27 de julio de 2024

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Editorial del Instituto Cubano de Radio y Televisión

Las identidades como espectáculo multimedia. Algunas aristas conceptuales de la comunicación

Acerca del papel de las multimedias en una época de globalización de la producción de identidades
multimedias en una época

Multimedias en una época

Constantemente se lee y se produce texto, pero es a la reflexión de las formas en que esto se produce, cuando hablamos de comunicación, a la que pueden incorporarse rasgos, que desde la visión de Canclini llamaron mi atención, para aproximarme a sus análisis intelectuales.

Dentro de estos rasgos se apunta el de la atención personal que desvaría. Sobrecargada de información, esta parece diluir la existencia de un único sentido formal, de llegar a completar los significados y contenidos; o la única postura de seguir hasta el final la construcción o recepción de los mensajes. Se trata más bien de conseguir una coherencia, o no, dentro de la alternancia, con dispositivos informativos que compiten entre sí y fragmentan la atención.

Así aparece La Comunicación en el vórtice de una crisis, también considerada teórica. En este texto se aborda la lectura que, a partir de ella, se podría hacer de la identidad apelando a conceptos tales como hibridación, co-producción, heterogeneidad-homogeneidad y multicontextualismo, como una apreciación de aristas conceptuales del fenómeno comunicacional dentro de la cultura.

El texto de Canclini, Las identidades como espectáculo multimedia, coloca una discusión alrededor del papel de las multimedias en una época de globalización de la producción de identidades.

Así, al comienzo del texto se presenta la identidad como una construcción narrada, estableciendo acontecimientos fundadores, casi siempre relacionados a la apropiación de un territorio por un pueblo, o a la independencia obtenida a través del enfrentamiento con los extranjeros. Siendo siempre parte de un proceso de diferenciación de los otros.

Canclini habla de los dispositivos con que es formulada la identidad de la nación, colocando entre ellos variantes de discursos contenidos en los libros escolares, las piezas de los museos, y cómo ellas pueden ser leídas a partir de un determinado discurso histórico de auto-afirmación, del sentido de pertenecer al pueblo, a la patria, presentes también en los rituales cívicos y en los discursos políticos, los cuales consagran la retórica narrativa de esa identidad.

De esta forma aparecen otros dispositivos con un alcance mayor y complicidad como la radio y el cine: que sirven para organizar los relatos de la identidad y el sentido de ciudadanía en las sociedades nacionales. Esa complejidad, en parte, es fruto de la presentación de las epopeyas de los héroes, los grandes acontecimientos colectivos, de la crónica de las peripecias cotidianas tales como: los hábitos y los gustos comunes, los modos de hablar y de vestirse quediferenciabana unos pueblos de los otros.

El autor apunta que la radio y el cine tienen entre sus efectos la capacidad de disminuir las distancias, colocando a veces zonas distantes en un nivel de mucha proximidad (y esas distancias, además de físicas, contienen matices culturales). Ese contacto próximo entre los que anteriormente eran apartados y desconectados, hace que se reconozcan como parte de una totalidad imaginada. A esta también contribuyen los noticiarios y los filmes, los cuales ya proponían nuevas síntesis posibles de la identidad nacional en transformación.

Él aprovecha algunos ejemplos del cine mexicano y argentino muy perspicaces, y habla de cómo estos situaron las narrativas de la identidad en una cultura visual de masas en los años 40 y 50, para después estructurar el imaginario de la modernización desarrollista en los 60. Nos recuerda que, en esa función desarrollista, los medios incitaban a comprar productos nacionales y difundían el conocimiento sobre lo propio; solo para entrar después en el desmoronamiento de los años 80, con los mercados globales donde los procesos de integración regional fueron reduciendo el papel de las culturas nacionales. “La transnacionalización de las tecnologías y de la comercialización de bienes culturales disminuye la importancia de los referenciales tradicionales de identidad”, afirma.

