Marcos Behmaras: aportes a nuestra televisión
En estos días del 74 aniversario de nuestra televisión, es justo y necesario descubrir bien sus protagonistas iniciales, que son muchos, es cierto, y sin embargo algunos apenas se mencionan casi nunca o, incluso, han sido sepultados bajo el olvido total.
Por eso, estas líneas van para uno que antaño sentó escuela y decidió al patrimonio mediático cubano y a la cultura de generaciones de cubanos: el dramaturgo, escritor y guionista Marcos Isaac Behmaras. Nació en 1926 en Jovellanos (Matanzas) donde vivió su niñez y parte de su adolescencia, hasta que en La Habana se graduó de Contador en la Escuela de Comercio.
Fue menester hurgar en avezados investigadores de nuestros medios como Mayra Cué y Josefa Bracero, y sus entrevistas al profesor Reinaldo Infante y a otros; las del periodista y crítico Dr. Fernando Rodríguez Sosa (sección “Arte y Literatura”, revista Bohemia) y textos como Marcos Behmaras: un creador de éxito en la radio (2008, agosto 21; en “Memoria Radial” del sitio oficial de la radio cubana en Internet www.radiocubana.cu ) cuando ya Behmaras era una leyenda.
Inicios en el teatro, radio y televisión: aportes hasta devenir imprescindible
Apasionado al teatro, su obra La muerte desembarca ganó Mención en el concurso de la Academia de Arte Dramático (1948), y encabezó el grupo Teatro en la sede de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo (1951). Su obra La cortina de bagazo fue estrenada por Paco Alfonso en 1960: Mike Matraca (reportero estadounidense) venía a Cuba, de la que solo sabía lo que podía por las películas de Hollywood; aun a fines de 1971. Carlos Alberto Cremata vio su monólogo La taza de oro, pero ya era reiterado en las artes mediáticas cubanas: con 20 años había comenzado a escribir en la cadena nacional Unión Radio de Gaspar Pumarejo; su fina sátira no gustaba a los patrocinadores; antes de 1950 triunfaba escribiendo en Radio Progreso la serie policiaca Héroes de la Justicia y el informativo dramatizado Actualidad mundial, y más afín, se encaminó por la Mil Diez, del Partido Socialista Popular, al que pertenecía desde sus 17 años.
Paco Alfonso le reconocía su gran voz, pero no sus condiciones actorales, y el prestigioso director Sergio Nicols recibió su libreto sobre La Isla de las Cotorras: tachó algo, pero le interesó y fue su primer libreto: comenzó a escribir Radio Locura Mil Diez, aportando efectos sonoros, personajes y trucos para hacer reír con gran aceptación de público; fue jefe de programación y ya era constante en los espacios humorísticos más importantes de la radio y la televisión cubanas, como El Show de Garrido y Piñero, y fue el guionista fundador del antológico Detrás de la Fachada (1957-1987) antes que José Manuel Carballido Rey.
Fue entonces y en este último programa donde la destacada publicista y narradora Mirta Muñiz reconoce que introdujo el narrador en la televisión: inventado para la radio por Félix B. Caignet, solo entonces inició en la pequeña pantalla hogareña, con ese personaje que durante tantos años interpretó maravillosamente Consuelito Vidal, comentando y narrando las situaciones de los restantes personajes, para quienes era invisible, similar al diálogo de proscenio en el teatro.
En la prensa escrita, gráfica e historietas
En aquel contexto dio rienda suelta a su magistral sátira política fustigando al gobierno de turno en la publicación Mella, medio gráfico de la Juventud Socialista, donde en 1955 creó el personaje Pucho, que protagonizó las tiras Pucho y sus perrerías, con su guion, los dibujos de Virgilio Martínez Gaínza y el seudónimo “Laura”, para denunciar las injusticias del Batistato, por lo que fue detenido y fichado por aquella dictadura. Luego aportó otra caricatura para las tiras cómicas cubanas: Supertiñosa, formidable sátira del clásico estadounidense Superman con Pancho Tareco, agente estrella de la CIA, remedo de Clark Kent.
Casi toda su vida continuó colaborando con Mella, donde publicó tres suplementos humorísticos. Iniciando los años 60, en la lucha interna de la prensa, creó Salaciones del Reader´s Indigest, satirizando los artículos usuales y algunas secciones de la revista Selecciones del Reader´s Digest, calificada de agresiva contrarrevolucionaria, que dejaría de circular. Desde la fundación del diario Juventud Rebelde (1965) dirigió su suplemento El Sable, armonizando el género gráfico con el humor. Muchas de sus publicaciones aparecieron sin firma.
