Se despiden rostros de estos días
Dice adiós la actual telenovela cubana y hay recuerdos como los del personaje de Saúl, interpretado por Rodrigo Gil, que deja un agradable sabor en el televidente.
Satisfecho por la ocasión de poder interpretar a un joven mucho más chico que él, de haber podido acercarse a una edad que, junto con sus contradicciones, deja recuerdos muy especiales, este joven actor y Liliana Sosa tuvieron la oportunidad de ser concebidos como pareja desde el propio casting, y esa química ha quedado refrendada durante el transcurso de la telenovela.
Rodrigo ha asumido con honestidad y coherencia los distintos obstáculos que ha tenido que sortear: la relación con padres ausentes –hecho que desde el guion se pudo haber trabajado más–, el vínculo amoroso con un abuelo que lo es todo para él y la siempre intensa relación con Lía.
Esto último le aporta al personaje una madurez de la que ya había dado señales de tener. Tres líneas temáticas diferentes para un actor que se ha movido con soltura dentro de ellas y, lo más importante, convenciendo a través de su accionar.
Joven de estos tiempos con criterios muy sólidos cuando se trata de ir en busca de lo que se cree y se quiere, el personaje de Saúl ha sido muy valioso para atraer la carga dramática que ha logrado Lía en el televidente, aunque por sí solo ha sabido andar bien, sin excesos, sin giros melodramáticos tendientes a lo vacío, sino con un tono que, desde la credibilidad, abre nexos de empatía con el televidente.
Los personajes Saúl y Lía han sido complementos uno del otro, sin que esto signifique que cada quien no haya podido andar por sendas propias.
Sea el nombre de Rodrigo Gil uno de los que vale la pena aplaudir en esta telenovela por la sinceridad con que ha asumido su rol. Ojalá que a partir de este momento lo podamos ver en otras propuestas televisivas, ya que ahora es de los rostros que se despiden por estos días.