Es interesante, al interior de su trabajo de las multimedias, la presencia de términos como redes globalizadas, producción y circulación simbólica: en las redes globalizadas de producción y circulación simbólica se establecen las tendencias y los estilos de las artes, de las líneas editoriales, de la publicidad y de la moda. Estamos frente a otros dispositivos con los que también es formulada la identidad. Pregunta Canclini: ¿Dónde reside la identidad? ¿Con cuáles medios es producida y renovada a finales del siglo XX? Cuando gran parte de lo que se produce y se ve en los países periféricos es proyectado y decidido en las galerías de arte y en las cadenas de televisión de Estados Unidos y de Europa.

Para responder a las interrogantes establece un enfrentamiento entre el modo como la antropología clásica la definió con las condiciones  a través de las cuales se constituye en nuestros días.

Primero habla de una visión antropológica tradicional singular y unificada (clásica), poco capaz de captar situaciones de interculturalidad y ocuparse de la transnacionalización y de la globalización, por el hábito de considerar a los miembros de una sociedad como pertenecientes a una sola cultura homogénea, teniendo una única identidad distintiva e coherente.

Por otro lado, las teorías del contacto cultural enfatizan los grupos apenas por lo que los diferencia entre sí. Canclini apunta que hoy la mayoría de las situaciones de interculturalidad son configuradas a través de las diferencias entre las culturas desarrolladas por separado, y por las maneras desiguales con que los grupos se apropian de elementos de varias sociedades, combinándolos y transformándolos.

Con esta introducción de formas desiguales de apropiación de los productos simbólicos, cada vez más globales, habla de libre circulación de personas, capitales y mensajes. No sé si se está refiriendo también a la desigualdad social en términos de desventaja, vulnerabilidad, opresión y/o subordinación. Recuerdo que en otros textos habla de personas que no circulan, de diferentes, desiguales y desconectados, que aún en esas condiciones participan de procesos de hibridación. Lo importante a destacar en esta idea es la hibridación no solo de los mensajes sino de sus fuentes promotoras y los accesos desiguales, que connotan un estatus social e identitario.

Creo que la hibridación no se explica solamente por la forma desigual de apropiarse de los productos simbólicos, sino también por la forma en que las diferencias circulan, en un proceso más restringido cuanto más global en el sentido de estar siempre apagando las trans-diferencias (obstáculos de acceso), y además de eso, por las conexiones y el consumo. La hibridación aparece mejor explicada en esa capacidad  de combinación y transformación, condicionada por el acceso desigual, contradictorio y jerárquico que participa de muchas variables interseccionales, como las de raza, clase y género, ya que cada una de ellas tiene su propio proceso de hibridación.

Concuerdo con este autor en que las naciones se convierten en escenarios multi-determinados, donde diversos sistemas culturales se interpenetran y se cruzan. Es una idea que considero atrayente en el sentido de la importancia de entender las complejidades  de las relaciones sociales, sobre todo cuando de pensamiento científico se trata.

Él llama la atención sobre la necesidad de una ciencia social para la cual se hagan visibles la heterogeneidad, la coexistencia de varios códigos simbólicos en un mismo grupo y hasta en un mismo sujeto, pues de esta forma la ciencia será capaz de decir algo significativo sobre los procesos identificadores en esta época de globalización.

A continuación propone una valiosa caracterización de la identidad en la actualidad: es políglota, multi-étnica, migrante, hecha con elementos mezclados de varias culturas. Y coloca un duplo desafío, el de entender simultáneamente las formaciones pos-nacionales y la remodelación de las culturas nacionales que subsisten.

Sobre la producción artística actual apunta que gran parte continua siendo hecha como expresión  de tradiciones iconográficas nacionales circulando apenas dentro del país. Esta mención es importante por el hecho de que las producciones artísticas son poderosos dispositivos en la formulación de las identidades. Ellas refuerzan los contenidos de los discursos más formales, complementan y reconstruyen los sentidos y, agrego, participan activamente en nuestras identificaciones, aunque este sea un término que Canclini no use.

