Alberto Luberta en el estelar “Alegrías de sobremesa”. En ese espacio, Caridad Martínez acompañó a su compañero de vida y de batallas, Alberto Luberta, a encontrar las formas más cubanísimas de mostrar la vida del cubano “de a pie” a la radio nacional.
Así fue siempre: una compañera incansable en sus empeños, quien, además de ser radialista, fue estudiante de piano hasta el séptimo año y profesora de solfeo y teoría de la música. Comenzó como copista de libretos en Radio Progreso, en aquellos años fundacionales de una nueva estética que daría origen a lo que hoy conocemos como la Onda de la Alegría. Trabajó en la casa azul, como productora de mesa, hasta que la dirección tocó a su puerta y se convirtió en la razón esencial de sus días.
Programas como “Por nuestros campos y ciudades” y “Fiesta guajira” fueron sus primeros proyectos, hasta que el mundo de la dramaturgia, los conflictos humanos y los desenlaces heredados, muchas veces del ingenio de Félix B. Caignet, la convirtieron en directora por excelencia de espacios como “Novela cubana”, “Agente especial”, “Teatro”, “Francamente” y “El Cuento”.
Radionovelas como “Cuando la sangre se parece al fuego” y “Sol de batey” afirmaron bajo su égida cómo los clásicos literarios, desde la radio, adquieren nuevas dimensiones, siempre que no se pierda la esencia que en ellos se respira. De igual manera, su quehacer dejó huella en la programación musical de la emisora con propuestas como “Dominical” y la muy esperada cita de los enamorados, “Tríos en la noche”.
Y es que Radio Progreso, su inmensa casa de ilusiones, nunca perdidas, la vio producir, asesorar y dirigir; la vio enseñar a los nuevos que llegaban, siempre con el rigor y la dulzura que la caracterizaban en cada paso.
Por eso, hoy, muchos tienen anécdotas reservadas de la maestra en los predios de la FAMCA, en las maestrías y cursos de posgrado en el Centro de Estudios de la Radio y la Televisión, y, sobre todo, en esa enseñanza diaria que, bajo el nombre de ejemplo, se respiraba en su pausado andar entre los estudios y las aulas.
Su experiencia resultó imprescindible en los sistemáticos festivales nacionales de la radio, en las ediciones del Concurso Caracol de la Uneac y en Caricato. Su recuerdo, inexorablemente, tendrá que guiar el camino para el continuo crecimiento de estos certámenes. Hoy, nos queda su sonrisa, la que conocimos junto a la de Alberto Luberta, y que, heredada por sus hijos, nos recuerda que, a través de la radio, se vive para siempre.