Miras inquietantes
Vivimos en un tiempo de transformaciones, cuya característica esencial es la tendencia a visualizar todo lo existente. La estetización de la realidad redescubre hechos, situaciones, paisajes, protagonistas, en diferentes épocas y lugares.
En América Latina las imágenes de la televisión constituyeron el lugar social donde la representación de la modernidad se hizo accesible a las mayorías. La llamada pequeña pantalla fue el aporte más significativo de la comunicación en el pasado siglo XX, actualmente, internet, las redes sociales y los videojuegos, propician nuevas relaciones que construyen un nuevo sujeto digital.
En el medio televisual, la expresión artístico-estética y la comunicación asumen códigos y preceptos, los cuales exploran diversas aristas para interesar a públicos diversos.
Los programas Sopa de palabras y La casa de los libros, ambos del canal Cubavisión, incitan la complacencia de “ver” –no solo “mirar”- en los espectadores adiestrados en las nuevas tecnologías. Guionistas y directores son conscientes que los destinatarios de ambos espacios deben dialogar con las obras, tomar conciencia de sus valores éticos, estéticos y formativos.
Desde puntos de vista diferentes, Para leer mañana y La historia y sus protagonistas, en el Canal Educativo, establecen una estrecha sinergia entre la imagen y el verbo, producida por todos los elementos que se interrelacionan dramatúrgicamente desde convenciones genéricas en un lenguaje dado por especificidades de las tecnologías asumidas con creatividad.
Clásicos latinoamericanos, como Julio Cortázar, Horacio Quiroga, han sido llevados a la pantalla televisual, es una manera de motivar a los nautas digitales para que busquen sus libros en formatos no impresos.
Los de menos edad y los jóvenes no suelen leer solos, pero, en ocasiones, disfrutan hacer suyas las páginas de cuentos y dibujos vistos en la pantalla de televisión en videoclips, entre otras narraciones.
Incluso el programa Lucas tendrá presencia en la edición 28 de la Feria Internacional del Libro mediante sus publicaciones especializadas.
En el audiovisual son imprescindibles dos procesos: construir la mirada, aprender a ver. Junto a las formas canónicas aparecen nuevos formatos –con tiempos y estilos diversos-, que mezclan convenciones clásicas e innovadoras: ficción-realidad, subjetividad-objetividad y distracción-utilidad.
Por ello es importante considerar a los públicos como elementos interactivos en los mensajes, movilizar estados de opinión y modificar actitudes, no olvidemos que los contextos son marcos de referencia, le conceden significados al producto comunicativo, otorgan connotaciones a sus códigos y signos, contribuyen a establecer juicios de valor, asociaciones.
En otras emisiones dirigidas a la niñez, como Doble clic (Cubavisión, martes, 5:15 p.m.) se asume otro requerimiento esencial: el sonido no es algo que se agrega a la imagen: la multiplica. Atmósferas, diálogos, efectos sonoros, todo se integra en un conjunto visual y sonoro que conforma la puesta televisual.
No son un par antagónico cultura y entretenimiento, se debe pensar en la forma del contenido, la organización de lo que se dice y cómo se dice ante la cámara, en el registro fotográfico de esa realidad-otra. Todo debe disfrutarse para legitimar el reconocimiento, las experiencias, la búsqueda del consenso. Sin duda, los nuevos sentidos del arte requieren la complicidad de realizadores y directivos con el propósito de seducir a las mayorías.
Algunas personas para “desconectar” del estrés cotidiano buscan por diferentes vías el peor reality show, violencias de todo tipo, diálogos almibarados. ¿Qué hacer ante este panorama? Ante todo, motivar en los públicos una interrogante crucial: ¿a dónde quieren llegar los realizadores con ese producto? Es un ejercicio de pensamiento, el cual no se contrapone al disfrute.
El consumo-participativo que propone nuestra televisión pública, como parte de los nuevos modos de construcción y ejercicio de la ciudadanía, forma parte de un proceso de enseñanza-aprendizaje reflexivo unido al sentido del mejor entretenimiento.
Los artistas asumen un vínculo que no solo significa pensar de manera responsable con el otro humano; sino interactuar, incorporarse a su experiencia, la cual influye en la construcción de nuevas experiencias desde edades tempranas que en términos de producción simbólica, nutren el espíritu, las ideas y el pensamiento.