En este sentido: artes plásticas, literatura, radio, cine, pueden permanecer como fuentes del imaginario nacionalista de consagración y comunicación de los signos de la identidad regional, aunque la difusión y la recepción del arte se realizan ahora de forma desterritorializada, en el mercado y en las exposiciones de arte americana de las metrópolis en la medida en que su obra es un encuentro transcultural.

Una construcción transnacional se realiza destacando ejes que atraviesan las fronteras. Sobre todo el mercado del arte subordina las connotaciones locales de las obras, convirtiéndolas en referencias folclóricas secundarias de un discurso internacional homogeneizado.

De esta forma se construye una galería global, pero también un público o públicos globales y, a partir de una funcionalidad global para las tecnologías, redes, satélites, al mismo tiempo aparece el espectáculo de la multimedia que se puede traducir en múltiples canales de venta como son: la televisión convencional, las redes de video, los cds, etc. Esta estructura tradicional hace que los mensajes que circulan por ella se desfolcloricen  (pierdan la condición de folclor).

Advierte como cada vez más se promueve un cine mundo en el cual, de todas formas, las culturas regionales persisten. Sin embargo, lo global crea espacio para lo local. El mercado hace este espacio por el interés de los diversos públicos. En ese interés encontramos una resistencia cultural importante a lo puramente transnacional y homogéneo. Esta encuentra sus bases en los fuertes movimientos de desterritorialización, representados por movimientos sociales que afirman lo local y también por procesos de comunicación de masas: radios y televisoras regionales, creación de micro-mercados de músicas y bienes folclóricos, la desmasificación y el mestizaje de los consumos engendrando diferencias y formas locales de enraizamiento (Canclini, 1995).

En este texto, lo global y la homogenización no son vistos solamente como opuestas a lo local, sino como complementarios. Él trae algunas nociones de otro autor, Renato Ortiz, para quien lo homogéneo/heterógeno pierde importancia en las costumbres y gestos convergentes. Este autor sugiere abandonar el término homogeneización, para hablar de nivelación cultural con el fin de aprehender el proceso de convergencia de los hábitos culturales, pero preservando las diferencias entre los niveles de vida.

Prefiero el concepto de habitus antes que el de hábitos. Pienso que las nivelaciones tendrían que dar cuenta de los esfuerzos por la visibilización de las transdiferencias1. La dialéctica homogéneo/heterogéneo aún funciona para explicar las brechas históricas que no pueden ser simplemente niveladas, es el caso de las relaciones de género, clase y raza, etnicidad.  No creo en la convergencia de hábitos culturales, sino en la porción micro de una igualación específica alrededor de puntos de contacto, puntos nodales, que marcan acciones comunes entre sujetos de habitus diversos y de identidades fragmentadas. ¿Cómo sería un hábito cultural puro que no estuviera atravesado por la lógica interseccional? Hábitos muy parecidos, cuando son analizados por esta lógica, detonan en sorprendentes diferencias invisibilizadas.

A fin de cuentas, la existencia de los hábitos, en el sentido bourdiano (de Pierre Bourdieu), es parte inherente a los procesos de resistencia de los cuales habla Canclini en su análisis de la multimedia. Otra pregunta del autor: ¿Qué tipo de cine y de televisión puede narrar la heterogeneidad y la coexistencia de varios códigos en un mismo grupo y hasta en un mismo individuo?

Esa preocupación nace del hecho de que, en la media actual, la identidad es producida siempre como co-producción. Hoy la reflexión sobre identidad y ciudadanía, según este autor, precisa situarse con relación a varios soportes culturales y no solo con el folclor o lo político-discursivo como ocurrió en los nacionalismos del siglo XIX y principios del XX. Debe también llevar en cuenta la diversidad  de repertorios artísticos y de medios de comunicación que contribuyen a la re-elaboración de las identidades.

En los repertorios artísticos están las novelas, por ejemplo, una de Isabel Allende que llega al cine, La Casa de los Espíritus, analizado en mi tesis de doctorado ¿Cómo se ven el contexto y la identidad aquí?