Pionero de la televisión
Al inaugurarse de forma experimental el canal 6 de televisión de los hermanos Mestre el 18 de diciembre de 1950, tras la alocución de Goar Mestre, fue suyo el primer programa dramático, adaptando a media hora el cuento policiaco inglés La muerte de Charles Martin, protagonizado por Alejandro Lugo con Ana Sainz y Ángel Espasande, espacio que continuaría desde el 11 de marzo de 1951 con el nombre de Tensión en el Canal 6, dirigido por Jorge Ignacio Vaillant.
Luego escribió para el canal 4 la serie El hombre flaco, protagonizada por Reinaldo Miravalles y Maritza Rosales, e inauguró los dramatizados de continuidad en la televisión cubana con su célebre Mamá, estrenada en 1958 por CMQ Televisión, protagonizada por Ana Lasalle, y junto a otros jóvenes valores, Miguel Navarro encarnaba a Pepín, entre sus principales personajes, elenco y gran personal técnico que explica sus elevados índices de teleaudiencia y el beneplácito de la crítica especializada, pero también por sus libretos de lenguaje sencillo y gracejo criollo que recreaban la cotidianidad de una familia cubana humilde, combinando el entorno humorístico con momentos de profundo dramatismo, manteniéndose al aire casi dos años y medio, en tres emisiones semanales “en vivo” del 12 de mayo de 1958 al 31 de agosto de 1962.
El relevante guionista Carballido Rey (“Maestro de todos”, según Bracero) le reconocía la dualidad de tan excelente escritor humorístico como dramático, y no conocía a nadie en Cuba “que en la televisión haya manejado con tanta certeza, habilidad y brillantez los programas de misterio, de tensión, y los humorísticos”; amplio escritor, triunfó en todas las disciplinas del arte dramático que asumió. Asimismo lo reconocía destacado por su originalidad, “primer humorista que utiliza técnicas nuevas, como por ejemplo el sonido… con el tiempo alcanzó mayor prestigio por su indudable gracia criolla, porque si algo lo distinguía era la cubanía de sus personajes y situaciones”, y además inspiró y diseñó políticas que al inicio del Gobierno Revolucionario, se introducen en nuestra radio y televisión.
Obra desde la dirección
En 1959 dirigía la cadena nacional Radio Progreso (desde el 2 de julio de 1960 su interventor y director) dedicado a transformar aquella radio comercial en un medio que sitúe al pueblo y sus intereses en primer plano. Dejó su huella fundamental al crearse el 1ero de mayo de 1961 Radio Habana Cuba, encaminando los primeros tiempos de esa señal internacional cubana; no obstante tantas responsabilidades, continuó creando. Al fundarse el Instituto Cubano de Radiodifusiòn (Icr) el 24 de mayo de 1962 integró su equipo fundacional y asumió su vicepresidencia para la televisión hasta su muerte, dirigiendo todo el sistema televisual cubano, difícil y apasionante tarea, para lo cual debió cambiar sus raíces conceptuales y buscar una nueva televisión en relación directa con los intereses del pueblo.
El destacado director Roberto Garriga lo recordaría tratando de elevar el nivel cultural de la televisión: propuso presentar obras de la literatura universal en el espacio “La novela”, creó el bloque de programas infantiles, y el espacio “Teatro ICR” para adaptar obras del teatro de siempre de todo el orbe a televisión. Entre las más carismáticas locutoras de nuestra televisión, Consuelito Vidal contó que cuando Marcos los reunió en el estudio 2 de Radiocentro y explicó el proyecto, todos entendieron que a Teatro ICR solo irían los mejores técnicos e intérpretes con demostrada maestría y calidad artística, ley no escrita asumida con rigor; la flamante actriz Margarita Balboa previó que trabajar en Teatro Icr era una suerte de premio al esfuerzo y resultado artístico de actores, directores, camarógrafos y luminotécnicos; aunque fueran papeles muy pequeños, era meritorio estar ahí.
Repentino y triste epílogo
Siempre optimista, honesto, dispuesto a ayudar gustoso y compartir sus conocimientos acumulados de forma autodidacta, de extraordinaria sencillez, que nunca imponía sus criterios sino que convencía con sólidos argumentos, tan prolífico escritor entre nuestros más sensibles e ingeniosos para los medios de difusión, murió con 40 años de edad por accidente automovilístico en las montañas de Baracoa el 16 de noviembre de 1966 junto con otros valiosos colegas también en plenas facultades: Pedro Sierra y el muy apreciado y reconocido director Enrique Íñigo, cuando regresaban de Maisí desde el extremo oriental cubano, donde estudiaban sobre el terreno las posibilidades de originar nuevos programas según las necesidades locales; pero su huella sigue viva.