Salvar nuestra Cultura
La mayor y más trascendente obra cultural de la Revolución ha sido la propia Revolución, que a poco más de tres meses de su triunfo decretó la creación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos y de la Imprenta Nacional del Cuba.
Luego de apenas dos años promovió la fundación del Consejo Nacional de Cultura y emprendió una Campaña de Alfabetización que no se detuvo durante la invasión mercenaria por Playa Girón, y en menos de un año convirtió a nuestro país en el primer territorio libre de analfabetismo en América Latina.
El eterno líder de entonces y de siempre -como consecuente intérprete y continuador del legado doctrinario de José Martí- había sentenciado muy tempranamente «no le decimos al pueblo lee, le decimos lee.»
Porque desde los mismos albores de la victoria revolucionaria Fidel asumió como un imperativo histórico el apotegma martiano «ser cultos es el único modo de ser libres»; y la preservación de la libertad recién conquistada por los cubanos demandaba el desarrollo de una cultura al alcance de todos, con el concurso de todos y para el bienestar espiritual de todos.
Tales antecedentes propiciaron que como parte del proceso de institucionalización de los Órganos de la Administración Central del Estado, en diciembre de 1976 se creara el Ministerio de Cultura de Cuba, con el propósito de implementar, dirigir y supervisar la política cultural de nuestro país.
Un cometido que ha sido acompañado por diversas entidades y organismos como el Instituto Cubano de Radio y Televisión, cuya razón de ser se sustenta en el permanente compromiso con el reclamo que hiciera Fidel en aras de garantizar la identidad y la integridad de la nación: «Lo primero que hay que salvar es la cultura.»