Son obras que permiten, en la mayoría de los casos, la posibilidad de dudar de los contextos, de las maneras como estos nos fueron presentados, siguiendo una estrategia para conectar niveles y jerarquías. ¿Por qué continuar utilizando la palabra contexto como algo que rodea y no como algo que penetra? ¿Cómo algo objetivo que asegura cierto tipo de circunstancia, vivida de forma homogénea por todos, por igual, observadas por todos al mismo tiempo, como si no existieran lagunas?

Se trata de un contexto pieza, que puede pasar desapercibido, porque existe la imposición de carecer de armas, herramientas para percibirlo en su totalidad, en su pretendida plenitud. Solo basta pensar que, como algunas de las obras estudiadas presentan la memoria de la dictadura latino-americana como una memoria de compenetración, comprometida y atravesada por las construcciones del género y por las desigualdades, en todos los sentidos.

Las autoras de estas novelas son mujeres que fabrican una versión de la historia que se fragmenta. Los fragmentos comienzan a manifestarse en astillas del contexto, que se torna cada vez más o menos circundante. Sus textos parecen anunciar de algún modo que se vive fuera de contexto, descontextualizando, en un tiempo paralelo que camina en retrospectiva (el tiempo de la memoria), comparado con un tiempo supuestamente referencial y homogéneo de la globalización mundial.

Desde sus miradas, el contexto es menos redondo, menos próximo, aparece abierto, inaccesible y literario. Combina con la sensación de tiempo pos-moderno, que no rodea porque bombardea, al ser cada vez más mediático, informativo-desinformativo, por ser sus fuentes de información más personalizadas, personales, como las astillas de la identidad que parecen confirmar la frase de que los años que anteceden a un acontecimiento no necesariamente lo explican.

En este sentido, al hablar de las multimedias se trae a colación el término multicontextualismo, que me sugiere la pregunta: ¿si tendrá que ver con los entretiempos, producto de la necesidad de las alternancias que mencionábamos al inicio? Las identidades nacionales y locales solo pueden persistir en la medida en que las situemos en una comunicación multicontextual. ¿Qué significa? ¿Convergente?

Canclini responde: La identidad no será apenas una narrativa ritualizada, la repetición monótona pretendida por los fundamentalismos.  Al tornarse un relato que reconstruimos incesantemente, que reconstruimos con los otros, la identidad se torna también una coproducción. Para Canclini dicha coproducción se realiza en condiciones desiguales para los diferentes actores y poderes que intervienen en ella.

Para finalizar, solo una crítica: aunque acepte que los procesos de globalización cultural e integración económica regional muestran la necesidad de que las economías y las culturas debiliten  las fronteras, no imagino una forma exhaustiva de comprobar que en el espacio de la cultura histórico-territorial, (o sea, del conjunto de saberes, hábitos y experiencias étnicas o regionales que continúan reproduciéndose según los perfiles establecidos a través de los siglos) los efectos de la globalización sean menores. Una revisión al concepto de hábito podría resultar provechosa en mi opinión.

La identidad, así en sentido monolítico, es la denuncia de su falta y su paulatina recreación dentro de los saberes, mensajes y sueños colectivos.

Nota:

[1] Son diferencias poco perceptibles entre grupos considerados homogéneos.

Bibliografía:

  García Canclini, Néstor: “Escenas sin territorios”. Revista de Crítica Cultural, n. 1, 1990, p. 213.

 “Un objeto de estudio que desafía a las disciplinas”, Renglones, n. 53, mar./abr., 2003, p. 6-17.

 “Escenas sin territorios”. Revista de Crítica Cultural, n. 1, 1990.

 “As identidades como espetáculo multimídia”, em: Consumidores e cidadãos: conflitos multiculturais da     globalização, Rio de Janeiro, Editora UFRJ, 1995.

Desiguales, diferentes y desconectados”, Gedisa, 2005.

“Diferentes, desiguais e desconectados: mapas da interculturalidade”. Tradução: Luiz Sérgio Henriques,   Rio de Janeiro: UFRJ, 2005.

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